Ps Jaime Ernesto Vargas-Mendoza Asociación Oaxaqueña de Psicología A. C. Las conductas repetitivas son definidas como acciones rítmicas sin un propósito específico.

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Transcript Ps Jaime Ernesto Vargas-Mendoza Asociación Oaxaqueña de Psicología A. C. Las conductas repetitivas son definidas como acciones rítmicas sin un propósito específico.

Ps Jaime Ernesto Vargas-Mendoza
Asociación Oaxaqueña de Psicología A. C.
2013
Las conductas repetitivas son definidas como acciones rítmicas sin un propósito
específico y son comunes en los niños.
Ocurren más frecuentemente en niños con desarrollo normal y se consideran
benignas y autolimitadas, pero se les debe prestar atención especial debido a su
frecuente aparición también en niños con problemas orgánicos o emocionales
o trastornos del desarrollo.
Además, pudieran constituir un problema al causar daño tisular, ser socialmente
inaceptadas o producir estrés al niño y a su familia.
A continuación se describen algunas de las conductas repetitivas que causan
preocupación a los padres y son motivo frecuente de consulta.
Es un fenómeno casi universal en recién nacidos
a las pocas horas de vida, inclusive se puede ver
in útero en edades tempranas como a las 18
semanas de gestación.
Entre un 30 – 45% de los preescolares se chupan
el dedo y alrededor de un 5-20% sigue
haciéndolo a los 6 años o más.
Se puede convertir en un hábito adaptativo en
situaciones de baja estimulación asociadas con
aburrimiento o para calmarse cuando el niño se
encuentra cansado, molesto, somnoliento, con
hambre o inseguro.
Chuparse el o los dedos es una conducta benigna en los niños, sin embargo cuando
persiste mas allá de los 4-6 años de edad y dependiendo de la frecuencia o intensidad,
puede conllevar algunas secuelas, entre ellas:
• Dentales: son las mas comunes, particularmente la mala oclusión tanto de la
dentición primaria como secundaria, trauma de la mucosa, crecimiento alterado de los
huesos faciales.
• Digitales: deformidad de los dedos con hiper extensión de los mismos, formación de
callos e infecciones alrededor de las uñas.
• Envenenamiento accidental: los niños que chupan dedo se encuentran en mayor
riesgo de ingerir accidentalmente sustancias tóxicas.
• Psicológicos: por ser visto como una conducta inaceptable socialmente, éstos niños
pueden ser víctimas de críticas, burlas o castigos por parte de sus compañeros o sus
padres.
El tratamiento de esta conducta es rara vez
indicado en niños menores de 4 años o en aquellos
que la presentan de manera temporal ante una
respuesta a algún estímulo o situación.
Se aconseja tratarlo cuando lo hacen en forma
indiscriminada (a cualquier hora y en cualquier
lugar) y están en riesgo de sufrir las secuelas antes
mencionadas.
Generalmente el tratamiento consiste en combinar
reforzadores positivos por no chuparse el dedo,
aplicar sustancias de mal sabor en el dedo en
cuestión o en el uso de barreras físicas (guante,
media, férula) y en algunos casos se recomienda el
uso de dispositivos dentales que interfieren con el
efecto de sello que se crea con la acción de chupar.
Consiste en golpearse rítmicamente la cabeza contra
una superficie dura (cuna, pared) o blanda (almohada,
cojín). Generalmente se presenta cuando el niño está
cansado o somnoliento, molesto y cuando se
encuentra solo.
Cada episodio puede durar 15 minutos o menos,
aunque se han reportado casos de horas de duración.
La frecuencia de ésta conducta va disminuyendo
después de los 18 meses de edad, aunque en un
pequeño porcentaje se sigue observando hasta los 7
años de edad.
Los padres se preocupan al presenciar éste tipo de
conducta por temor a posibles daños cerebrales o si
representará algún trastorno en el desarrollo o
emocional.
Rara vez es un signo de problema emocional y a excepción
de niños con severos problemas en el desarrollo como el
autismo o niños con enfermedades que predispongan a
sangrado fácil, el golpearse la cabeza no conlleva a daño
intracraneal. En el sitio de los golpes sí se puede observar
la formación de callo, excoriaciones y contusiones.
El tratamiento consiste primordialmente en asegurar a los
padres la benignidad del problema cuando esto es
apropiado, recomendarles ignorar éste tipo de conducta y
no castigarlo ni reforzarla prestándole atención,
especialmente en aquellos casos en que el niño se golpea
la cabeza durante un berrinche o pataleta.
También es recomendable forrar con material acolchado
en caso que lo haga sistemáticamente contra una
superficie dura.
En los pacientes con problemas en el desarrollo que se
golpean severa y persistentemente la cabeza es necesario
a veces el uso de un casco y tratamiento farmacológico.
Es una conducta común tanto en niños como
adultos. La mayoría de los estudios reportan
una incidencia entre un 15 – 30%.
En la infancia el bruxismo aumenta en
frecuencia hasta alcanzar un pico entre los
7 y 10 años. Se piensa que esto se debe en
parte a la presencia mixta de los dientes
desiguales y permanentes.
Se debe distinguir entre el bruxismo diurno y el nocturno. Las investigaciones
no han identificado los factores causantes del bruxismo, probablemente sean
múltiples.
El manejo inicial consiste en asegurar a los padres que es un fenómeno
transitorio en los niños. De ser necesario, las opciones de tratamiento incluyen
ajustes oclusionales de la dentición, psicoterapia, fisioterapia o tratamiento
farmacológico.
Es un desorden caracterizado por halarse en
forma recurrente el pelo resultando en zonas
de alopecia (pérdida de pelo).
Generalmente se halan pelos del cuero
cabelludo, cejas o pestañas y en algunos
casos puede ser el vello axilar o pubiano.
Según los criterios psiquiátricos para el
diagnóstico de tricotilomanía se requiere que
el paciente experimente una sensación de
tensión o estrés antes de halarse el pelo y
una sensación de alivio o gratificación
después de hacerlo.
Los reportes clínicos describen dos subtipos
de tricotilomanía: Una que aparece en niños
menores de 6 años de edad, de carácter
benigno, autolimitado o fácilmente tratable
con modificación de conducta o consejería.
Cuando la tricotilomanía aparece en niños
mayores y adolescentes, generalmente se
instala como condición crónica y es muy
probable que vaya asociada a trastornos de
ansiedad o depresión.
En todo caso el clínico debe investigar la
presencia de tricofagia (comerse el pelo)
para prevenir o descartar un tricobezoar
(cúmulo de pelos en las vías digestivas).
Los tratamientos que han demostrado
mayor eficacia son los conductuales que
utilizan procedimientos de reversión de
hábitos.
Pocas veces visto en niños de edad
preescolar, sin embargo se observa entre un
30 – 60% de los escolares.
En la infancia la incidencia es igual entre niñas
y varones, pero en la adolescencia y en la
edad adulta se ve más frecuentemente en
varones.
Frecuentemente se ha pensado que el comer uñas es indicador de tensión o
ansiedad. En algunos casos el hábito por sí mismo puede ser un factor de
tensión en la familia.
Generalmente Las personas que comen uñas, se comen las 10 de las manos por
igual, aunque algunos se comen o evitan selectivamente unas, otros se comen
también las de los pies.
Los bordes de las uñas mordidas son cortos e irregulares;
a veces se comen también la cutícula. Esto puede resultar
en paroniquia o en el desarrollo de un panadizo herpético
en los dedos. En casos muy severos puede causar daño a
la dentadura produciéndose fracturas en las puntas de los
incisivos y gingivitis.
Cuando se identifican estresores específicos relacionados
con ésta conducta, el tratamiento debe ser dirigido a
ayudar al niño a enfrentarse mejor a éstas situaciones.
Se debe insistir con la familia para brindarle apoyo ya que
los castigos, burlas y regaños pueden empeorar la
conducta e inclusive deteriorar la relación del niño con sus
padres.
Se recomienda una buena higiene de las uñas ya que los
bordes ásperos pueden ser irritantes y empeorar la
conducta de comer uñas.
Son movimientos involuntarios, rápidos,
repetitivos, breves y no rítmicos.
Usualmente involucran los músculos de la cara y
cuello y se presentan como parpadeo,
encogimiento de hombros, contracciones del
cuello, olfateo, aclaración de la voz y tos seca.
Ocurren en un 20% en niños en edad escolar, comenzando a menudo entre los
7 y 9 años, aunque pueden aparecer en edades más tempranas como los 2 o 3
años. Con frecuencia se presentan súbitamente, posterior a algún estrés físico o
social y tienden a empeorar cuando el niño está tenso o ansioso.
Se hacen menos frecuentes cuando el niño es capaz de relajarse y nunca se
observan durante el sueño.
A muchos padres les irrita presenciar ésta conducta en sus hijos y tratan de
reprimirlos para que dejen de hacerla, olvidándose que se trata de algo
involuntario, el niño no tiene control sobre el tic.
Afortunadamente la mayoría tiende a desaparecer espontáneamente al cabo de
unos meses. Pueden prolongarse en el tiempo cuando el niño es sometido a
presión para hacerlos desaparecer.
Existen varios tipos de tics; los simples son contracciones faciales persistentes
pero que no cambian de patrón, mientras que los desórdenes de tics motores
múltiples tienen patrones cambiantes.
La forma más severa es el síndrome de Tourette caracterizado por múltiples tics
motores y vocales, asociado frecuentemente con dificultades de aprendizaje,
pensamientos obsesivos, hiperactividad y trastorno deficitario de la atención.
El manejo de los tics simples consiste básicamente en darle seguridad a los
padres y al niño explicándoles de qué se trata, cómo enfrentar la situación
delante de sus compañeros que pudieran intimidarlo o tener preguntas al
respecto, sin que se sienta avergonzado. Así mismo tratar de disminuir cualquier
estresor o situación conflictiva en la vida del niño.