Transcript Fase de aceptación
Quinta fase: aceptación
Si un paciente ha llevado un proceso adecuado, pasando por las fases anteriores (Negación y aislamiento, ira, pacto y depresión), llegará a una fase en que estará conforme con su destino. No se enojará ni se deprimirá. Contemplará su próximo fin con relativa tranquilidad.
Estará cansado y débil y sentirá la necesidad de dormir a menudo y en breves intervalos, en una necesidad cada vez mayor como los recién nacidos pero a la inversa.
No hay que confundirse y creer que la aceptación es una fase feliz. Está casi desprovista de sentimientos.
Es como si el dolor hubiera desaparecido, la lucha hubiera terminado, y llegara el momento del "descanso final antes del largo viaje“. En esos momentos, generalmente, es la familia quien necesita más ayuda, comprensión y apoyo que el propio paciente.
Cuando el paciente moribundo ha encontrado cierta paz y aceptación, su capacidad de interés disminuye. Desea que le dejen solo, o por lo menos que no le agiten con noticias y problemas del mundo exterior. A menudo no desea visitas, y si las hay, el paciente ya no tiene ganas de hablar. A menudo pide que se limite el número de gente y prefiere las visitas cortas. Este es el momento de las visitas mudas, con gestos, más que orales. Es momento de cortar la comunicación al exterior. Es tiempo de compartir con el paciente en silencio.
En estos momentos es importante hacerle saber al paciente, únicamente con nuestra presencia, que estaremos con él hasta el final.
Es bueno tener un pequeño momento privado con el paciente, sin interrupciones, en el cual nuestro silencio también constituya una aceptación y le reconforte. También es agradable para el visitante dejar de ver la muerte como algo horrible que todos quieren evitar.
Hay unos pocos pacientes que luchan hasta el final. Ellos pugnan por una esperanza que les hace imposible alcanzar esta fase de aceptación.
Cuanto más luchan por evitar la muerte y cuanto más tratan de negarla, más difícil se les hace llegar a esta fase final de aceptación con paz y dignidad.
La familia y el personal del hospital suelen considerar a estos pacientes como fuertes y tenaces y pueden fomentar la lucha por la vida hasta el final.
Pueden convencerlos implícitamente de que aceptar su propio fin puede ser considerado como un abandono cobarde, un engaño, o peor aún, un rechazo por parte de la familia.
Entonces, ¿cómo sabemos si un paciente está abandonando la lucha "demasiado pronto" cuando creemos que un poco de ánimo por su parte combinado con la ayuda de la profesión médica podrían darle la oportunidad de vivir más?
¿Cómo podemos diferenciar esto de la fase de aceptación, cuando nuestro deseo de prolongar su vida a menudo choca con su deseo de descansar y morir en paz? Si no somos capaces de distinguir estas dos fases, hacemos más mal que bien a nuestros pacientes, veremos frustrados nuestros esfuerzos y convertiremos su muerte en una última experiencia dolorosa.
Como dijimos antes, hemos encontrado que a los pacientes les conviene ser animados a manifestar su rabia, a llorar para expresar su dolor preparatorio, y a manifestar sus miedos y fantasías a alguien que pueda estar tranquilamente sentado escuchándoles.
Deberíamos ser conscientes del inmenso esfuerzo que se requiere para alcanzar esta fase de aceptación, que lleva hacia una separación gradual (decatexis) en la que ya no hay comunicación en dos direcciones.
En esta separación se vuelve al narcisismo primario. Así iniciamos la vida y así la terminamos.
En el caso de la señora W, el marido se negaba a aceptar la muerte de ella y veía su deseo de morir como un rechazo. Ella no quería una operación más y tuvo un episodio psicótico. Ella solo quería vivir y morir con dignidad y necesitaba que alguien hablara con su esposo.
Cuando se canceló la operación ella pudo seguir viviendo con dignidad hasta su muerte.
En el caso del doctor G. Él tiene fe y llega a la fase de aceptación gracias a que ha podido ver a su hijo y a su esposa madurar y fortalecerse. El quiere que se haga la voluntad de Dios pero conserva la esperanza de que El Señor le conceda una sanación milagrosa e incluso desea ayudar con su testimonio a otros que puedan no tener su fe, confiriéndole así a su muerte un sentido.
La esposa del doctor G. ofrece una buena descripción de la reacción de un pariente próximo al paciente ante la noticia inesperada de un tumor maligno.
La primera reacción: una sacudida, seguida de una breve navegación: "No, no puede ser verdad.“ Luego trata de encontrar algún sentido en medio de la confusión y encuentra consuelo en las Escrituras, que siempre han sido una fuente de inspiración para su familia. A pesar de su aparente resignación, observa la esperanza en la "investigación" y reza pidiendo un milagro. Este cambio, además de hacer más hondas Las experiencias religiosas de la familia, le han dado tiempo a la señora G. para volverse más autosuficiente e independiente.
De esta manera la fase de aceptación puede tener vestigios de esperanza que dan tiempo a reacomodos familiares.
La mejor ayuda para una familia en esta situación pueden constituirla un médico tranquilizador que asegure que se hará todo lo posible y un guía espiritual , terapeuta o compañero siempre disponible que visite al paciente y a su familia lo más a menudo posible, utilizando los recursos que la familia ha utilizado anteriormente.
Gracias por su atención!!!
Lic. Juan Anselmo Cuéllar Fuentes