Crisis, quiebra del Estado de bienestar, paradigmas en

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Crisis, quiebra del Estado de bienestar, paradigmas en transformación, incertidumbre ¿Un nuevo momento de la modernidad?

Cambio de paradigma

Asistimos, desde hace ya algunas décadas, a algo que se parece mucho a un cambio de paradigma (para utilizar un término hace un tiempo puesto de moda en las ciencias sociales y humanidades) en las concepciones sobre la organización social y el espacio de lo público.

Estamos aparentemente ante una nueva crisis de la idea de Estado, ahora de extensión casi mundial. Es frecuente asociarla al impacto de las nuevas tecnologías (de acuerdo a la noción, ampliamente aceptada en las ciencias sociales, que la tecnología gradualmente modifica las relaciones de producción, pero también los comportamientos, las concepciones y los valores individuales y colectivos) y sus efectos disruptivos del orden social y de la economía mundial (los tan mentados procesos de globalización o mundialización de las actividades económicas y de las ideas, la pérdida de soberanía de los Estados nacionales y su sustitución paulatina y creciente por organismos supra-nacionales).

No sería aventurado tampoco vincularla a la experiencia, quizá sin parangón histórico para las generaciones ahora vivas, de la disolución, inesperada aparentemente hasta para los más profesionales expertos del análisis de información o del político-social, de un sistema socio-económico y etático que por varias décadas se ofreciera como alternativa al orden del mercado y la propiedad privada del capital y otros factores de producción (extinción de la alternativa “socialista” y fin de la guerra fría).

Se disgregó un estado imperial hiperextenso, que había legitimado su actividad promoviendo entre los gobernados una suerte de "estatolatría", ante los ojos de todos, pero la sociedad permanece. El Líbano y la ex Yugoslavia, en el inmediato pasado, Irak, Libia y Siria hoy, son también ejemplos, seguramente muy desgraciados y por cierto para casi nadie modelos a imitar, de estructuras estatales desintegradas y sustituidas por alternativas enfrentadas de ordenación por parte de milicias étnicas o religiosas, paraestatales o privadas cuando no por intervenciones extranjeras. Procesos en los que difícilmente pueda considerarse que los habitantes de esos territorios hayan ganado en libertad, garantías legales u obtención de más viables y estables formas de organización política y socio-económica. En estos casos, patentemente, menos Estado y la consiguiente “democratización” de la violencia no conllevaron mayor libertad ni eficiencia económica, arrastrando a individuos y colectivos a la extinción.

Por otra parte ocurre en una época en la que corrientes irracionalistas o escépticas desbordan desde los círculos intelectuales hacia sectores más numerosos de la sociedad (en particular la crítica de la modernidad por su metafísica práctico-voluntarista) y en la que, apoyándose en la actual opinión muy mayoritariamente aceptada (siempre dentro de precarios límites o con muy visibles excepciones) de que es necesario defender el derecho de existencia de plurales creencias, valores y grupos, toda propuesta de sistema, toda pretensión de explicación unificante de algún campo de la experiencia o de la totalidad de ella, o la mera mención de la necesidad de analizar el contenido de verdad de alternativas de interpretación se hace objeto de acusaciones de absolutismo y totalitarismo. La atomización de la vida social en miríada de experiencias individuales no sería ya aparentemente pasible de superación por obra de la razón y la acción colectiva voluntaria y racionalmente orientada hacia fines acordados, porque ello es ahora denunciado como el camino hacia o la antesala de un nuevo "gulag".

El mercado (impersonal, irresponsabilizable, omnipotente) con su “mano invisible”, orden “natural” al que involuntaria e inevitablemente se adscribiría, en última instancia, el comportamiento de las “mónadas” individuales, aparece como la única garantía de un funcionamiento colectivo no dictatorial y a la vez no totalmente desprovisto de sentido, no totalmente opaco a la penetración de esfuerzos de comprensión racional (los que, en todo caso, terminan por aconsejar la no intervención de la voluntad ilustrada en el libre accionar de esa máquina de movimiento tan perpetuo como perfecto).

Fuerzas anónimas, lo inevitable, imperiosas leyes, la competencia o cualquier otra abstracción imaginable sustituye a los agentes individuales y colectivos que hacen a la sociedad y su dinámica, a las instituciones e individuos que efectivamente pueden tomar y toman resoluciones que afectan a grandes grupos y/o al conjunto. Un fenómeno social, el de la producción y el intercambio, se desplaza al campo de lo natural, haciéndose tan independiente de la voluntad de los hombres como lo es, hasta ahora, una erupción volcánica, una tormenta eléctrica o un huracán. Así, las oscilaciones coyunturales de la economía o las crisis nos golpean en un estado de indefensión similar al del campesino ante agentes naturales no del todo predecibles o imposibles de enfrentar.

Ocurrió una satanización, en el discurso, de toda acción regulatoria o de intervención estatal por parte de algunas de las múltiples ramas del liberalismo. Se predica que la mejor intervención es la que no se hace (lo que presupone la impotencia de los seres humanos para organizar la vida social de acuerdo a propósitos libremente convenidos y al cálculo racional de las consecuencias de sus actos). Se formula un individualismo irreductible (ciego y sordo a cualquier inclinación humana de solidaridad con otros) y una fe fundamentalista en el buen resultado para la vida y el conjunto del accionar sin impedimentos de un sistema automático. Esto afecta inclusive a las corrientes más moderadas, más atentas a lo social, del tronco de ideas liberales que, en el actual marco, aparecen como réprobas de la buena doctrina, deslizándose peligrosamente, a ojos de los predominantes doctrinarios actuales, hacia la socialización y el despotismo.

Paradojas

Se origina en o practica con más entusiasmo por las minorías, elites, camarillas o grupos de dirección político-partidarios en cuyas manos está el poder estatal (o una parte muy importante del mismo) y cuyas decisiones aparecen como la concreción de ese interés general del que el Estado, precisamente, sería única manifestación y garante. Los voceros del Estado débil son hoy, a menudo, los más fuertes agentes de la voluntad estatal, así como los predicadores de la reducción del gasto público y el equilibrio fiscal suelen encontrarse entre los agentes mejor remunerados de las instituciones del Estado y entre aquellos que, con más segura impunidad, pueden sacar provecho privado, en término de beneficios económicos, de las posiciones de poder público o del estrecho vínculo con quienes las detentan (se generaliza la práctica de cambiar el traje de funcionario público por el de hombre de negocios y viceversa).

Ese Estado débil que ahora muchos propugnan no significa menos gobierno, ni renuncia a las facultades de imposición (que descansan en el monopolio de la fuerza y su, deseablemente, sabia y seguramente implacable utilización llegado el caso) de un orden, ni mayores posibilidades de contralor para los ciudadanos.

Nueva cuestión social y quiebra del Estado providencia

Nuevo régimen del capitalismo Superación del taylorismo-fordismo Crecimiento de la desocupación y aparición de nuevas formas de pobreza Inadaptación de los viejos métodos de gestión de lo social Los principios organizadores de la solidaridad y la concepción misma de los derechos sociales están siendo cuestionados

Plurifactores

- Cambios en los procesos decisionales y en las prácticas institucionales - Creciente internacionalización político-económica - Efectos de la nuevas tecnologías y emergencia posmaterialista - Creciente peso de los medios de comunicación - Sociedades más móviles, mayor individualismo y creciente heterogeneidad de situaciones y casos (que imposibilitan el universalismo con el cual se construyó el Estado de bienestar)

Sociedad de la información

Limpias, silenciosas e hipereficientes, las nuevas máquinas de la era de la información aumentan el control humano sobre las fuerzas de la naturaleza y nos interconectan a grados impensables tan sólo hace 50 años.

Las nuevas y poderosas máquinas pensantes, que automatizan trabajos, podrían realizar el viejo sueño de la humanidad de una vida libre de fatigas. (Jeremy Rifkin)

Una tecnoutopía con muchas víctimas

Millones de trabajadores experimentan crecientes niveles de estrés en el ambiente tecnológico y una creciente inseguridad laboral a medida que la tercera revolución industrial se abre paso en todos y cada uno de los sectores industriales y de servicios.

Desespecialización del trabajo, aceleración del ritmo de producción, incrementos en las tareas y nuevas formas de coerción e intimidación para someter a los trabajadores a las exigencias de las prácticas de producción posfordistas.

Incapacitación y pérdida de cualquier control sobre el trabajo (programación de instrucciones precisas en la propia máquina). Centralización y automatización del control sobre la producción, distribución, consumo: omnivigilancia.

Precarización del empleo.

La economía hipereficiente, basada en la alta tecnología, acaba con el bienestar físico y mental de millones de trabajadores en el mundo (la productividad se ha desplazado desde la respuesta física a la respuesta mental del trabajador: del músculo al cerebro).

Mientras que las condiciones de trabajo, sujetas a procesos de reingeniería y mecanismos de automatización, incrementan el estrés y arriesgan la salud de los trabajadores, la cambiante naturaleza del trabajo también contribuye a su inseguridad económica: muchos trabajadores ya no son capaces de encontrar empleos a tiempo completo y de tener un trabajo seguro a largo plazo.

Trbajo terceriz ado grupos periféricos de trabajadores eventuales o a tiempo parcial «núcleo» de empleados permanentes a tiempo completo grupos periféricos de trabajadores eventuales o a tiempo parcial grupos periféricos de trabajadores eventuales o a tiempo parcial Trbajo terceri zado Trbajo terceri zado

La tendencia empresarial hacia el uso creciente de trabajo eventual forma parte de una estrategia a largo plazo por parte de las direcciones de empresa con el objetivo de recortar salarios y evitar el pago de subsidios (coberturas sanitarias, pensiones, horas extras, bajas laborales por enfermedad, despidos y vacaciones).

La tercerización de tareas se emplea para reducir esos costos y eludir la acción sindical

Cada vez es mayor la diferencia en los ingresos entre los que tienen empleos estables y los que no los tienen; Dramática reducción de la clase media; Para muchos el trabajo es la medida más importante de autovaloración, por lo que estar subempleado o desempleado es sentirse improductivo e inútil (depresión, autoinculpación, violencia).

Repercusiones a nivel estatal

Desfasaje entre gastos e ingresos (cambios demográficos, decisiones políticas, transformaciones productivas, globalización) Cuestionamiento de una maquinaria administrativa estatal opaca y burocrática, que enturbia la percepción de las finalidades y entraña una crisis de legitimidad Crisis filosófica del Estado de bienestar

Hipertrofia del riesgo

La sociedad actual ha sido denominada como de riesgo.

Habría una sensibilidad exacerbada a nuevos riesgos, como si al haber alcanzado cierto nivel de protección los riesgos residuales resultaran intolerables e inaceptables.

Hay mayor evidencia de riesgos colectivos y planetarios: ambientales, mundialización de intercambios, etc.

La erradicación total de todos los riesgos no es factible: hay que distinguir entre ellos, luchar contra la tendencia a adicionarlos y arbitrar entre aquéllos que se deben tener en cuenta de manera prioritaria.

Esta proliferación de los riesgos también contribuyó al cuestionamiento de las capacidades del Estado social.

Habría llegado la hora de deshacer el contrato social que laboriosamente fue elaborándose en muchos países de Occidente en la posguerra. Para ese propósito sería adecuado hacer al Estado crecientemente impotente para mediar en los conflictos sociales y sustraerle enteros campos de actividad por la vía de reprivatizar bienes y servicios. Es una estrategia de quitarle espacios a los ámbitos de decisión colectivos y a la consiguiente disputa política mediante su transferencia al espacio, disgregante, de conflictos dispersos y fuerzas abrumadoramente desiguales, del mercado.

Las evoluciones demográficas, la disociación creciente entre la esfera de los aportantes y la de los derechohabientes, el aumento del conocimiento sobre las diferencias entre los individuos y los grupos se conjugan para quebrar la visión aseguradora de la solidaridad.

La concepción tradicional de los derechos sociales aparece como inoperante para tratar el problema mayor de la exclusión.

(Rosanvallón)

En un contexto de desocupación masiva y crecimiento de la exclusión, la visión de los derechos como compensadores de un disfuncionamiento pasajero (enfermedad, desempleo de corta duración, etcétera) no parece ya apta.

Concebida para tratar situaciones aprehendidas como riesgos coyunturales, ya no conviene para manejar estados más estables y hasta permanentes.

La desocupación y la precariedad ponen en entredicho o impiden el acceso a las condiciones requeridas para tener un lugar en la sociedad y ser reconocido como un individuo con todas sus ventajas y derechos.

- Declinación de la sociedad aseguradora - Debate sobre los derechos y quienes los tienen - Negativa a aportar de los pudientes (evasión, fraude, presión, etc.) - Tensiones entre principios democráticos y mercados

Un desocupado de larga duración, un beneficiario del Ingreso Mínimo (donde existe), un joven sin trabajo ni ingresos – como un vagabundo en la sociedad preindustrial o un proletario de los comienzos de la industrialización, antes de la invención de la seguridad social ¿son acaso reconocidos y tratados como individuos de pleno derecho?

Todos ellos carecen de recursos para poder llevar a cabo sus proyectos y ser dueños de sus elecciones. A menudo viven al día y dependen de la benevolencia de otros o de la asistencia pública.

Sienten que no pertenecen al régimen común: están marginados o excluidos.

Suelen ser estigmatizados y acusados por su situación.

Solo si el beneficiario de una prestación y/o el usuario de un servicio son considerados como sujetos de derecho, esto es como ciudadanos, la administración de lo social no se reduce a una lógica mercantil de la contraprestación, al toma y daca: ser ciudadano es también tener derechos (y deberes) de manera incondicional, y por lo tanto tener el derecho de ser socorrido, aunque no se pueda dar nada a cambio.

(Robert Castel)

La característica más específica de la coyuntura actual no es que las desigualdades se agravan, aunque efectivamente lo hacen (de manera muy esquemática: los ricos tienden a volverse más ricos y los pobres más pobres, y éstos lo serían todavía más si no se hubieran tomado diversas medidas para tratar de remediar esas situaciones degradadas a través del tratamiento social de la desocupación, las políticas de inserción y de lucha contra la exclusión, etc.). Más profundo que el aumento de las desigualdades es que se asiste a una transformación del propio régimen de las protecciones que hace que los "individuos por defecto" sean remitidos hacia formas inferiores de protección: devaluados no sólo porque no están integrados en el régimen del empleo (y por eso no están protegidos por el sistema de la seguridad basado en el trabajo), sino también a través de los dispositivos montados para paliar las carencias del empleo y la ausencia de protecciones construidas a partir del trabajo.

Sobredeterminaciones de la cuestión social o de clases

A la “cuestión social” se le suman conflictos urbanos y étnicos.

Prácticas discriminatorias cuestionan el principio de igualdad de todos ante la ley. En especial en los suburbios, el tratamiento discriminatorio de una parte de la población acarrea graves conflictos recurrentes (“violencias urbanas“, como en París y Londres en los últimos años) y amenaza con la secesión de territorios marginados de la nación.

Los jóvenes de los suburbios constituyen la punta de lanza de un proceso de degradación de las condiciones de trabajo y de vida que, junto con la desindustrialización, la desocupación masiva, la precarización del empleo y el fracaso escolar, instaló la incertidumbre acerca del mañana y la inseguridad social en el corazón de la existencia de una gran cantidad de gente.

(Robert Castel)

¿Reforma o desmantelamiento?

El desarrollo social que vemos hoy es que el Estado de bienestar está siendo, lenta pero seguramente, desmantelado y una presión cada vez mayor recae sobre la economía personal de cada individuo, disfrazada como “libertad de elección".

La tan celebrada libertad de elección en muchos casos es pérdida o falta de libertad, pues se requiere tener tiempo, energía, recursos económicos y acceso a la información necesaria para poder tomar realmente una decisión correcta. Esto es sobre todo una cuestión de clase

Precarización permanente, desocupación masiva, infrasalario

Una parte creciente de la población, sin trabajo o en situaciones de trabajo muy precarias, ya no puede ser atendida por los sistemas de seguros obligatorios.

La mayor duración de la desocupación y la multiplicación de la precariedad desestabilizan profundamente al sistema de protección social.

La prolongación general de la duración de la vida y las transformaciones de la familia también plantean dificultades al sistema de seguridad.

Hay un inmenso déficit de instituciones internacionales con poder para imponer reales protecciones frente a la competencia despiadada que se despliega, a escala planetaria, bajo la égida del capitalismo financiero internacional.

El Estado-nación sigue siendo la principal instancia política donde pueden hacerse las elecciones y tomarse las decisiones en materia de políticas sociales.

(Robert Castel)

Las fuerzas del mercado ejercen ahora su dominio hasta las más lejanas fronteras de la economía-mundo.

El conflicto que opone a los partidarios de que derechos y deberes relacionen a los hombres entre sí de manera duradera y aquellos para quienes la maximización de las riquezas materiales, a cualquier precio, es el principio y el fin se mundializa.

El decil más pobre de las familias suecas con hijos hoy en día tiene un nivel de ingreso que está por debajo del de 1991. El decil más rico, en cambio, ha aumentado su ingreso en un 38 por ciento.

Mientras que la desigualdad de ingresos ha aumentado, los sucesivos gobiernos han hecho recortes en las partes de la política familiar que antes nivelaban las diferencias.

El modelo sueco de contratos colectivos está siendo reemplazado por uno de empleos no regulados, con derechos indefinidos para los trabajadores. Muchos entran a trabajar como jornaleros en empresas de contratación de personal o son contratados para proyectos puntuales en lugar de ofrecérseles contratos por tiempo indefinido.

En los dos últimos años, la pobreza infantil aumentó en Suecia y actualmente vive uno de cada diez niños en un hogar pobre.

¿Y en Uruguay?

La pobreza en las personas menores de 18 años es 10 veces más grande que en los adultos mayores.

Somos uno de los países que tiene la mayor brecha de inequidad intergeneracional.

Es uno de los países en los que a los niños y adolescentes les va peor en términos relativos. Los sectores altos y medios siguen resolviendo la socialización y el bienestar de sus hijos por medios privados y los sectores pobres a través de los servicios públicos.

(Paula Baleato)

El BID criticó que “existe gran disparidad” entre los distintos sectores de la enseñanza en función de que sean públicos o privados: “los países de la región deberán fortalecer las inversiones orientadas a mejorar la infraestructura escolar para cerrar las grandes brechas existentes que afectan negativamente a las zonas rurales, a las escuelas del sector público y a las escuelas que atienden a los estudiantes provenientes de familias con menores recursos socioeconómicos” Si se toma en conjunto las escuelas públicas Urbanas y rurales) y privadas uruguayas de sexto año, son 17,8% las que cuentan con laboratorios de ciencias. Ese guarismo es similar al de los restantes países de la región, salvo Colombia (51,4%), Chile (38,9%), Argentina (32,2%) y Brasil (28,5).

Sin embargo, en Colombia las privadas con laboratorio de ciencias son el 77,9% y las públicas el 58,2%. En Chile, el 60,1% de las privadas tienen laboratorio de esa rama mientras que en el sistema público alcanza el 33,5%. En tanto, en Uruguay los centros de la ANEP que tienen laboratorio de ciencias son el 10,2% y la cantidad de colegios privados con el mismo salón representan el 47,4%.

(http://www.elobservador.com.uy/noticia/233141/bid-reclama-redireccionar-la-inversion-en-educacion/)

En el período 2002/2010 la brecha de ingresos entre el 10% más rico y el 10% más pobre de la población argentina se redujo en un 30%.

Pero si la comparación parte de 1975, la brecha se amplió casi 3 veces y sigue creciendo.

(José Nun)

América Latina en su conjunto continúa siendo una región periférica en el nuevo orden internacional.

El ingreso promedio en la región está en un nivel internacional medio.

América Latina continúa siendo el continente con mayor desigualdad del planeta, a pesar de las mejoras de los últimos años (muy disímiles entre los países).

Persiste en el continente la figura del trabajador pobre, con ocupación que no le asegura la subsistencia.

(Loris Zanatta)

Incertidumbre ante el futuro

El derecho al trabajo y la protección social en particular constituyeron los soportes de la independencia económica y social de los trabajadores, pero a menudo también de su eficacia profesional y capacitación individual.

Las nuevas reglas de juego del capitalismo exigen siempre más movilidad, flexibilidad, competitividad: ¿exigirán acaso algún día nuevos modos de protección y de seguridad para aquellos y aquellas cuyo trabajo es esencial para que el mercado marche bien?

Resurgimiento de los extremismos

A diferencia del momento de desarrollo y buen funcionamiento del Estado de bienestar, los partidos extremistas obtienen ahora importantes votaciones y muchos ganan bancas en los parlamentos europeos (partidos xenófobos, hostiles a etnias o racistas, ultranacionalistas, etc.)

La idea socialdemócrata (y de ciertas corrientes liberales) básica de igualdad en la atención de la salud y en la educación desaparece.

Se debilita la lucha por una sociedad donde el ingreso y el consumo tengan menor, y no mayor, importancia.

Se fomentan soluciones individuales (cuanto mucho familiares) fundadas en el egoísmo y el autointerés, que se sostiene serían propios de la “naturaleza humana”.

Renuncia a la aspiración colectiva de: “Hacer la vida tan decente como sea posible…” (Olof Palme)

En 1980, en promedio, los altos ejecutivos en EE.UU. ganaban 42 veces más que un trabajador promedio y la tasa del impuesto a la renta para los más ricos era de 70%. Hoy, esa proporción ha aumentado a 380 veces, exacerbada en parte por el hecho de que los directores ejecutivos son capaces de disminuir dramáticamente su carga fiscal por la reducción de los tipos impositivos superiores, así como mediante varias lagunas legales introducidas en los últimos años.

De hecho, algunas empresas pagaron más dinero a sus altos ejecutivos de lo que pagan en impuestos.

La “libre acción” de los mercados (según lo evidencian las sucesivas crisis contemporáneas), en particular los financieros, también puede arruinar a empresarios e incluso a banqueros (o hacerles a estos pedir la intervención estatal para salvarlos).

La creencia en el funcionamiento armonioso del mercado “autorregulado” se derrumba y los Estados y los fondos públicos están notoriamente de regreso, por lo menos para salvar a los bancos (intervencionismo pragmático).

Una nueva división entre el norte y el sur de Europa

Los países deficitarios (España, Grecia, Irlanda, Italia y Portugal) no reciben la ayuda que necesitan para volver a crecer. En cambio, son empujados a una espiral descendente de austeridad, deflación y caída del PIB. Tarde o temprano, la miseria social y económica - un paralelo directo con la década de 1930 – obligará a esos países a separarse voluntariamente de la unión monetaria, tal como una vez se abandonó el patrón oro.

Alemania de postguerra nunca se esforzó por convertirse en una potencia imperial, pero la actual crisis ha hecho que el actor central en Europa sea Berlín y que el destino de la zona euro esté en sus manos.

Sólo una Europa unida políticamente ofrece alguna esperanza de revertir el proceso – ya muy avanzado – de transformación de una democracia de ciudadanos, basada en la idea del Estado social, en un simulacro de democracia regida por los principios del mercado.

(Habermas, Bofinger, & Nida-Rümelin)

¿Estará la situación actual totalmente gobernada por un determinismo económico que iría en el sentido del arrasamiento de los derechos del trabajo y de la protección de los trabajadores?

A pesar de la ideología de los derechos humanos, la verdad de nuestra sociedad es que los derechos reales se basan en la capacidad del individuo para contribuir a la actividad económica. Una vez más, se trataría menos de justicia o de valores que de “racionalidad” económica.