2b Cientificismo Determinista Historicista

Download Report

Transcript 2b Cientificismo Determinista Historicista

Universidad Veracruzana
Facultad de Historia
HISTORIOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA
UNIDAD I
CIENTIFICISMO DETERMINISTA
HISTORICISTA
Versión Agosto 2015
Mtro. Raúl Romero Ramírez
Las corrientes historiográficas del
siglo XIX.
1.- Romanticismo
2.- Liberalismo
3.- Cientificismo Determinista
Historizante (Positivo)
Historicista (Narrativo)
Cientificismo Determinista Historicista
Género narrativo literario.
Estados Alemanes:
George W. Frederich Hegel
Prusia:
Joan Gustav Droysen
Suiza:
Jacob Burckhardt
Hegel, Georg Wilhelm Friedrich (1770-1831), filósofo alemán, uno de los
teóricos más influyentes en el pensamiento universal desde el siglo XIX; es
el punto culminante del idealismo alemán pues supera a Kant en algunas de
sus ideas en algunos puntos.
La filosofía de Hegel surge estrechamente vinculada con la situación social,
cultural y filosófica de su tiempo, a la vez que es una respuesta racional a
los problemas planteados por esa situación. Su supone una lucha por la
falta de la libertad y de la razón. A su juicio, la situación histórico – social en
que vivía estaba necesitada de una mayor libertad.
Hegel vivió la Alemania de su tiempo como un ataque a sus aspiraciones
democráticas y a la libertad, y concibió la necesidad de un Estado moderno
y racional. Era preciso también, pues, una idea o concepto de Estado
racional.
La "polis" griega aparece como un modelo frente a la situación de Alemania.
En la polis griega se cumplía la armonización del individuo con la sociedad:
la vida del hombre nacía, se desarrollaba y moría en la vida y en el
"espíritu" de la polis, hasta el punto de que el individuo no era nada
separado de la comunidad política, social y cultural de la ciudad.
En relación con la Polis Griega, es muy importante el concepto de Volkgeist
(espíritu del pueblo). Este espíritu es el único concreto y efectivo, ya que el
espíritu individual no es sino abstracto. Para Hegel el espíritu del pueblo da
plenitud al individuo. Sin embargo, al parecer de este filósofo, está realización
y armonía resulta deficiente y meramente "formal", ya que el individuo todavía
no ha descubierto la conciencia de su propia individualidad y de su libertad. En
la polis griega sólo algunos llegaron a ser realmente libres.
También respecto a la polis griega, el Cristianismo viene a significar,
negativamente, la disolución de la vida armónica y en comunidad social. Ello
significa el descubrimiento del concepto de "subjetividad", que será
interpretado por Hegel como un momento absolutamente necesario para la
realización plena de la libertad y el desarrollo y perfección del espíritu.
La religión constituye para Hegel un aspecto fundamental de la vida de un
pueblo. El concepto de subjetividad vendrá a significar, en último término, una
crítica y un opuesto al concepto "positivización" que puede hacerse de la vida
político – social.
El término "positividad" viene a significar un 'límite' que se le impone a la
vida desde una realidad impuesta de un modo exterior y por la fuerza de la
tradición, sin estar fundada y justificada ante la propia razón. "Positividad"
vendría a equivaler a "alienación". El hallazgo de la subjetividad y su
carácter de principio racional y libre representará para Hegel un principio
rector en la organización social y política de la vida del espíritu.
Por otra parte, la Revolución Francesa significó para Hegel el triunfo de la
Razón. La Revolución Francesa estableció el principio de que el
pensamiento debe gobernar la realidad y el orden político – social; Hegel
también tenía la concepción de que sólo puede considerarse como
verdadera realidad aquella que realiza las exigencias y los fines de la
Razón. Además, la Revolución Francesa se proponía aunar la vida en
comunidad con el principio de subjetividad: la realización de la libertad y el
sentirse libre.
Sin embargo, la experiencia del Terror en la época de Robes Pierre mostró
a Hegel la tremenda dificultad de conjugar racionalmente la libertad del
hombre y la organización político – social en un equilibrio en el que ninguno
de los polos sea reducido y disuelto en el otro, pues en tal caso se acabaría
con la libertad objetiva y con la vida del Espíritu
La obra de Hegel puede considerarse como la madurez filosófica y cultural de la
tradición occidental. Su filosofía pasa por ser el último gran sistema filosófico, en
el que confluyen prácticamente todas las filosofías anteriores. El propio Hegel
interpretó así su sistema, como el estado de maduración y unidad interna de
todo el pensamiento anterior a él (así lo hace en sus Lecciones sobre la historia
de la filosofía).
La filosofía de Hegel se basa en la relación entre los dos conceptos
fundamentales de la filosofía anterior: la Naturaleza (en la filosofía griega) y el
Espíritu (en la filosofía cristiana y, a partir de Descartes, en la filosofía moderna).
Hegel pretende la unidad interna y la conexión entre Naturaleza y Espíritu, de
modo que pueda elaborarse una teoría unitaria, total y cerrada sobre la realidad
en su totalidad. Pero para ello Hegel necesitaba revisar y superar la filosofía de
Kant, que era la que había alcanzado mayor madurez pero que, en cambio,
ofrecía mayores dificultades para ese proyecto de sistema filosófico unitario,
cerrado y total.
Kant veía como insuperables las siguientes cuestiones:
- La distinción entre el entendimiento y la razón. El entendimiento para Kant
sólo alcanzaba a los fenómenos, a lo finito y limitado. La razón, aunque tiende
hacia lo absoluto y lo infinito, no puede alcanzar esa plenitud.
- La distinción entre fenómeno y noúmeno. Esta distinción supone que el
orden de la realidad está dividido, sin que sea posible elaborar una teoría
absoluta y total sobre la realidad en su integridad.
- La distinción entre el ser y el deber ser. Esta distinción establecía una radical
distinción entre la teoría (el pensamiento) y la praxis (la acción).
- La escisión entre lo finito y lo infinito (mundo – Dios, Naturaleza – Espíritu).
Aristóteles concebía la filosofía como la tendencia a un saber universal y
necesario de la realidad de lo total. Para Kant esta tarea será algo
inalcanzable para la limitada razón humana (y por eso para Kant la filosofía
era una crítica). Hegel, corrige a Aristóteles afirmando que la filosofía tiene que
dejar de ser "tendencia" al saber para ser un efectivo y pleno Saber; y corrige
a Kant diciendo que tiene que ser ciencia (y, por lo tanto, no crítica, sino
sistema): el sistema absoluto de la totalidad de lo real (un sistema racional).
Hegel utilizó la Dialéctica para superar estas cuestiones kantianas.
El término "dialéctica" es utilizado por Hegel para comprender y expresar
la situación real del mundo. En la dialéctica de Hegel queda patente, pues,
una voluntad de actuación sobre una realidad escindida, contradictoria y
alienaba que lucha por superar esa situación.
La dialéctica expresa, pues, tanto la contradicción del mundo existente
cuanto la necesidad de superar los límites presentes en un afán de
superación movido por la necesitad de una realización total y de un modo
efectivo de la libertad y de la infinitud.
El carácter dialéctico de lo real significa que cada cosa es lo que es, y sólo
llega a serlo en interna relación, unión y dependencia con otras cosas y, en
último término, con la totalidad de lo real.
La dialéctica de Hegel concibe la realidad como un todo, sin que ello afecte para
nada a la relativa independencia de cada cosa en su singularidad.
Esta concepción se opone a la interpretación empírica de la experiencia. Frente a
la supuesta autonomía de los hechos tal y como son dados en la experiencia, la
estructura dialéctica de lo real acaba por mostrar que los hechos no son sino el
resultado de un juego interno de relaciones que son las que, en última instancia,
constituyen las cosas, a pesar de que aparentemente pueda parecer que los
hechos tengan una independencia.
Pero el carácter dialéctico de lo real no sólo significa que tenga una relación
interna, sino, más profundamente aún, que cada cosa sólo es lo que es en un
proceso continuado. Es decir, la realidad, en cuanto dialéctica, no es fija ni
determinada de una vez por siempre, sino que está en un constante proceso de
transformación y cambio, cuyo motor es, a la par, tanto su interna contradicción,
limitación y desajuste en relación con su exigencia e intención de totalidad,
infinitud y absoluto, como la interna relación en que está con otra realidad, que
aparece como su contrario.
La realidad es regida y movida por la contradicción, internamente relacionada y
constituida como oposición de contrarios. De este modo, cada realidad particular
remite a la totalidad, al todo, y sólo puede ser comprendida y explicada en relación
al todo. Y, por otra parte, cada realidad, casa cosa, no es sino un momento del
todo, que se constituye en el todo, pero que también queda asumida y disuelta en
el todo. Según sus propias palabras, "lo verdadero es el todo".
El carácter dialéctico de la filosofía hegeliana tiene igual alcance en lo que se
refiere al conocimiento o al saber ("conocimiento dialéctico" o "método dialéctico").
Así, para Hegel, "el conocimiento efectivo de lo que es en verdad", crea una teoría
acerca de la realidad y se requiere indagar lo que es el conocimiento, el saber, el
pensar.
La Filosofía de la Historia en Hegel es primordial, pues ahí se reconoce la
historicidad del hombre.
Para Hegel la razón rige el mundo y, por tanto, la historia ha transcurrido
racionalmente. La razón es, pues, la sustancia de la historia. Si la historia ha
transcurrido racionalmente, esto significa que ha transcurrido de acuerdo con unas
categorías o leyes, y es necesario que el historiador se enfrente a la historia con
esas armas para poder explicar de forma convincente y racional la historia.
Categorías de la Historia en Hegel:
1.Variación. Se pone de manifiesto si nos fijamos en el cambio de individuos,
pueblos y Estados que se van sucediendo: "Vemos un ingente cuadro de
acontecimientos, pueblos, Estados e individuos en incesante sucesión. Cuando
uno desaparece viene otro al momento a ocupar su puesto".
2.Negatividad. El espíritu en su andadura histórica no cesa de destruirse y
construirse constantemente. Esto significa que las etapas históricas tienen un
desarrollo interno dialéctico que las hace desaparecer para transformarlas en
otras más ricas y potentes: es la dialéctica aplicada a la historia. Cada estadio
histórico se muestra como un individuo y, como tal, nace, florece, madura,
decae y muere. En la muerte de un estadio reside el motor de cambio del
proceso histórico, pues lleva en sí el germen de un nuevo estadio. En este
sentido hay que entender la frase "De la muerte surge la vida". Esta idea la
explicaban antiguamente a través del ave Fénix: de sus cenizas surge una vida
rejuvenecida y fresca.
Categorías de la Historia:
3.Razón. La historia se desenvuelve en el terreno del espíritu. El espíritu es una
conciencia no sólo del sujeto, sino también del objeto (lo profundo y real que
evoluciona dialécticamente), Hegel llamaba a esto "conciencia de sí“. Y esta
conciencia de sí es la libertad, es decir, la autoconciencia. No basta el espíritu
subjetivo o conciencia de la realidad, debe ser objetivada esta aspiración.
4.Libertad. Es el principio fundamental que hace posible la historia. Sólo
teniendo conciencia de la libertad se puede ser libre (de los tres tipos de libertad
que distingue Hegel --natural, de capricho y racional--, Hegel se refiere a la
libertad racional). Pero no basta con tener conciencia de la libertad, sino que es
necesario hacerla realidad, objetivarla. Esta libertad se objetiva a través del
Estado.
El Estado representa para Hegel el espíritu objetivo, es decir lo que logra hacer
posible que se ejerza de la libertad (el derecho, la moralidad y la eticidad); es
pues el Estado la única realidad capaz de lograr y realizar plenamente la
libertad. En el Estado se inserta plenamente lo individual y lo universal. El
capricho individual no es libertad. Sólo en el Estado el hombre tiene existencia
racional.
Hegel concluye que el espíritu poco a poco se va desarrollando, se va
expresando en medio de un proceso siempre progresivo, sin poder volver
atrás.
Por eso la Historia es:
1.El paso de todo la parcial hacia la totalidad.
2.El tiempo que dura el enriquecimiento progresivo de los seres, de la
verdad, de la libertad...
3.El encuentro y reconciliación del sujeto con el objeto, del hombre con la
realidad.
La historia es la cumbre en el Espíritu Absoluto: es la total superación de
todo proceso, la máxima unidad de contrarios, la culminación y la plenitud
de todo ser, la expresión máxima de la Libertad, de la Verdad, del
Pensamiento.
Hegel distingue tres estadios en este progreso de la conciencia en libertad que
constituye la trama de la historia:
1 Oriente. Es el primer período, la infancia de la humanidad, que se caracteriza
por la ausencia de libertad. Los orientales no saben que el hombre como tal es
libre, y, como no lo saben, no lo son. Solamente un hombre era libre: el déspota.
Es la época de despotismo en la que el poder del Estado se concentra en un solo
individuo. El individuo, pues, está absorbido por el Estado. En la relación
individuo – colectividad prevalece el elemento comunidad. Pertenecen a este
periodo China, India, Persia, Asia Menor y Egipto.
2 Occidente: Grecia y Roma. Es el segundo periodo, que contiene la historia del
mundo grecorromano. Es la etapa de la adolescencia de la humanidad. Se inicia
la conciencia de la libertad, y por ello se lucha por la libertad. Pero entre Griegos
y romanos sólo sabían que algunos hombres eran libres, pero no que el hombre
como tal lo fuera. Por ello se dio la esclavitud. Sigue prevaleciendo el elemento
comunitario sobre el elemento individual (polis griega).
Estadios del progreso de la conciencia en libertad:
3 Pueblos Germánicos. Representan la ancianidad de la humanidad. Es un
periodo que se prolonga desde la llegada del Cristianismo hasta la época actual
(de Hegel, se entiende). La libertad, que surgió con el Cristianismo, no llegó a
tener inmediata expresión en las leyes y en las instituciones porque con el triunfo
cristiano perduró la esclavitud. Ha sido necesario un largo proceso de desarrollo
de los pueblos antes del reconocimiento explícito de la libertad. Se produce la
reconciliación de la escisión sujeto – objeto = individuo – colectividad. Sólo las
naciones germánicas han llegado a la conciencia de que el hombre es libre como
hombre. Es la etapa de madurez de la Historia: todos somos libres. Todos los
hombres se sienten y son libres (abolición de la esclavitud), y realizan su libertad
a través del Estado.
En resumen, el pensamiento hegeliano se ha desplegado dialécticamente
conforme a los tres momentos dialécticos:
Tesis: la meta de la historia universal es el progreso en la conciencia de libertad.
Antítesis: los medios para lograr ese fin son las pasiones y egoísmos de los
individuos.
Síntesis: la unión de ambos momentos y el ámbito de realización de la libertad es
el Estado.
La Doctrina filosófica de Hegel, dio por resultado una gran influencia en el
pensamiento Occidental.
Entre los hegelianos se distingue el ala derecha, ortodoxa o tradicional,
discípulos directos de Hegel de la Universidad de Berlín, que defendieron la
ortodoxia evangélica y el conservadurismo político de la restauración de los
sistemas monárquicos tras las guerras napoleónicas. Insistieron en los rasgos
nacionalistas y conciberon el Estado como la síntesis perfecta entre lo privado
y lo público, al tiempo que cultiva la visión teológica de las teorías de Hegel.
Entre los hegelianos del ala izquierda («jóvenes hegelianos»), interpretaron a
Hegel en un sentido revolucionario, lo que los llevó a atenerse al ateísmo en
la religión y a la democracia liberal en la política; así, la religión aparece
superada por la filosofía, y se interesan en particular por el método dialéctico
aplicado a la realidad (materialismo dialéctico) aparecerán entre ellos Bruno
Bauer, Ludwig Feuerbach, David Friedrich Strauss, Max Stirner, Karl Marx y
Frederich Engels.
En el siglo XX, la filosofía de Hegel tuvo un gran renacimiento: Esto se debió
en parte a que fue redescubierto y revaluado como progenitor filosófico del
marxismo por marxistas de orientación filosófica, en parte a un resurgimiento
de la perspectiva histórica que Hegel aportó a todo, y en parte al creciente
reconocimiento de la importancia de su método dialéctico.
Algunas figuras que se relacionan con este renacimiento son Herbert
Marcuse, Theodor Adorno, Ernst Bloch, Alexandre Kojève y Gotthard Günther.
El renacimiento de Hegel también puso de relieve la importancia de sus
primeras obras, es decir, las publicadas antes de la Fenomenología del
espíritu.
Johann Gustav Droysen (1808-1884) Político e historiador, fundador de la
Escuela Prusiana y activo político del gobierno.
Fue profesor en el instituto Gymnasium zum Grauen Kloster de Berlín en
1829, desde 1840 profesor de la Universidad de Kiel, de la de Jena (a partir
de 1851) y de la de Berlín (desde 1859).
Droysen se interna a la política con motivo de la cuestión de SchleswigHolstein (la lucha de Alemania por la demarcación geográfica entre dos
mares y la lucha de influencia con Dinamarca). En 1846 participa en las
llamadas "Jornadas de Germanistas" (Germanisten-Tagen).
En 1848 es nombrado representante del gobierno provisional de Kiel ante el
Parlamento de Fráncfort, más tarde diputado de la Asamblea Nacional de
Fráncfort (Frankfurter Nationalversammlung), en la que se adhiere al grupo
parlamentario de centro-derecha "Casino".
Droysen había destacado como gran historiador con un ambicioso
trabajo, la Historia del helenismo.
El autor se propuso una obra de mayor envergadura que finalmente
constó de tres partes, aparecidas por separado.
La Historia de Alejandro Magno (1833) su primera obra que lo coloca
en la primera línea de historiadores de su tiempo. De esta
investigación, el término helenismo lo acuñó él para designar el
periodo comprendido entre Alejandro y Cleopatra.
Una segunda parte fue la Historia de los sucesores de Alejandro
(1836) y la tercera y ultima fue la Historia de la constitución de los
reinos helenísticos (1843); cada una de estas partes, muy revisadas,
fueron posteriormente reunidas y publicadas bajo el título de Historia
del Helenismo, publicada en 1877-78, en Gotha.
Droysen fue el primer historiador que utilizó el término "helenismo" para
designar la nueva forma de cultura que, después de las conquistas de
Alejandro Magno, floreció en gran parte del mundo conocido: una cultura
que es fundamentalmente la cultura griega, pero que al entrar en contacto
con otros pueblos, absorbió ciertas características de sus culturas,
transformándose y convirtiéndose de griega en universal.
Droysen reconoció y caracterizó la función histórica de este período, que no
es visto como expresión de la decadencia griega sino como la aparición y el
florecimiento de una nueva fase histórica, esencialmente diversa pero
igualmente gloriosa y significativa; no como el final sino como la expansión
del genio helénico, gracias a la fusión de la cultura griega y la occidental.
Droysen ensalza al macedonio, tratando de justificar incluso los aspectos
menos admirables de su carácter y de su acción, sea desde un punto de
vista histórico, sea de un punto de vista humano. Ante todo, como es
natural, celebra la fusión entre griegos y bárbaros preconizada por
Alejandro, que aunque pudiera parecer como una negación de los fines por
los que Macedonia había declarado la guerra a Persia, fue también la
premisa necesaria para que surgiera la nueva civilización, al extenderse el
espíritu griego por el mundo.
El segundo volumen Historia de los sucesores de Alejandro , comprende
la historia del imperio de Alejandro, desde la muerte del héroe (323) hasta
la ocupación de Macedonia por Antígono y el fin de la invasión celta (277).
Es una era de luchas y agitaciones que Droysen trata de interpretar,
considerándolas como el desarrollo de las fuerzas negativas que habían
de surgir necesariamente de la gran obra de Alejandro, como la antistrofa
de la época del gran rey, según definición del propio Droysen. (visión
dialéctica e interpretativa).
Alejandro se había propuesto como fin último lograr la fusión entre Oriente
y Occidente en una monarquía de tipo oriental. Pero la reacción opera
naturalmente en sentido contrario con la descomposición del Imperio
macedonio, a pesar de las tentativas que para impedirla realizaron en
primer término Perdicas y después Polisperconte en Occidente y Eumeno
en Oriente. Se intentan todas las soluciones, pero en vano, y se llega a la
formación de los diversos reinos helenísticos.
El tercer volumen Historia de la constitución de los reinos helenísticos
comienza con un amplio resumen en el que se examina la marcha de la
cultura en las dos márgenes del mar Egeo, después de lo cual se reemprende
el tema original.
Mientras Macedonia y Tesalia están agitadas por luchas sin fin, por la peste y
por la invasión celta, salen a la luz nuevos elementos históricos: en Grecia, la
liga etólica y la liga aquea; en Occidente, Cartago, el estado mercantil, y
Roma, el estado agrario.
El antagonismo entre estas tres grandes potencias permite la formación y
existencia de los pequeños estados, que viven una vida de tensión y
descontento, preparando así el terreno para la conquista romana. Con esta
conquista se iniciará una nueva serie de luchas movidas por las ideas
religiosas entre el monoteísmo y el politeísmo, que terminará con la victoria
del monoteísmo, si bien se trata de un monoteísmo que, con el Cristianismo,
renuncia a su primitivo carácter nacionalista para asumir el carácter de
universalidad.
Posteriormente se dedicó a la historia más contemporánea; su Historia de
la política prusiana (1855–1886) la representación más amplia de la idea
histórica de Prusia y la pequeña Alemania.
Sus obras sobre Prusia son mejores que la interpretación helénicas del
pasado, de hecho son las más notables interpretaciones histórico-políticas
de su tiempo.
Fundador de la llamada Escuela Histórica Prusiana, Droysen, generó
aquel pangermanismo cultural que fue llevado a su máxima expresión por
Treitschke. Sostuvo siempre la superioridad de Prusia sobre todos los
pueblos de raza germánica, sentando las bases históricas sobre las
cuales Bismarck orientó su política hegemónica.
Su Historia de la política prusiana constituye un colosal monumento a la
gloria del Estado prusiano, personificado en la monarquía de la casa de
Brandeburgo; esta grandiosa obra sigue el desarrollo de la monarquía
prusiana desde los orígenes hasta el 1756, o sea hasta los comienzos de
la guerra de los Siete Años, que elevó a Prusia al rango de gran potencia
continental europea.
La historia de Droysen está desarrollada claramente, de acuerdo con el
principio de la dialéctica hegeliana; los acontecimientos están
generalmente vistos a la luz de las causas finales a que tienden.
Droysen está dotado de una excepcional facultad de abstracción y de
captación de una línea esencial en la complejidad de los hechos, así
como de visión de las causas motrices por encima de las apariencias
superficiales de los acontecimientos; la consecuencia es que su obra,
más que una historia de acontecimientos, aparece como una historia de
ideas.
Paralela a esta actitud suya, es característica la manera con que Droysen
concibe la historia según otra tendencia: la de ver en los acontecimientos
el sello de una voluntad superior que los guía hacia un fin determinado.
Se comprende así cómo Droysen se sintió atraído, antes que por otro
tema, por el período de Alejandro Magno, en el que cabe ver tal voluntad
mejor que en cualquier otro momento de la historia.
La necesidad por estudiar la Historia de las tradiciones y costumbres
helénicas y prusianas hicieron de Droysen un historiador que aportó un
método particular:
1) Buscar fuentes de primera mano y criticarlas
2) Buscar subjetivamente un tema por el investigador (el objeto de estudio)
3) Buscar fuentes de distinta procedencia disciplinar y aún sin ser de
primera mano, usándolas tras hacerles un análisis crítico
4) Utilizar objetivamente las fuentes mediante un método que sirva de
camino científico-artístico al historiador para alcanzar la comprensión de su
objeto de estudio.
Recurrir a las fuentes más diversas a fin de hallar la conexión con el tema y
relacionarlo de acuerdo a los intereses personales del investigador estaba
bien para Droysen, siempre y cuando la investigación partiera del análisis
crítico de las fuentes.
Droysen no pertenecía directamente a la escuela de Heinrich von Sybel y
Heinrich von Treitschke, entendía la misión de la historiología en un
sentido matizado, menos cronológico.
Droysen rechaza completamente la pretensión de Leopold von Ranke por
la objetividad en la historiografía. Decía que “su visión política hizo que se
desvirtuara la precisión histórica de la investigación metódica y lo condujo
a una visión de Estado”.
En cambio Droysen cree que la visión debe ser “más abierta” y esta a
favor de una educación más fuerte con base al estudio crítico de su
proceder y eso era para él también, un uso apropiado de la historia, pues
tenía que ejercer una función educativa-crítica para el Estado.
Como teórico de la historia, Droysen sentó las bases de la metodología
de la historiología moderna gracias a el método crítico con las fuentes,
que tuvo gran influencia en la historiografía, se remonta a Droysen y
Barthold Georg Niebuhr.
Por otra parte, Droysen es también uno de los teóricos de la historia más
influyentes en la tradición hermenéutica de las ciencias del espíritu.
Discípulo de Hegel y maestro de Dilthey, Droysen elaboró una Histórica
(Historik) que pretendía exponer “las leyes de la investigación y del saber
históricos”. La Histórica de Droysen es dos cosas a la vez: una filosofía
material de la historia y una metodología hermenéutica (interpretativa) de la
ciencia histórica.
Además, Droysen sostenía que la Historia era al mismo tiempo arte y
ciencia, lo más importante era comprender el pasado y las fuentes no
debían limitarse a ser de primera mano.
La Historia era ciencia porque representaba un método de análisis objetivo,
pero al mismo tiempo era una explicación y visión subjetiva sobre la cultura,
lo que significaba entonces el arte.
Entre los discípulos más importantes de Droysen se encuentra Friedrich
Meinecke y su hijo Gustav Droysen fue igualmente profesor de historia y
llevó a cabo significativas investigaciones sobre la historia de la Guerra de
los Treinta Años.
Carl Jacob Christoph Burckhardt (1818-1897) fue un historiador suizo de
arte y cultura.
En 1839 se trasladó a la Universidad de Berlín, donde estudió hasta 1843,
aunque pasó parte de 1841 en Bonn, donde fue pupilo de Franz Kugler,
historiador de arte, a quien le dedicó su primer libro: Las obras de arte de
las ciudades belgas (1842).
Fue profesor de historia en la Universidad de Basilea (1845–1847, 18491855 y 1858–1893) y en el Instituto Politécnico Federal de Zúrich (1855–
1858). Basilea tenía una universidad muy pequeña, con 27 alumnos, pero
como profesores estaban W. Dilthey, Johann Jakob Bachofen y Friedrich
Nietzsche.
Criticó a la llamada cultura industrial y fue contrario a las tendencias
idealistas e historicistas en boga en el mundo académico durante su
época. En contraposición a ellas elaboró una teorización historiográfica a la
cual llamó Kulturgeschichte («Historia de la cultura»).
La teorización historiográfica de la Kulturgeschichte (Historia de la cultura),
generó un interés en él para percibir el cambio en la historicidad.
Estos cambios daban por resultado una historia no consecutiva, donde los
hechos no aparecían conectados causa-efecto unos con otros, sino de
manera dialéctica y por tanto contrarios, dando por resultado otros hechos
que bien podían ser distintos a una época anterior.
Estos cambios se encontraban en un punto que confluía entre lo anterior y lo
posterior, una transición.
Dicha interpretación chocaba con las ideas historicistas de Ranke quien
concebía al estudio de la historia como un sinnúmero de documentos que
puestos de manera continua creaban una historia que debía ser revelada y
someramente explicada como causa-efecto de la realidad dada. No existían
puntos de encuentro conflictivo que hubiera que desentrañar o explicar.
Burckhardt es historicista, pero a la vez un disidente, en un sentido relativo, por
eso cuando le ofrecen la cátedra de Ranke y la rechaza, lo cual hizo que fuese
un disidente y que no le aceptaran los demás historiadores.
Él sólo pretendía tener un lugar para su forma de hacer historia, pero no
sustituyendo al método objetivo historicista, sino al hecho de haber hallado un
momento que debe ser explicado.
La visión histórica de Jacobo Burckhardt planteaba la existencia predominante
de tres grandes fundamentos que en cierta forma determinan los tiempos
históricos, y a través de los cuales se podría explicar ésta: El Estado, la Religión
y la Cultura; la relación que se establece entre estos tres grandes fundamentos
es determinante para el desarrollo de los tiempos. Esto queda bien establecido
en una de sus obras principales póstumas: Reflexiones sobre la historia
universal.
Burckhardt no considera esencial el detalle, porque quiere tener una
perspectiva más amplia de los hechos históricos y por eso realiza en sus obras
una perspectiva general comparativa.
La técnica de la perspectiva general comparativa de Burckhardt
puede exponerse de la siguiente forma:
1) Búsqueda subjetiva de un tema.
2) Análisis crítico de las fuentes sobre el tema.
3) Búsqueda de la narrativa (literatura) y las obras (el arte) que
muestren una disputa (negatividad) o choque contra el Estado, la
Religión y la Cultura establecidas.
4) Explicitar la transición de uno y otro tiempo.
5) Comentarios sobre la narrativa y la obra (tesis).
6) Reflexiones sobre la transición (antítesis).
7) Explicación de la cultura anterior y la posterior por medio de la
comparación (síntesis)
Burckhardt crea una Metahistoria (un relato que busca la verdad apoyado en
una historia de contradicciones) en donde el contenido de un texto histórico se
basa en gran medida en su forma. Pero no se muestra como la historia del
positivista Ranke, que está estructurada como una obra “metódica” y llana
(historizante objetivo); Burckhardt, estaría edificando su obra como “subjetiva”
porque él y no el documento es quien habla y explica, pero además es crítica
porque propone un método sustentado en las transiciones (historicista
subjetivo).
Burckhardt y Ranke poseen un sistema narrativo historicista en los que hay
conflicto entre héroe y mundo, introduciendo Ranke un héroe que está por
encima de las circunstancias, que supera unas pruebas que le son impuestas.
Mientras que Burckhardt hace lo opuesto, las fuerzas superan al héroe, y por
eso, la narración es irónica, ya que el héroe no tiene posibilidad de vencer.
En Burckhardt hay cierto pesimismo y las condiciones históricas pueden con el
protagonista, por lo que “no pasa lo que tiene que pasar”. Esto es lo que él
considera como la Historia, una trama sobre la cultura que no posee unas
circunstancias que puedan demostrarse solo con los documentos o bien con la
“frialdad” de un investigador que no hace sino “ajustar” sus documentos a lo
esperado.
Fue autor de diversas obras, entre ellas La época de Constantino el Grande
(1853), en la cual efectúa una crítica sobre el problema de la mutación acaecida
entre el período de la civilización grecorromana y la cristiana.
Su tema es el periodo comprendido desde Diocleciano hasta la muerte de
Constantino. En vez de concentrarse sólo en la política que llevó a cabo este
Emperador, también se centra en otros problemas. Otra desviación es el tipo de
fuente, además de los documentos, usa el arte y la literatura para ilustrar su
historia.
A Burckhardt le interesan las épocas de transición, como ésta, que es la
desaparición del paganismo por la llegada del cristianismo. Sus obras son más
populares y será el autor en los que se basarán los historiadores de la segunda
parte del siglo XIX. Con esta obra cambia la perspectiva del trabajo del
historiador.
Antes se creía que el historiador no elegía, se dedicaba a la Historia Política,
que era lo importante. Ahora, el historiador elige sus temas y lo hace de manera
subjetiva, elige unos u otros. Los historiadores antes hacían revisiones críticas,
pero Burckhardt no lo hace porque eso “le aburre”, dice que no le compensa la
historia política, porque además no vende. Él propone otro modo de tratar la
historia, pero sin condenar los demás métodos.
Su obra más trascendente fue La cultura del Renacimiento en Italia (1860),
considerada un modelo para el tratamiento de la historia de la cultura, por la
abundancia de planos de análisis que tuvo presente.
En ella aplica su método a la Italia del Renacimiento. El autor no usa
documentos originales, sino que recurre a los ya usados por otros
historiadores pero los aplica a aspectos culturales.
Burckhardt piensa que lo más importante de una obra son las preguntas que
se realiza el historiador, su manera de preguntarse. Su estilo es más
original. De las 6 partes, sólo la primera es de historia política, pero presenta
al Estado como obra de arte, no lo plantea al estilo de Ranke.
En 1855 escribe el Cicerone, una pequeña guía de arte para recorrer Italia,
libro que surge de los veranos que pasaba en Italia, en los que se dedica a
dibujar y a estudiar los restos que encuentra. Hace una especie de guía de
viaje con sus itinerarios. Son tres tomos, divididos en arquitectura, escultura
y pintura. Así se llega a analizar incluso el estilo dórico. Fue uno de los libros
con mayor éxito de la época.
Entre sus obras póstumas, cabe hacer mención de las Reflexiones sobre la
historia universal y la Historia de la cultura griega (editadas por primera vez
en 1889 y 1902), obras en las cuales la civilización griega es considerada,
desde una perspectiva eurocéntrica, el primer paso en el devenir histórico
del desarrollo de la individualidad y la espiritualidad humanas.
Su última obra es Historia de la cultura griega, en 4 tomos. Los especialistas
en la Historia de Grecia la rechazan cuando es publicada porque Burckhardt
no es especialista en ese tema. Sin embargo, la respuesta del público es
otra, pues fue un libro de mucho éxito, y luego los especialistas la adoptan.
Es una anécdota de la crisis que afectaba ya en esos momentos a la
historia.
Sólo el primer tomo es de Historia Política El Estado y la Nación sobre la
organización de la polis. El segundo tomo trata los temas de la religión y el
culto y la adivinación del futuro. El tercer volumen versa sobre las artes
figurativas, como filosofía o poesía, y el cuarto libro es el hombre griego en
su desarrollo temporal, en la que analiza las estatuas para comprender su
ideal de belleza o la sanidad existente en esa época.
Joseph Alois Schumpeter (1883-1950), nació en Trest, Moravia y murió en los
EE.UU. Fue un economista austro-estadounidense, ministro de Finanzas en
Austria entre 1919 y 1920.
Se destacó por sus investigaciones sobre el ciclo económico y por sus teorías
sobre la importancia vital del empresario, subrayando su papel en la innovación
que determinan el aumento y la disminución de la prosperidad. Popularizó el
concepto de destrucción creativa como forma de describir el proceso de
transformación que acompaña a las innovaciones. Predijo la desintegración
sociopolítica del capitalismo, que, según él, se destruiría debido a su propio éxito.2
3 Sus principales obras son: Teoría del desarrollo económico (1912), Los ciclos
económicos (1939), Capitalismo, socialismo y democracia (1942) y La historia del
análisis económico (póstuma, 1954).
El principal aporte de Schumpeter es la concepción cíclica e irregular del
crecimiento económico, desarrollada en 1911 en su Theory of Economic
Development ('Teoría del crecimiento económico') mientras daba clases en
Czernowitz (actual Chernivtsi, en Ucrania). En ella recoge su teoría del “espíritu
emprendedor” (Unternehmergeist), derivada de los empresarios, que crean
innovaciones técnicas y financieras en un medio competitivo en el que deben
asumir continuos riesgos y beneficios que no siempre se mantienen. Todos estos
elementos intervienen en el crecimiento económico irregular.
Después de ser Ministro de Economía de Austria tras la Primera Guerra
Mundial, cesado, y de dirigir el Banco Biederman, pasó a ocupar varias
cátedras universitarias, entre las que está Harvard. En este último período de
docencia completó tres libros más: Business Cycles (1939), Capitalism,
Socialism and Democracy (1942) – donde predijo la caída del capitalismo en
manos de los intelectuales – y su History of Economic Analysis (1954). En los
dos primeros se centró en su teoría del “espíritu emprendedor”, desarrollándola
en un ámbito más global e integrándola en una teoría cíclica de los negocios, y
otra sobre la evolución socioeconómica.
Así, afirma que en el sistema capitalista, el ordenamiento económico está
establecido de la siguiente forma:
1.Propiedad e iniciativa privada.
2.Producción para el mercado y subdivisión del trabajo.
3.El papel importante de la creación de créditos por parte de las entidades
bancarias.
Según estas tesis el sistema capitalista sería estable por sí mismo,
perdurando indefinidamente, como una mentalidad determinada de la
sociedad y de su modo de vida. Asimismo determinó que este proceso
psicológico se vería alterado como consecuencia de la actitud moderna ante
la vida familiar, herencias, impuestos,... Así, para Schumpeter el capitalismo
es una “racionalización” de las mentes, a partir de la Edad Media y sus
instituciones: la Iglesia, el castillo del señor feudal, la comunidad de la aldea
y los procesos comunitarios de producción, que repetían las secuencias de
producción año tras año. La sociedad vivía en un ambiente “estable” de
producción, perteneciendo su trabajo a la Iglesia o al señor feudal.
Todo lo lejos de la independencia y necesidad de competitividad que
posteriormente se asentaron, a lo que se le unen los “booms” y depresiones.
Éstos recuerdan el hecho del ciclo económico, que destruye todo estado de
equilibrio que pudiera haber establecido por sí mismo. Este ciclo económico
no podría ser achacado a medios exógenos, como períodos de hambruna,
guerras,... pero que, por el contrario, son necesarios para la evolución del
propio ciclo. Sin embargo, de la misma forma que cada “boom” destruye el
equilibrio, cada depresión tiende a establecer uno nuevo. No obstante, para
Schumpeter la estabilidad económica no implica ni las garantías del sistema
político ni la estabilidad social, por lo que una situación económicamente
estable puede darse en un marco políticamente inestable.
Schumpeter atribuye el origen del capitalismo a una evolución gradual de
la sociedad medieval —donde los excedentes productivos de las casi
autosuficientes comunidades campesinas pertenecían a la iglesia y al
señor feudal— hacia una concepción más racional del mundo circundante
y de las instituciones políticas. Diferenció claramente entre progreso
económico, estabilidad política y progreso social. Auguró la decadencia del
capitalismo —por razones muy diferentes a las de Marx— víctima de su
esclerosamiento interno y del creciente rechazo de los intelectuales (cuya
influencia probablemente sobrestimó), y de la creciente injerencia del
Estado en la planificación económica. No era partidario de la intervención
estatal en los mercados, sino de la libre concurrencia. Consideraba al
capitalismo el mejor sistema para el progreso económico, pero no encontró
ni propuso la manera de evitar su colapso, inevitable en la opinión de
Schumpeter.