Santa Catalina de Siena de gran atractivo externo y de una gran fuerza de voluntad. En sólo 33 años vivió, sufrió y murió por el Cuerpo Místico de su.

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Transcript Santa Catalina de Siena de gran atractivo externo y de una gran fuerza de voluntad. En sólo 33 años vivió, sufrió y murió por el Cuerpo Místico de su.

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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


Slide 32

Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


Slide 33

Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


Slide 52

Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


Slide 53

Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


Slide 60

Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


Slide 64

Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


Slide 66

Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


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Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN


Slide 69

Santa Catalina de
Siena de gran
atractivo externo y
de una gran fuerza
de voluntad.
En sólo 33 años
vivió, sufrió y
murió por el
Cuerpo Místico de
su Amado Señor.

En muchas imágenes
aparece con un
corazón en la mano,
porque en alguno de
sus arrebatos
místicos cambió el
corazón con el de
Jesús, para amar
más profundamente.

A veces se la representa con la tiara por
su gran amor al papa, a
quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”.
Decía. “En la Iglesia se
debe dar una reforma ante
todo interna, y después
externa; pero siempre en
la comunión y en la
obediencia filial a los
legítimos representantes
de Cristo”.

Otros
símbolos
representativos son: la
cruz, las
azucenas, la
triple corona y
el libro, como
doctora que es
de la Iglesia.

Tuvo muchos
sufrimientos, físicos y
del alma. Sufría las
ofensas contra Jesús,
contra su Madre, contra
la Iglesia, contra los
pobres. Sufría en
general por los
pecadores. – Cuando se
ama mucho, se sufre
por el amado.

Sus virtudes
heroicas son dignas
de admirar, pero
también nos sirven
de orientación para
buscar la santidad.
En santa Catalina
vemos lo que Dios
puede hacer con un
corazón que se deja
llenar de amor por Él
y por la Virgen.

Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de
Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa,
tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de
haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de
haber visto a su hija Catalina en los altares.

De su padre heredó Catalina la
bondad de corazón y la caridad para
con los pobres. De su madre, el amor
al trabajo y la admirable energía para
emprender labores difíciles y vencer
dificultades.

Desde niña fue devota del Salvador, que sería el
centro de sus experiencias místicas.
Pero desde muy niña
comenzó a tener una muy
tierna, amorosa y confiada
relación con la Virgen
Santísima. Oraba
especialmente a la “Reina
de Siena” y solía bajar las
escaleras de su casa
rezando el avemaría.

Cuando tenía 6
años tuvo una
experiencia
mística.
Caminaba por
las calles de
Siena con un
hermano. De
pronto sobre el
techo de una
iglesia vio a
Jesús como rey
de reyes.

Estaba en un
trono, vestido
como el papa
con la tiara o
corona papal.
Jesús miró con
ternura a
Catalina y la
bendijo
haciendo tres
veces la señal
de la cruz
sobre ella.

Desde ese momento Catalina quedó como
enamorada de su amado Salvador. Y su empeño
era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un
escondrijo del huerto
de su casa jugaba a ser
ermitaña: rezando,
ayunando y
flajelándose.

Al año siguiente, ante un cuadro de la
Virgen, se ofreció al Señor que la había
bendecido. Y oró a la Virgen:
“Santísima Virgen, no mires
mi debilidad, sino dame la
gracia de tener como
esposo a aquel a quien yo
amo con toda mi alma, tu
santísimo Hijo, Nuestro
Único Señor, Jesucristo. Le
prometo a Él y a ti, que
nunca tendré otro esposo”.

Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla
a contraer matrimonio. Ella, después de
consultar con un sacerdote dominico sobre su
voto de castidad y para defenderse de esas
amenazas, se cortó el pelo.

Era un
signo de
haber
“cortado”
con el
mundo.

Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la
trataban como la sirviente de la familia. Catalina
aceptó humildemente este rechazo de su familia y
actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María
como su madre
y se la figuraba
trabajando junto
a ella.

Su padre, al ver un día
cómo una paloma se
posaba en la cabeza
de Catalina, mientras
oraba, se convenció
de la sincera vocación
de su hija. La defendió
ante todos y les
persuadió que la
dejaran actuar
libremente.

Durante un cierto tiempo se
vistió de gala, para complacer a
sus hermanas y amistades que
la insistían a que participara en
sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió
y le dolió mucho,
pues lo consideraba
como una gran
infidelidad a su
esposo del cielo.

Con la humildad,
obediencia y caridad
para con su familia, les
conquistó y la
permitieron ser miembro
de la tercera orden de
santo Domingo y tener
un cuarto privado. Así
comenzó a hacer actos
heroicos de
mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siempre sometiéndose a la voluntad del Señor.

En la noche antes de su profesión, tuvo grandes tentaciones, presentándose el demonio
como un caballero elegante.

Catalina tuvo que
gritar ante el Crucifijo:
“Mi único, mi amado
esposo, Tu sabes que
jamás he deseado a
nadie más que a ti.
Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

De pronto vio
allí a la Madre
de Dios, que
había venido
para
consolarla.

Por fin, en
1365, a los 18
años, recibió
el hábito de
la tercera
orden
dominicana.

Durante tres años después de recibir el hábito,
Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto
y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su
auto-negación y fue
desarrollando su
trato personal con
Jesús y con su
Madre. Con nadie
más hablaba que
con su confesor.

Cuando pasó lo peor,
le visitó el Señor. Ella
le dijo: “¿Dónde
estabas, mi divino
Esposo, mientras
estaba abandonada?”.
Jesús le contestó:
“Estaba contigo… No
hubieras podido
vencer sin mi
presencia”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:
“Ya que por amor a mi
has renunciado a
todos los goces
terrenales y deseas
gozarte sólo en mi, he
resuelto
solemnemente
celebrar mi esposorio
contigo y tomarte
como mi esposa en la
fe”.

Mientras
Jesús
hablaba,
aparecieron
muchos
ángeles, san
Juan, san
Pablo y
santo
Domingo de
Guzmán.

Y mientras el rey David tocaba el arpa, la
Virgen María tomó la mano de Catalina y la
puso en la mano de su Hijo.

Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo
de Catalina, y dijo:
“Yo, tu Creador
y Salvador, te
acepto como
esposa y te
concedo una fe
firme que nunca
te fallará. Nada
temas. Te he
puesto el
escudo de la fe
y prevalecerás
sobre todos tus
enemigos”.

Sintió una voz interior que la decía saliese ya de
su retiro para dedicarse al apostolado
Con la fortaleza
recibida del Señor,
comenzó su
apostolado en
Siena, Pisa,
Florencia. Y
después en
Avignón y Roma. Y
fue atrayendo un
grupo de devotos
amigos.

Y comenzó a escribir
cartas a personas
importantes para
buscar la paz.

Comenzaba todas
sus cartas con estas
palabras: “En el
nombre de Jesucristo
crucificado y de la
dulce María”. Y
manifestaba su gran
corazón y espíritu.

A través de Catalina
varios papas y
numerosos prelados
y religiosos sintieron
los mensajes
divinos. El factor
principal fueron las
oraciones y
sacrificios de esta
joven esposa de
Cristo.

Nannes era un poderoso
personaje apartado de Dios.
Le llevaron ante Catalina;
pero nada de lo que ella decía
parecía hacerle efecto.
Entonces Catalina hizo una
pausa para concentrarse en la
oración. En ese momento el
joven comenzó a llorar
arrepentido.
Una casa ofrecida por
Nannes, le sirvió a Catalina
para poner un convento.

Si siempre les atendía con
esmero, tuvo que
esforzarse más durante la
peste de 1374.
Curaba los cuerpos y
buscaba la salud del alma,
acompañando a otros en la
muerte.

Les servía como si se
tratase del mismo Jesús.

Como Catalina dedicaba
toda su vida al servicio
del Crucificado y de su
dulce Madre, ésta venía a
menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía
entre sus manos la
conversión de un
endurecido pecador, se
dirigía con confianza a
la Madre de la
Misericordia. Y pronto
notaba los efectos
benéficos.

Un sábado, “día de María”
dice ella, lo comenzó a
escribir. Propiamente no
lo escribía, sino que lo
dictaba. Solía tener varios
secretarios, entre sus
discípulos, pues dictaba
algo rápido.
Trata sobre la vida espiritual
en general y su título es:
“Diálogo de la Divina
Providencia”.

La santa había orado mucho tiempo para poder
tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la
iglesia de los
dominicos en Florencia
vio a la Virgen a su lado
que le indicaba un
sacerdote para que
fuese su guía: el padre
Raimundo de Capua.

Fue al mismo
tiempo padre e
hijo o discípulo,
pues aprendía
de ella, de modo
que llegó a ser
beatificado.
A él le dictaba la
santa sus
principales
páginas.

El 1 de Abril de 1375,
estando en Pisa,
recibió santa Catalina
los estigmas
invisibles. Sentía el
dolor, pero las llagas
no eran visibles
externamente.

El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue
elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más
seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos
estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa
Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

El papa se
reunió con
santa Catalina.
Y se quedó
admirado de
su prudencia y
santidad.

Gregorio XI había hecho
un voto secreto para
regresar a Roma, pero
no se decidía, al notar la
resistencia de la corte. El
papa lo consultó con
Catalina. Y ésta
decididamente le dijo:
“Cumpla lo que le ha
prometido a Dios”. El
papa quedó sorprendido
de que supiese lo del
voto, pues no se lo había
manifestado a nadie.

Así que decidió volver,
haciéndolo ese mismo
año de 1376.

Con mucho trabajo logró
santa Catalina la
reconciliación de
Florencia con el papa.
Después volvió a Siena
para continuar su vida
de oración intensa y
solitaria. Vivía en
abstinencia rigurosa,
alimentándose
prácticamente sólo de la
Eucaristía.

En una visión, le
presentó el Señor
dos coronas, una de
oro y otra de
espinas, invitándola
a escoger una. Ella
respondió: “Yo
deseo, ,oh Señor,
vivir aquí siempre
conformada a tu
pasión y a tu dolor,
encontrando en el
dolor y el sufrimiento
mi respuesta y
deleite”.

Entonces, con decisión
tomó la corona de espinas
y la presionó con fuerza
sobre su cabeza.

Una noche de
Navidad vio a la
Virgen María con el
Divino Niño.
Catalina pidió
humildemente el
poder tomar al Niño
en sus brazos. Así lo
besó y le dijo cosas
hermosas.

En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir
Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios
cardenales, especialmente franceses no estaban
contentos con la elección y eligieron otro,
poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes
de países procurando evitar el cisma. También al
papa Urbano VI exhortándole a dominar su
temperamento, causa de la división.

El papa pide a
Catalina que
vaya a Roma
para que le
ayude a
persuadir a los
que se habían
separado.

Trabajando en esa misión, en
Roma, la santa se puso
enferma. En el lecho de
muerte, rodeada de sus fieles
discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno,
recibe el sacrificio
de mi vida a favor
del Cuerpo Místico
de la Santa Iglesia.
No tengo otra cosa
que darte si no es
lo que tu me has
dado a mi. Toma mi
corazón y estrújalo
sobre la faz de esta
esposa”.

Santa Catalina
de Siena
murió, de un
ataque de
apoplejía, el 29
de Abril de
1380, a la edad
de treinta y
tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de
Minerva, donde puede visitarse su cuerpo
que yace bajo el altar.

Fue
canonizada
por el papa
Pio II, que era
también de
Siena, el 29 de
Junio de 1461.

En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el
papa Pablo VI, quien decía:
“En sus obras aparece la
sabiduría infusa, es decir, la
luminosa, profunda y extraña
asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la
fe contenidos en los Libros
Sagrados”
Es un carisma místico el don
de sabiduría, don que es para
provecho de todo el Cuerpo
de la Iglesia.

El 1 de Octubre
de 1999, el
papa Juan
Pablo II declaró
a santa Catalina
de Siena
Copatrona de
Europa.

Dice Jesús que si el
grano de trigo no
muere, no puede dar
fruto. La vida de santa
Catalina de Siena es
difícil de imitar; pero
nos debe ayudar a dar
gracias a Dios y hacer
que nuestra vida vaya
“muriendo” a fin de
florecer para Dios.

Como la
semilla que
se rompe al
pudrir
Automático

han de ser
las vidas
que se
entregan
al Señor.

No
esperemos
nunca dar la
vida sin morir,

nada hay
que se
rompa sin
que duela el
corazón.

No sabré
quién has
sido sin
sufrir.

No
pretendas
nunca
amarrar
cosas de
Dios,

pues Jesús
tan sólo dijo:
“Id y
predicad”.

Si las
amarramos
proclamamos
nuestro yo

y nuestra
misión tan
sólo es la de
sembrar.

y regar todo
aquello que
planté,

y al
sembrar
en Jesús
los
liberé.

AMÉN