Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

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Transcript Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Domingo II del T.O. Año A

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Yo esperaba con ansia al Señor: él se inclinó y escuchó mi grito; me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios.

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: «Aquí estoy.»

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Como está escrito en mi libro: «Para hacer tu voluntad.» Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas.

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes.

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Lectio

El salmo 39 que la liturgia nos regala este II domingo del tiempo ordinario es una de acción de gracias a Dios ante la asamblea por los beneficios obtenidos de Él en una prueba anterior, y una súplica de auxilio al Señor ante las nuevas desgracias que lo acechan. El salmo, en su conjunto, nos invita a la confianza en el Señor: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor”. Es Él quien ha librado al orante del “pozo del dolor.” El salmista está convencido que si antes Dios lo salvó, también en este trance lo salvará, ya que el Señor tiene que ser siempre salvador.

En cuanto a la época de redacción, los estudiosos la sitúan durante el exilio (587-538 a. C).

El versículo 7 que nosotros lo leemos –siguiendo la versión del texto hebreo- como: “me abriste el oído”, es el versículo que el autor de la Carta a los Hebreos lee – siguiendo una variante griega- como: “me has preparado un cuerpo”. De este modo, se aplica este texto a Jesucristo en el momento de su Encarnación.

Los v.v 14-18 son, en su versión elohísta, es decir, que cambia “el Señor” por “Díos mío”, el salmo 69.

Meditatio

Hoy este salmo responde al segundo cántico del Siervo de YHWH del profeta Isaías que tenemos como 1ª lectura. Siervo que, en el cuarto de sus cánticos, el profeta describe como un cordero llevado al matadero, que enmudecía y no abría la boca. Realmente, san Juan Bautista no ha cerrado los labios ante la gran asamblea y ha proclamado la salvación de Dios: Es Jesús el Cordero de Dios. Y es Jesús mismo quien responde al Padre en primera persona con las palabras de este salmo tal y como nos lo interpreta el autor de la carta a los hebreos: “Aquí estoy, para hacer tu voluntad.” Dos apuntes: El v.7 literalmente dice: “me cavaste el oído” La Palabra de Dios es como la gota que horada la peña, ¿de veras me dejo “cavar, horadar” por la Palabra? Es esto algo lento, muy lento, de lectura diaria, paciente y perseverante.

Los v.v 15-16 de este salmo no los leemos en la liturgia porque se pide en ellos la venganza de nuestros enemigos, cosa que Cristo nos enseñó que no debemos hacer. Pero sí los podemos –y debemos- orar ya que son Palabra de Dios, referidos a nuestros enemigos interiores y, por supuesto, al Enemigo con mayúscula del cual nos vino a liberar Cristo.

Oratio

Señor, hoy te pido que unas mi voz, y sobre todo mi vida, a tu respuesta al Padre: “Aquí estoy para hacer tu voluntad.” Quiero estar disponible a tus planes sobre mi. Tú nos dijiste que tu alimento era hacer la voluntad del Padre. Abre mis oídos para saber escuchar tu voz y reconocer tu presencia en medio de nosotros como hizo el Bautista. Y, como el salmista, no callar ante la asamblea tus maravillas, tu salvación.

Contemplatio

Hoy nos acompaña un texto un poco más extenso que de costumbre extraído de las Colaciones de Juan Casiano. Pero creemos que puede resultar interesante porque comenta el versículo 14 de nuestro salmo que es con el que iniciamos siempre el Oficio divino.

“Ven, oh Dios, en mi ayuda, apresúrate, Señor, a socorrerme”. No sin razón ha sido preferido este versículo entre todos los de la Escritura. Contiene en cifra todos los sentimientos que puede tener la naturaleza humana. Se adapta felizmente a todos los estados, y ayuda a mantenerse firme ante las tentaciones que nos solicitan.

En efecto, entraña la invocación hecha a Dios para sortear los peligros, la humildad de una sincera confesión, la vigilancia de un alma siempre alerta y penetrada de un temor perseverante, la consideración de nuestra fragilidad. Hace brotar asimismo la esperanza consoladora de ser atendidos y una fe ciega en la bondad divina, siempre pronta a socorrernos. Sea, pues, este versículo el alimento constante de nuestra oración. En la adversidad, para vernos libre de ella; en la prosperidad, para mantenernos firmes y precavidos contra la soberbia. Sí, que sea esta plegaria la ocupación continua de vuestro corazón. En el trabajo, en vuestros quehaceres, yendo de viaje, no dejéis nunca de repetirla. En suma: que estas palabras os acompañen como vuestro único refrán al postraros para la oración; y en seguida que os levantéis, seguid con ellas el ritmo ordinario de la vida, para que sea en todos los quehaceres de vuestra existencia una oración siempre viva y continua.”

Actio

Ayúdame, Señor, a no negarte los mil detalles cotidianos de caridad y de oración por todos. Esto será la “piedra de toque” que me hará ver si de veras quiero hacer tu voluntad y no la mía.