San Mateo escribe su evangelio un poco como por temas: a veces reúne doctrina en forma de sermones, otras veces agrupa milagros o parábolas.

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Transcript San Mateo escribe su evangelio un poco como por temas: a veces reúne doctrina en forma de sermones, otras veces agrupa milagros o parábolas.

San Mateo doctrina en escribe forma su evangelio un poco como por temas: a veces reúne de sermones, otras veces agrupa milagros o parábolas. Ahora agrupa palabras o frases en contra del proceder de los fariseos. Son palabras duras, especialmente las que prosiguen evangelio de este día.

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San Mateo, que dirige su evangelio especialmente a los judíos que se habían convertido, seguramente está comprobando nuevos cómo entre los cristianos se habría filtrado la manera hipócrita de actuar de los fariseos. Por eso recuerda, más que otros evangelistas, palabras de Jesús que van en contra hipocresía farisaica.

de esta Todo esto nos indica lo grave que era para Jesús la actitud de los fariseos, actitud que se nos puede meter a nosotros.

Los fariseos no solían ser los jefes o principales responsables de la religión. Éstos solían ser los saduceos entre los que se encontraban los principales sacerdotes.

Los fariseos eran grupos de personas “cumplidores de la Ley”, a quienes la gente les tenía como modelos a seguir. El problema es que eran hipócritas. Aparentaban que cumplían por fuera; pero su corazón estaba pervertido.

Veamos lo que dice Jesús de ellos en el evangelio.

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."

Jesús dice que los fariseos se sienten como los dueños de la explicación de la palabra de Dios. Esto se indica por la frase de que “se han sentado en la cátedra de Moisés”. Se llamaba así al lugar de la sinagoga desde donde se comentaba la palabra que había sido proclamada. De suyo, según el Antiguo Testamento, esa cátedra sólo debía ser usada por los sacerdotes; pero de hecho era usada por quien se creía entendido en la palabra de Dios.

Jesús no culpa de esto a los fariseos. Es más, parece que Jesús les acepta como maestros legítimos de la Ley. Por eso le dice a la gente que debe seguir lo que ellos dicen.

Pero como son hipócritas o falsos, Jesús dice a la gente que no hagan lo que ellos hacen.

Y lo peor es que a la gente le quieren poner “fardos pesados e insoportables”, mientras que ellos “no están dispuestos a mover un dedo para empujar”.

Ellos tenían dos cosas muy malas: Una era que no pretendían hacer el bien al pueblo, sino más bien a dominarlo. Y para ello ponían muchas leyes que nada más eran cargas pesadas. La otra era que esas cargas las ponían para los otros, pero ellos nada de nada.

Y Jesús va delatando esa hipocresía con hechos concretos, como por ejemplo alargar las filacterias. Estos eran pequeños recuerdos de la Ley que llevaban algunos para demostrar su respeto a la Ley; pero los fariseos lo ampliaban para que la gente les honrase a ellos y fueran más estimados.

Podríamos decir que no les importa lo que Dios piense de ellos, sino lo que piense la gente. Esto les llevaba a una gran vanidad y presunción.

Por eso, cuando había un banquete, buscaban los primeros puestos o simplemente tener un puesto más honorable en la sinagoga.

Hay grandes enseñanzas para nosotros. Primero, porque con facilidad “sentamos cátedra”. Es decir que en nuestros diálogos o enseñanzas estamos persuadidos de que nuestra razón es lo máximo. Y casi ni escuchamos a los demás, porque creemos que siempre tenemos la razón.

Esto pasa en política y en religión y en muchas cosas. Lo malo es que, por nuestro orgullo, identificamos nuestro pensar con la voluntad de Dios. Y luego, quizá no hacemos lo que decimos, no predicamos con el ejemplo.

Hipocresía es una especie de careta que uno se pone.

Entre nosotros se da una clase de hipocresía: la de aquellos que no quieren ir a la iglesia o hasta reniegan de la religión, porque algún sacerdote u obispo ha hecho algo escandaloso. Tu sigue a Jesús y procura cumplir también lo que dice ese sacerdote extraviado, mientras no vaya contra la Iglesia.

Lo que está mal es esa contradicción: por una parte el decir y por otra parte el hacer; por una parte el creer y por otra parte el vivir.

Sí, decidme porqué,

Sí, la extraña razón,

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de tanta contradicción de nuestro modo de ser:

Sí, decídmelo a mí, que no lo sé comprender:

Por una parte el decir…, por otra parte el hacer.

Por una parte el creer…, por otra parte el vivir.

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El hipócrita es como un ciego que acaba por engañarse a sí mismo.

El fariseo está engañado con su fingida santidad.

Hay muchos predicadores que tienen o tenemos diferentes balanzas para los demás y para nosotros. La razón es porque hay mucho egoísmo, pues muchos predican por interés propio. Y se pone la doctrina pesada para otros y lo suavecito para sí mismo.

Es lo contrario de lo que hacían los santos. Es curioso, cuando se lee la vida de santos fundadores o superiores que cogían lo más dificultoso para ellos y lo suave lo daban a los demás.

Cuando dice Jesús: “No llaméis a nadie maestro o padre”, no se trata de nombres según la cultura, sino que en la lengua oriental quiere decir que nadie es verdaderamente maestro o nadie es verdaderamente padre como lo es Dios.

“Padre” se daba, como título, a los rabinos y miembros del Gran Consejo. De hecho padre significa transmisor de la tradición y modelo de vida. Y el único que lo es de verdad es Dios.

Quizá la principal enseñanza de Jesús fue que Dios es nuestro Padre: el que nos da la vida, y la da con infinito amor para que nos comportemos como hijos.

Maestro y jefe o guía también es Dios, que nos manifiesta su voluntad.

Pero Dios mismo, en la segunda persona de la Santísima Trinidad, quiso hacerse hombre salvarnos, y ser para también el maestro señalándonos el camino por donde tenemos que seguir. Por lo tanto nuestra salvación será escucharle y seguir su ejemplo.

Dios nos trata como un padre o una madre. Así aprendió a tratar san Pablo. En la 2ª lectura expresa esas entrañas de madre para con los fieles que ha engendrado para Dios.

Qué bueno cuando, al oír la palabra de Dios, la escuchamos a través de un “instrumento” digno. Pero, sea como sea, si es palabra de Dios, debemos estar atentos a su mensaje.

Dice san Pablo, I Tes 2, 7b-9. 13

Hermanos: Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor. Recordad si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. Ésta es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.

Los fariseos tenían muchas devociones externas. Y en realidad son muy buenas las devociones, y la liturgia y los actos de culto. Pero son buenos si nos ayudan para ensanchar o agrandar la vida interior.

En realidad los actos religiosos de los fariseos no eran tal, ya que no buscaban la honra de Dios, sino acrecentar su propio egoísmo.

Jesús nos invita a la humildad.

Los fariseos se pasan en querer demostrar su bondad por medio de actos externos. Alguna vez nos dice el evangelio que hasta sonaban una trompetita cuando iban a hacer una limosna.

No hagas sonar la trompeta cuando la limosna des.

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Eso lo hacen los falsos y no los hombres de bien.

que su afán ya recibieron.

En verdad quiero deciros que su afán ya recibieron.

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Es bueno el reconocimiento a las personas, si nos ayuda para el buen estímulo y ejemplo para otros. Pero muchas veces quizá la Iglesia ha exagerado en los títulos y honores externos. No suele ayudar mucho para la humildad.

Termina el evangelio de este día con una declaración de Jesús sobre quién es “grande” en el Reino de Dios.

No es precisamente el que tiene títulos y honores, sino el que “más sirve”, el que sea más servidor de los demás. Ése es el más importante en la Iglesia.

No es un apóstol, o el papa o un obispo. En realidad tiene que haber una jerarquía para que haya una organización. Puede ser que el más servidor sea el papa o un obispo; pero puede ser cualquier otra persona.

Ser servidor es el que más atento está a las necesidades de los otros, es el que más atento está a la voluntad de Dios.

Qué bien hace cuando el que está constituido en autoridad cumple lo que dice, y cuando antecede el bien de la comunidad a su bien propio.

El servidor procura no ser gravoso a nadie, como dice hoy san Pablo.

Siempre tiene que estar en disponibilidad o a disposición para hacer el bien, de modo que entregue hasta su propia persona.

Ser humilde y servidor significa ser “como niño” en las manos de Dios.

Por eso hoy en el salmo responsorial, el alma, que se fía de Dios y está dispuesto a servir, le dice: “Señor, mi corazón no es ambicioso… No pretendo grandezas que superan mi capacidad… Estoy en Ti como un niño en brazos de su madre.”

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Señor, ni mis ojos altaneros.

Espere Israel en el Señor,

Espera Israel en el Señor.

Espera Israel

Vayamos de los brazos de María a Dios.

AMÉN