¿Cómo llegaron los discípulos y discípulas a ver a Jesús resucitado? No en un sepulcro vacío, ni en apariciones singulares.

Download Report

Transcript ¿Cómo llegaron los discípulos y discípulas a ver a Jesús resucitado? No en un sepulcro vacío, ni en apariciones singulares.

¿Cómo llegaron los discípulos y discípulas a ver a Jesús resucitado?
No en un sepulcro vacío, ni en apariciones singulares. ¿Cómo, pues?
Recordando mejor la historia de Jesús, trayéndolo al corazón,
meditando su buena noticia.
En la vida de Jesús vieron el amor inmortal de Dios,
en las heridas de Jesús vieron la compasión sanadora de Dios,
en la bondad de Jesús vieron la bondad poderosa de Dios.
¿Y cómo lo vemos nosotros? Lo vemos como ellos.
Hoy y aquí sucede lo que nos narran los bellos relatos pascuales.
Sucede sin cesar en nuestra vida normal de cada día.
Abramos los ojos, y veremos a Jesús resucitado en medio de nosotros,
a nuestro lado, en el fondo de cada ser.
Abramos los oídos, y escucharemos la buena noticia,
y llenará de paz nuestro corazón.
José Arregi
Texto: Juan 20, 1-9. Resurrección de Jesús -BComentarios y presentación: Asun Gutiérrez.
Música: Grieg. La mañana.
El domingo por la mañana, muy temprano, antes de
salir el sol, María Magdalena se presentó en el
sepulcro.
1
Fue la sensibilidad, el dolor, el anhelo, la nostalgia, la búsqueda, el impulso del corazón,
el amor, lo que llevó a María Magdalena, primera testigo de la Resurrección, a la tumba
temprano, por la mañana, cuando aún estaba oscuro. Emprendió el camino de noche para
buscar a Jesús, el duelo oscurecía su corazón, porque no encontraba a quien amaba.
El amor madruga más que el sol. El amor es luz en la oscuridad.
El amor hace testigos de lo invisible, de lo “increíble”.
El amor no mide, derrocha. El amor tiene bastante con amar.
Si confías en tu anhelo y sigues tu amor hasta el final, encontrarás al Resucitado,
como María Magdalena. Sólo hay que abrir el corazón, en medio de la oscuridad,
para encontrar a Aquel que ama tu alma.
¿Cuál es mi anhelo más profundo? ¿Hacia dónde, hacia qué, hacia quién me lleva el amor?
Cuando vio que había sido rodada la piedra que tapaba la
entrada, 2 se volvió corriendo a la ciudad para contárselo a
Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús tanto quería.
María Magdalena, testigo del sepulcro vacío, corrió a anunciarlo a los apóstoles,
convirtiéndose así en "apóstol de los apóstoles", la primera anunciadora de la Buena
Noticia de la Pascua.
Jesús no siempre está donde creemos que está, ni donde nos gustaría que esté, ni
donde intentamos colocarlo, sino donde Él se pone.
Él va delante, abriendo caminos. Siempre más lejos, para que no nos instalemos,
para que sigamos buscándole día y noche, con luz y en la oscuridad. Como María
Magdalena.
Les dijo:
-Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos
dónde lo han puesto.
No saber “dónde lo han puesto” no es razón para la desesperanza,
sino para seguir buscando.
Su “ausencia” nos lanza a buscarlo siempre,
en las personas y lugares que Él frecuentaba, y a dejarnos encontrar por él.
Lo fundamental no es dónde ponen o ponemos a Jesús,
sino dónde y con quién está realmente.
Pedro y el otro discípulo se fueron rápidamente al sepulcro. 4
Salieron corriendo los dos juntos, pero el otro discípulo adelantó a
Pedro y llegó antes que él. 5 Al asomarse al interior vio que las
vendas de lino estaban allí; pero no entró.
6 Siguiéndole los pasos llegó Simón Pedro que entró en el
sepulcro, 7 y comprobó que las vendas de lino estaban allí. Estaba
también el paño que habían colocado sobre la cabeza de Jesús,
pero no estaba con las vendas, sino doblado y colocado aparte. 8
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado
primero al sepulcro. Vio y creyó.
3
Es conveniente partir de nuestra propia experiencia, contemplar nuestra vida para
dar testimonio de haber visto a Jesús.
Ir al encuentro de Jesús, buscarlo, nos producirá la sorpresa de sentir que nuestra
vida cambia tanto como les cambió a sus primer@s discípul@s.
Hoy Jesús está con nosotr@s, pasa a nuestro lado. ¿Le veo? ¿Creo en él?
(Y es que hasta entonces, los discípulos no habían entendido
la Escritura, según la cual Jesús tenía que resucitar de entre
los muertos).
9
“Desde el momento de la resurrección, Cristo no tiene otro cuerpo visible que el
de los cristianos, ni otro amor que dar que el de éstos” (L. Evely). Ahora somos
nosotr@s quienes nos comprometemos a vivir como personas resucitadas.
Siguiendo las huellas de Jesús. Experimentando su presencia y comunicándola a
tod@s. Como María Magdalena, somos mensajer@s del nuevo día, portador@s de
esperanza, cultivador@s de nuevas pascuas. Hoy amanece. Entre tod@s podemos
multiplicar la luz. Es Pascua. Es la fiesta de la vida. Que ayudemos a Jesús a
resucitar aliviando a las personas que lo necesiten, mostrando la alegría de la
entrega y el encuentro, la ternura de la misericordia,
el entusiasmo por un mundo más justo y mejor para tod@s..., siendo testigos,
con nuestra palabra y, sobre todo, con nuestra vida, de que Jesús…
Yo también quiero, Rabboni,
ser María Magdalena.
Quiero escuchar tu voz, ver tu rostro
y descansar en tus brazos.
Quiero oír cómo tus labios pronuncian
mi nombre y cómo tus ojos me miran
con amor aceptándome como soy.
Pero sabes, me duele quedarme siempre
en la puerta de un encuentro pleno y eterno,
y vivo soñando con que algún día
se producirá esa meta final.
Como María Magdalena, aspiro
a esa unión con el Amado que nunca se termine,
a que los momentos de intimidad se eternicen.
Ésa es la aspiración de mi alma
y ésa es la promesa a la que aspiraba María Magdalena
y con la que contamos todos.
Nuestra Promesa.
Isabel Gómez-Acebo