Transcript Obesidad

Ps Jaime E Vargas M
A515TE
“Muchas personas obesas no buscan un tratamiento para su
problema. De entre aquellos que sí lo buscan, la mayoría no baja de peso
y entre los que sí bajan de peso, la mayoría lo recupera en poco tiempo”
(Stunkard, 1958).
Los reportes de la literatura médica consignan que no más del
25% de las personas obesas que buscan un tratamiento, logran perder
cuando mucho unas 20 libras (9 Kg) y solo un 5% llegan a perder unas
40 libras (18 Kg).
El interés actual en la modificación de conducta y la evidencia de
su efectividad en el control de diversas afectaciones severas, conllevan
inevitablemente a su aplicación en los casos de sobrealimentación y de
obesidad.
Los resultados de la primera aplicación de la modificación de
conducta para la obesidad (Ferster) resultó decepcionante. Los 10
pacientes participantes, en promedio perdieron solo 10 libras de peso
(4.5 Kg), con un rango de entre 5 y 20 libras.
Un segundo estudio reportó una pérdida de peso
significativamente mayor, con un grupo tratado conductualmente y en
comparación con otro grupo control sin tratamiento. Sin embargo, solo
algunos de este grupo eran verdaderamente obesos y solo el 21%, de los
que continuaron en tratamiento, llegaron a perder cuando mucho unas
20 libras -9 Kg- (Harris, 1969).
En un reporte más reciente (Stuart, 1967), el 80% de los
pacientes que iniciaron un tratamiento (y todos los que lo continuaron)
llegaron a bajar más de 20 libras (9 Kg) y 30% de ellos perdieron más de
40 libras -18 Kg- (que es el mejor resultado reportado de un tratamiento
contra la obesidad).
Material y Método:
El estudio se realizó dentro de un programa para el tratamiento
ambulatorio de la obesidad. La duración de los tratamientos era de 3 meses, con
sesiones semanales de las 10:30 AM a las 3 PM. Las actividades consistían de
periodos de ejercicio físico, preparación y consumo de alimentos con bajo valor
calórico, así como terapia de grupo.
El grupo estudiado fue de 32 pacientes con al menos un 20% de
sobrepeso. El sobrepeso promedio de este grupo experimental fue de 78%,
mientras que el del grupo control fue de 80%. La edad promedio del grupo
experimental fue de 39 (rango entre 22-61) y la del grupo control de 44 (rango
entre 15-61). De los 32 pacientes, 24 eran mujeres y 8 hombres.
Se estudiaron dos cohortes, los
pacientes fueron aleatoriamente
asignados a los grupos experimental y
control.
La terapia para ambos grupos
era conducida por una pareja de hombre
y mujer.
El grupo control recibió
psicoterapia de apoyo, consejo sobre
dietas y nutrición y, si lo solicitaban,
medicación para reducir su apetito.
1. Descripción del comportamiento a controlar. Se pidió a los pacientes que
llevaran a cabo el registro diario de la cantidad, el tiempo y las circunstancias
de sus episodios de alimentación. El resultado inmediato de este procedimiento
inconveniente y consumidor de tiempo fueron las quejas y los cuchicheos.
Sin embargo, eventualmente cada paciente insatisfecho reconocía que este
procedimiento había probado su utilidad, particularmente al permitir estar
pendiente de lo mucho que comían, la velocidad con la que lo hacían y la
amplia variedad de situaciones ambientales y psicológicas asociadas con su
conducta de alimentación. Por ejemplo, luego de 2 semanas llevando su
registro, una ama de casa de 30 años de edad reportó que por primera vez en
su vida, se daba cuenta que su ira estimulaba su conducta de alimentación.
Por lo que, siempre que se notaba que empezaba a enojarse, abandonaba la
cocina y se ponía a escribir cómo se sentía, lo que disminuía su enojo y no
comía de más.
2. Modificación y control del estímulo discriminativo que gobierna la alimentación.
La mayoría de los pacientes reportaban que los episodios de su alimentación
ocurrían en una amplia variedad de lugares y en muy diversos momentos durante
el día. Por lo que se les animó para que confinaran su alimentación, incluyendo
los bocadillos, a un solo lugar: en el comedor. Otros esfuerzos por controlar el
estímulo discriminativo del consumo de comida incluyeron el uso de una mesa
exclusiva pintada de un color particular. A los pacientes se les dijo que su episodio
de alimentación debiera ser una experiencia única y no acompañarlo con otras
actividades como leer, ver la televisión o discutir con sus familiares.
3. Desarrollo de técnicas que controlen el acto de alimentación. Se emplearon
técnicas específicas para ayudar a los pacientes a reducir la velocidad de su
conducta alimentaria y para estar pendientes de los varios componentes del
proceso de alimentación, así como lograr el control de estos componentes.
Los ejercicios incluían el contar cada bocado de comida deglutido y el dejar
los cubiertos sobre el plato (soltarlos), después de cada tres bocados, hasta
que este tercer bocado fuera completamente bien masticado y deglutido.
4. Reforzamiento de la conducta que demore o controle la alimentación.
Se delineó un programa de reforzamiento mediante un sistema de puntos,
para controlar la conducta alimentaria. El poner en práctica los ejercicios de
control sugeridos durante los episodios de alimentación le hacían ganar al
paciente cierto número de puntos; elegir una alternativa frente a una gran
tentación, les hacía ganar el doble de estos puntos. Los puntos eran
cambiados por dinero, el cual se otorgaba en la siguiente sesión y se donaba
para todo el grupo.
Además del reforzamiento positivo, también se utilizaba el reforzamiento
negativo. Por ejemplo, el control sobre el consumo de bocadillos se lograba
“condimentando” los bocadillos favoritos con aceite de castor, que les daba un
sabor aversivo. Además, al fallar en el control ejercido hacía que perdieran los
puntos ganados.
Este programa es diferente de otros previamente utilizados, al menos en dos
aspectos: (a) infrecuente uso de la bascula y (b) programas de reforzamiento
separados, un programa para los ejercicios de auto-control y otro para la
pérdida de peso.
(a) En investigaciones previas se ha pesado a los pacientes más
frecuentemente aunando contingencias luego de pesarlos hasta cuatro
veces al día. Semejantes fluctuaciones de corto plazo en el peso, pueden
ser debidas a factores fisiológicos como los cambios en los fluidos
corporales, mismos que resultan imperfectamente relacionados con los
ejercicios de control conductual o con la conducta alimentaria.
Su reforzamiento, entonces, puede ser contraproducente.
(b) El objetivo principal de nuestro programa es el desarrollo del auto-control
de la conducta alimentaria y la pérdida de peso considerada como una
consecuencia del comportamiento adaptativo resultante del auto-control.
Por lo que se establecieron programas de reforzamiento separados, para
el auto-control y para la baja de peso.
RESULTADOS
El peso perdido en cada paciente se grafica en las Figuras 1 y 2.
Ahí hay que resaltar dos hallazgos. Primero, en cada cohorte el promedio de
peso perdido para el grupo bajo modificación de conducta fue mayor que en
el grupo control, 24 vs. 18 libras para la primera cohorte y 13 vs. 11 libras
para la segunda.
El segundo hallazgo es que hubo mayor variabilidad en el grupo
bajo modificación de conducta, lo que hizo que entre el grupo experimental
y el grupo control no hubiera una diferencia estadísticamente significativa.
La gran variabilidad en la ejecución de los pacientes en los
grupos bajo modificación de conducta hace surgir cuestionamientos
intrigantes para las siguientes investigaciones ya que los mejores y los
peores resultados se obtuvieron en estos grupos.
Pareciera ser que la modificación de conducta puede ser
marcadamente efectiva en ciertos pacientes y bastante inefectiva en
otros.
Una meta principal para las siguientes investigaciones será el
esclarecen variables predictivas de los efectos esperados, así como la
replicación de estos resultados.
REFERENCIA
Penick S. B., Filion R., Fox S., & Stunkard A. J.
Behavior Modification in the Treatment of Obesity
Psychosomatic Medicine, 1971, 33, 49-55