Santa Teresa nació en Ávila, ciudad de Castilla, en España, el 28 de Marzo de 1515.

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Santa Teresa nació en Ávila,

ciudad de Castilla, en España,
el 28 de Marzo de 1515.


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Sus padres eran
Alonso Sánchez
Cepeda y Beatriz
Dávila y
Ahumada. Tenía
varios hermanos,
todos muy
cristianos.

De sus hermanos escribirá santa Teresa:
“por la gracia de Dios, todos se asemejan
en la virtud a mis padres excepto yo”.


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A los siete años, con su
hermano Rodrigo, un
año mayor, impresionados por la lectura de
vidas de santos,
se marcharon, pensando ir a tierra de moros, para
ser mártires; pero fueron recogidos por un tío, que
los devolvió a su casa. En el jardín de la casa
simulaban construir chozas para vivir como
ermitaños.


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A los 14 años murió su madre y comenzó más
encendida su devoción a la Virgen María.
Cuenta ella misma:

“En cuanto empecé a caer
en la cuenta de la pérdida
que había sufrido, comencé
a entristecerme
sobremanera. Entonces me
dirigí a una imagen de
Nuestra Señora y le rogué
con muchas lágrimas que
me tomase por hija suya”.


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Siendo joven, la
empezaron a gustar
las novelas de
caballerías; y hasta
intentó escribir una.

“Esos libros no dejaron de enfriar mis buenos
deseos y me hicieron caer insensiblemente en
otras faltas. Las novelas de caballerías me
gustaban tanto, que no estaba yo contenta cuando
no tenía una entre mis manos.”


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“Poco a poco empecé
a interesarme por la
moda, a tomar gusto
en vestirme bien, a
preocuparme mucho
del cuidado de mis
manos,
a usar perfumes y a emplear todas las vanidades que
el mundo aconsejaba a las personas de mi condición”.

Su padre se dio cuenta de ello y la envió a educarse
en el convento de las agustinas de Ávila.


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Al año y medio
se puso muy
enferma y tuvo
que volver a
casa.

Su tío Pedro, que era hombre muy piadoso, le
regaló las “Cartas” de san Jerónimo. Su lectura
hizo que Teresa tomase la decisión de ser
religiosa, aunque su padre quería que estuviera
en casa, al menos hasta que él muriera.


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Tenía una amiga íntima, Juana Suárez, religiosa
en el convento carmelita de la Encarnación. Fue
a verla y se quedó allí, a pesar de contrariar a su
padre. Era el 2 de Noviembre de 1533.

Ella escribe: “Al abandonar mi casa, pensaba
que la tortura de la agonía y de la muerte no
podía ser peor a lo que experimentaba yo en
aquel momento… El amor de Dios no era
suficiente para ahogar en mí el amor que
profesaba a mi padre y a mis amigos”.


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Al año pudo hacer la profesión; pero la enfermedad,
que no la había dejado del todo, volvió con más
fuerza. Su padre tuvo que sacarla del convento para
llevarle a médicos más famosos.
Fue donde su
hermana María y,
después de
tratamientos muy
dolorosos, pudo
volver al convento.


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Esta vez es “El tercer alfabeto espiritual”
de Francisco de Osuna. Este libro sí sería
básico en la formación espiritual de santa
Teresa.


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Con gran ansiedad,
aprovechando la misma
noche, leyó santa teresa
“El tercer alfabeto
espiritual”. El libro va
describiendo un camino
seguro para llegar a Dios.

Era un método aprovechable. Luego ella, de modo
más armonioso y sublime, basándose en la misma
experiencia de su vida, nos propondrá un camino
para poder llegar muy alto, por medio de la
oración.


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El problema estaba en que se prestaba para
pasarlo bien y “coquetear” con los caballeros.
Santa Teresa, que era atractiva, pasaba
demasiado tiempo en el locutorio. Esto la llevó a
descuidar la oración mental.


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Un día, al estar ante un
crucifijo sangrante, le
preguntó: “Señor, ¿quién
te puso así?, y le pareció
que una voz le decía: “Tus
charlas en la sala de
visitas, esas fueron las
que me pusieron así,
Teresa”. Ella se echó a
llorar… Y desde ese día
no volvió a perder tiempo
en charlas inútiles y en
amistades que no
llevasen hacia la santidad.


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Cuando santa Teresa
dejó las conversaciones
del recibidor y otras
ocasiones de disipación,
Dios empezó a
favorecerla con la
oración de quietud y de
unión.
Es el comienzo de una oración mística, cuando
el orante se deja llevar del amor de Dios, que
derrama en lo íntimo del ser.


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No todos, a quienes
consultaba, eran
santos y sabios,
para saber discernir,
ni prudentes para
saber callar y
pensar.
Lo de las visiones se divulgó más de lo
que ella quería. Y algunos pensaron que
era cosa del demonio.


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El principal doctor en
Ávila, que era el padre
Daza, dictaminó que
Teresa era víctima de los
engaños del demonio.
Dios a veces permite la oscuridad del alma,
mientras se sigue buscando a Dios, para que la
fe vaya purificándose. En medio de las tinieblas,
por causa de los que no la comprendían, llegó la
luz cuando llegaron a Ávila los padres de la
Compañía de Jesús.


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El P. Baltasar Alvarez
le aconsejó pedir
ayuda a Dios para
hacer siempre lo que
fuese más agradable a
sus ojos.
Así lo hizo Teresa y
un día, en éxtasis, oyó
en su interior estas
palabras: “No quiero
que converses con los hombres sino con
los ángeles”


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Santa teresa siguió
teniendo experiencias
de palabras divinas.
Ella escribirá que son
más claras y distintas
que las humanas. Y dirá
también que son más
operativas pues producen en el alma una
tendencia a la virtud.

Y además dejan al alma llena de gozo y de
paz, convencida de la verdad de lo que ha
escuchado.


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La luz se hizo
clara en el alma
de santa Teresa
cuando llegó el
jesuita, san Francisco de Borja,
quien dictaminó
que esas visiones
y locuciones eran
cosa de Dios.

El Dr. Daza, que se había opuesto a Teresa,
desde ahora será una gran ayuda para ella.


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Otra gran ayuda fue la
de san Pedro de
Alcántara. Declaró que
era evidente que el
Espíritu de Dios guiaba
a teresa.
Él era franciscano, en la reforma más
estricta, y animó a santa Teresa a emprender
la gran obra de la reforma de la orden
carmelitana. Eso sí, la predijo que tendría
muchas persecuciones y sufrimientos; pero
todo sería para la gloria de Dios.


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A veces, en
momentos de íntima
oración, su cuerpo
se elevaba sobre la
tierra.

Santa teresa lo explicaba: “Dios no parece
contentarse con arrebatar el alma a Sí, sino
que levanta también este cuerpo mortal,
manchado con el barro asqueroso de
nuestros pecados”.


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Uno de los fenómenos más extraordinarios fue la transverberación.
Cuenta santa Teresa:

“Vi a mi lado a un ángel que
se hallaba a mi izquierda, en
forma humana… Llevaba en la
mano una larga espada de
oro, cuya punta parecía un
ascua encendida. Me parecía
que por momentos hundía la
espada en mi corazón y me
traspasaba las entrañas… El
dolor era tan intenso, que me
hacía gemir, pero al mismo
tiempo, la dulcedumbre de
aquella pena excesiva era tan
extraordinaria, que no hubiese
yo querido verme libre de ella”


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Dos fueron los efectos de la
transverberación: Uno físico,
pues en la autopsia se vio en
su corazón una herida larga y
profunda.

Lo principal estaba en
su alma, Acrecentó su
amor a Dios, con un
deseo grande de morir
para unirse con Dios,
declarando: “Muero
porque no muero”.
Ella escribía: “La única
razón que encuentro
para vivir, es sufrir y eso
es lo único que pido
para mí”.


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Para corresponder a esa gracia,

Esto es algo muy especial,
pues se necesita mucha
gracia de Dios; pero santa
Teresa cumplió
perfectamente su voto.


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Y comenzaron
las
persecuciones.
En su propio
convento la
tenían por
endemoniada.
Y mucho más cuando se supo que pensaba
retirarse a vivir una vida de suma pobreza y
reformar la vida de las carmelitas.


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Pero encontró
apoyo fuera del
convento:

Además de contar con su familia, santa teresa
expresó sus deseos a una viuda rica, doña
Guiomar de Ulloa, quien le ofreció ayuda
generosa.


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También el Dr.
Daza, que al
principio creía
que eran del
demonio las
cosas de
Teresa,

ahora se compromete a ayudarla y
promete interceder por esta causa
ante el Sr. Obispo.


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De nuevo san
Pedro de
Alcántara, el
gran animador
de la reforma de
santa Teresa, no
sólo la anima,
sino que consigue que el Sr. Obispo
autorice la nueva fundación y pida los
permisos convenientes al mismo Papa.


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Una hermana de santa Teresa, Juana de Ahumada,
tenía una casa medio abandonada, allí mismo en
Ávila. Junto con su esposo la arreglaron un poco.

Y ese fue el primer convento reformado de
las carmelitas, dedicado a san José.


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Era el 24 de Agosto
de 1562, cuando
santa Teresa con
unas pocas
religiosas, dejaban
el convento de la
Encarnación para ir
a su nueva casa.

En la misa de inauguración tomaron el
velo cuatro novicias, entre ellas una sobrina de la santa. La madre Teresa desde
ese día se llamará: Teresa de Jesús.


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Ella escribió: “Creo que fueron los años más tranquilos y
apacibles de mi vida, pues disfruté entonces de la paz
que tanto había deseado mi alma.”


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Santa Teresa comprende que un convento no debe tener
demasiadas monjas, sino que es preferible fundar nuevos
conventos. Y, con la autorización de los superiores de la
orden, sale por los caminos de España a fundar: en Medina
del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo…

Un día la llamarán: la monja andariega.


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En Medina del
Campo encontró
al prior del
convento de los
carmelitas,
P. Antonio de
Jesús, dispuesto
a abrazar la
reforma.

Con este gran apoyo, podrá santa Teresa
fundar un convento de frailes reformados
en Duruelo y luego en Pastrana.


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Pero la principal
ayuda para la
organización de
la reforma en los
hombres, vino de
otro fraile,
pequeño y joven.
Era Juan de
Yepes.
Un día será conocido como san Juan de la Cruz:
quien siguió las demás fundaciones de la reforma
en los hombres, y que, junto con santa Teresa,
será uno de los más ilustres escritores místicos.


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Como el convento de la Encarnación de
Avila, donde había pasado muchos
años santa Teresa, llevaba mal camino.

se le ocurrió al visitador apostólico de Castilla: nombrar como
priora nada menos que a la madre Teresa de Jesús.


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Santa Teresa aceptó el cargo,
como obediencia; pero tuvo
muchos problemas, pues las
religiosas se negaron a obedecer
a la nueva superiora.

Fue ganándose la simpatía
y el afecto de la comunidad
con amor y servicio,
siguiendo siempre las
constituciones de las
carmelitas calzadas.
Prohibió las visitas demasiado frecuentes, puso
en orden las finanzas e introdujo el verdadero
espíritu del claustro.


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Después de un tiempo,
pudo renunciar para
seguir en el camino que
creía era del agrado del
Señor. Así que se puso en
camino, ahora yendo por
Andalucía, en el sur de
España.

Debía también visitar a los conventos fundados,
en cuanto posible era; y seguir escribiendo
sobre las “fundaciones”, según le sugerían sus
confesores.


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En Andalucía encontró con
mucho agrado que el visitador
apostólico era un carmelita de
los reformados por san Juan
de la Cruz. Se trataba del P.
Jerónimo Gracián, quien
ayudó a santa Teresa en todo
lo que estaba de su parte.

Convenció a la santa para ir a fundar a Sevilla y
para que siguiera escribiendo sobre las
“fundaciones”. Como él era aún bastante joven,
después de la muerte de santa Teresa, fue uno de
los más ardientes propagadores de su obra.


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Los contratiempos
no terminaban.
Nombraron nuevo
nuncio y nuevos
visitadores
contrarios a la
reforma de santa
Teresa. Ella, por
medio de amigos,
tuvo que recurrir al
mismo rey Felipe II.
El monarca apoyó la reforma del Carmelo y
la obra de santa Teresa siguió adelante.


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Santa Teresa siguió por los
caminos de España y llegó a
Burgos para hacer su última
fundación. Hacía mucho frío y
ella se encontraba muy débil
de salud.

Pudo organizar todo y aun
escribir lo concerniente a
esta última fundación.


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Llegado el verano
se puso en
camino, con
grandes
dificultades, en
aquellas carretas
tiradas por mulas.

Su plan era ir a Ávila; pero recibido un
mensaje de la duquesa de Alba, que
quería hablar con ella, santa Teresa, se
dirigió a Alba de Tormes.


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Nada más llegar tuvo que
acostarse; y la santa dijo
a una religiosa: “Por fin,
hija mía, ha llegado la
hora de mi muerte”

El P. Antonio de
Heredia le llevó el
viático.

La santa se incorporó y exclamó: “¡Oh, Señor, por
fin ha llegado la hora de vernos cara a cara”.
El P. Antonio le preguntó dónde quería que la
sepultasen. Ella replicó sencillamente: “¿Tengo
que decidirlo yo? ¿Me van a negar aquí un
agujero para mi cuerpo?”


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Santa teresa murió, en
brazos de la beata Ana,
a las 9 de la noche del 4
de Octubre de 1582.

Al día siguiente entraba
en vigor la reforma
gregoriana del
calendario, suprimiendo
diez días, de modo que
la fiesta de la santa
quedó fijada para el 15
de Octubre.


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Santa teresa fue sepultada
en Alba de Tormes, donde
aún reposan sus reliquias.
Parte de estas reliquias se
han repartido por diversos
lugares para acrecentar el
bien de los fieles.

Una muy célebre es el
brazo incorrupto de la
santa que ha recorrido
muchas ciudades y
pueblos del mundo, siendo
testimonio de su vida.


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Fue
declarada
santa el año
1622 en una
ceremonia
muy
solemne.

Lo fue
juntamente
con san
Ignacio de
Loyola, san
Francisco
Javier, san
Isidro
Labrador y
san Felipe
Neri.


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El 27 de Septiembre
de 1970 el papa
Pablo VI declaró a
santa Teresa:
Doctora de la
Iglesia.

“La doctrina de teresa de Ávila brilla por los
carismas de la verdad, de la fidelidad a la fe
católica, de la utilidad para la formación de
las almas…”


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“Nos da el mensaje de
la oración, canto y
música del espíritu,
penetrado por la gracia,
y aliento al diálogo de la
fe, de la esperanza y de
la caridad”.


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“Es tratar de amistad
estando muchas
veces tratando a
solas con quien
sabemos nos ama”.


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Por eso cantaba
ante sus religiosas:


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Nada

t e t u r b e,
Automático


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Nada te
espante.


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Quien
a
Dios
tiene


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n a d a l e f a l t a.


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Todo

se pasa,


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La

paciencia


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t o d o l o a l c a n z a.


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Nada
te

espante


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Sólo
Dios


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sólo
Dios
basta.


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Que la Virgen del Carmen, a quien
amó tan tiernamente santa Teresa,

nos proteja
bajo su
manto.

AMÉN