San Pio X, por el año 1910, antes de iniciarse el proceso de beatificación dijo: Y añadía: “Grande sin hacer nada extraordinario”. “Esta extrema sencillez.

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Transcript San Pio X, por el año 1910, antes de iniciarse el proceso de beatificación dijo: Y añadía: “Grande sin hacer nada extraordinario”. “Esta extrema sencillez.

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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


Slide 9

San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


Slide 14

San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


Slide 18

San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


Slide 20

San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


Slide 25

San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


Slide 27

San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


Slide 29

San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


Slide 31

San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


Slide 33

San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


Slide 36

San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


Slide 38

San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


Slide 42

San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


Slide 47

San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN


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San Pio X, por el año 1910,
antes de iniciarse el proceso
de beatificación dijo:

Y añadía: “Grande sin hacer
nada extraordinario”.

“Esta extrema sencillez es precisamente
lo que hay de más extraordinario y
notable en esta alma”.

El ideal y esencia de
santa Teresa del Niño
Jesús se puede
resumir en esta frase
que ella escribe a su
hermana María:

Santa Teresita nació en Alençon (Francia), el 2 de Enero
de 1873.

2 días después fue bautizada en la iglesia de
Notre Dame, donde se habían casado sus padres.

Sus padres, Luis
Martín y Celia
Guerín, fueron
declarados beatos
el 19 de Octubre
de 2008.
Teresa dirá un día de sus padres: “Con una
naturaleza como la mía, si no hubiera sido
educada por padres virtuosos, habría
llegado a ser muy mala, y tal vez a perderme
eternamente”.

Teresa era la última de
nueve hermanos. Ya
habían muerto 4 muy
pequeñitos: dos niños
y dos niñas.

Las otras 5 hermanas
fueron religiosas.
“Mis recuerdos más
antiguos son de sonrisas y
de demostraciones de
aprecio y ternura”.

Educada cristianamente,
Teresa muy pronto aprendió a
orar. A los tres años, promete
a Dios no negarle nada que le
pida.

Es sensible y muy avispada. Muy
amante de la naturaleza, era
afectuosa, tierna y soñadora.
También era caprichosa e
imperiosa; pero desde muy
pequeña aprende a conocerse y
dominarse. Y ya piensa un día en
ser monja.

El 28 de Agosto de 1877 muere su
madre. Tenía Teresita sólo cuatro años.
Fue un golpe grande en su afectividad y
por un tiempo se hizo tímida y sensible.

Después del entierro, su hermanita un
poco mayor, Celina, se acoge donde
su hermana mayor, María, diciendo
que en adelante será su madre. –
Teresita, no queriendo ser menos, se
acoge bajo el regazo de su hermana
Paulina, la segunda mayor, diciendo
que en adelante ella será su madre.

En Noviembre de ese
año, 1877, el señor
Luis Martín vende la
relojería y se
traslada con sus
cinco hijas a Lisieux.
Vivirán en Les
Buissonnets, casa
amplia de su tía, la
señora Guerín, mujer
excelente, que se ha
comprometido a
seguir educando a
las niñas.

Teresa, con su hermana
Celina, va al colegio de
las benedictinas en
Lisieux.

A finales de 1879 recibe
por primera vez el
sacramento de la
Penitencia. Quien la ha
preparado para ello ha
sido su hermana
Paulina.

El 2 de Octubre de 1882 sufre otro “golpe
psicológico”, ya que su hermana Paulina,
su “segunda madre”, entra en el Carmelo
de Lisieux. Este golpe es más tranquilo y
esperanzador.

En 1883 Teresa tiene una
grave enfermedad. Se
encomienda a Nuestra
Señora de las Victorias. A
finales de ese año, cuenta
cómo se le presenta la
Virgen para curarla. Lo que
más la impresionó fue la
“sonrisa” de la Virgen.
Desde entonces a esa
imagen se la llamará: “La
Virgen de la Sonrisa”.

La preparación fue intensa, con un
retiro de los tres últimos días. Su
hermana Paulina, que ya era sor Inés
de Jesús, la ayuda con cartas y pláticas
en el locutorio del convento.

En la comunión Teresita pide a Jesús
que le quite su voluntad. Siente que ella
ha desaparecido, que es como una gota
de agua que cae en el mar, que es Jesús.

El 14 de Junio
de 1884 recibe
el sacramento
de la
Confirmación.

Tiene la plena conciencia de acoger el don del
Espíritu Santo, mediante una participación
personal en la gracia de Pentecostés.

El 25 de
Diciembre de
1886,
después de la
misa de
medianoche,
tiene una
gracia
especial.

Ella la llamará la “gracia de conversión”. Siente la
experiencia de que Dios se ha hecho débil y
pequeño por amor a ella, para hacerla fuerte y
valiente.

Primero había ingresado
Paulina y después María, su
hermana mayor. Teresa
deseaba también entregarse
plenamente a Jesús en el
Carmelo; pero era muy joven.
Por otro lado, se sentía muy
unida a su padre, de quien era
su “reinecita”. Temía hacerle
sufrir demasiado con su
ingreso.

Era el 29 de Mayo de 1886, día de Pentecostés. En un
momento de intimidad con su padre, le pide autorización
para entrar en el Carmelo. El padre, haciendo un acto
grande de amor y desprendimiento, se lo da. Todavía
quedaban más obstáculos pues no tenía la edad requerida.

El 31 de Octubre visita al Sr.
Obispo para solicitar la
autorización para entrar de
religiosa sin tener la edad
prescrita.

Va vestida de modo que
aparente algo mayor de
edad. Pero el Sr. Obispo es
estricto y dice que tiene
que esperar a cumplir con
la edad.

El 20 de Noviembre tienen audiencia con
el papa los peregrinos de la diócesis de
Lisieux. Cuando Teresita va a ir a
saludar al papa, la dicen que no diga
nada. Pero ella con decisión pide la
gracia de entrar en el Carmelo con 15
años.

El papa, con mucha
amabilidad, le
responde: “Entrarás,
si esa es la voluntad
de Dios”.

El hecho es que el 28 de Diciembre el Sr. Obispo
responde a la priora del convento de forma favorable
sobre la admisión de Teresa.
A Teresita se lo comunican el 1 de Enero. Estamos ya en
1888. Ella comienza a hacer los preparativos.

El 13 de Abril de ese
año, 1888, ingresa
en el Carmelo. Ella
dirá que fue el día
más feliz de su vida.

Al entrar en el Carmelo, se puso de
nombre: “Teresa del Niño Jesús”, por el
gran afecto que tenía a Jesús Niño; pero
pronto añadió a su nombre: “Y de la santa
Faz”. Mucho hablaba y escribía sobre el
“bello rostro del Señor”.

Con ello quería
abarcar toda la
vida de Jesús.

Tomó el hábito el 10 de
Enero de 1889, en
presencia de su padre.
La profesión religiosa
fue el 8 de Septiembre
de 1890.

Desde el primer momento, comienza el camino de
perfección trazado por Santa Teresa de Ávila. Y acepta
con fervor y fidelidad los diferentes oficios, por los que irá
pasando hasta ser maestra de novicias.

Un oficio que la gustó
especialmente fue el de
ayudante de la sacristana,
pues podía estar en
contacto con los vasos
sagrados que habían
contenido el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.

El 20 de Febrero de 1893 su
hermana Paulina, sor Inés de
Jesús, es nombrada priora de la
comunidad carmelita de
Lisieux.
Pronto
nombra a
Teresita:
“Ayudante de la maestra de
novicias”. Queda por tanto
asociada a la formación espiritual
de sus compañeras de noviciado.

El 21 de Enero de 1894 tienen en el convento una
“recreación piadosa”. Representan el drama de
santa Juana de Arco. Teresita es la autora y
además hace la representación de la protagonista.

El 29 de Julio de 1894 muere
su padre. Ha pasado tres
años de verdadero martirio
por las enfermedades. Santa
Teresita comentará el
proceso de perfección de su
padre en esos últimos años.
Le atendía especialmente su
hija Celina, poco mayor que
Teresita. Ella también entraría
después al Carmelo.

Desde este momento Teresita emprende un
camino más veloz hacia la santidad, poniendo el
amor al centro de todo.

Por una insinuación
(una especie de
“orden”) de su
hermana, la priora del
convento, comienza
Teresita a escribir los
recuerdos de su vida,
desde su niñez. Es su
autobiografía, donde
deja plasmado el
retrato de su alma y
sus experiencias más
íntimas.
Escribe tres partes: una dedicada a su hermana Paulina, la
priora, otra a su hermana María, la mayor, y una tercera a la
madre Gonzaga que, al final de la vida de Teresita, sucede
como priora a su hermana.

El 8 de Junio de
1895, en la fiesta de
la Santísima
Trinidad, Teresita se
ofreció como
víctima inmolada al
Amor
misericordioso de
Dios.

El 3 de Abril de 1896,
durante la noche del jueves
al viernes santo, sufre una
hemoptisis (vomita sangre).
Es la primera manifestación
de la enfermedad que la
llevaría a la muerte. La
santa lo acogió como una
misteriosa visita del Esposo
divino.

Entró entonces en una prueba de fe, que duraría
hasta el final de su vida. Ella descubre su
vocación en el corazón de la Iglesia.

Sufrió mucho, pero con gozo. Hacia
el final de su vida llegó a decir: “He
llegado a un punto en el que me es
imposible sufrir, porque todo
sufrimiento es dulce”.
Por encargo del médico debía
pasear por el jardín. Pero cada
paso que daba era “como un puñal
que se clavaba en sus pulmones”.
A la hermana acompañante decía.
“Sigamos. Cada paso que doy lo
ofrezco por un misionero que esté
en peligro de desanimarse de su
vocación”.

El 8 de Julio de 1897 es llevada a la enfermería, de
donde ya no saldría en vida.
Sufría grandes dolores y pruebas con mucha paciencia. Al
mismo tiempo va madurando en la perfección y descubre
nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia,
en bien de las almas.

Escribía a un
misionero, P.
Belliere,: “Ya no
muero, entro en la
vida”.

El 30 de Septiembre de 1897, respirando con mucha
dificultad dijo: “No me arrepiento de haberme
abandonado al Amor; muy al contrario”.

A las siete de la tarde, miró al Crucifijo y dijo:
“Dios mío, te amo”.
Y a los pocos
minutos,
inclinando la
cabeza hacia la
derecha, entregó
su espíritu al
creador. Tenía 24
años de edad.

Su entierro fue muy
sencillo. Unas 30
personas acompañaron
sus restos al cementerio
de Lisieux. Pero pronto
comenzaron los milagros
y favores concedidos por
su intercesión.

Pronto se haría realidad su promesa:
“Desde el cielo enviaré una lluvia de
rosas”. Entraba en una nueva fase de
presencia apostólica a favor de las almas,
en la comunión de los santos.

Pronto, su hermana Paulina
logró imprimir los escritos de
santa Teresita con el título:
“Historia de un alma”.

Un ejemplar fue enviado al
papa. Su Santidad León XIII
dijo: “ He tenido el mayor
placer de mi vida leyendo la
Historia de un alma”.
Entonces eran necesarios 50 años desde la muerte para
iniciarse un proceso de beatificación. Ese tiempo fue
acortado para santa Teresita.

El papa Pio XI canonizó a
santa Teresa del Niño Jesús el
17 de Mayo de 1925

Y el 14 de Diciembre de
1927 la proclamó:
“Patrona universal de las
Misiones”, junto con san
Francisco Javier.

El 19 de Octubre de 1997, el
papa Juan Pablo II la declaró
“Doctora de la Iglesia”.
Decía que era Doctora de la
Iglesia: “Por la solidez de su
sabiduría espiritual, inspirada
en el Evangelio, por la
originalidad de sus
intuiciones teológicas, en las
cuales resplandece su
eminente doctrina, y por la
acogida en todo el mundo de
su mensaje espiritual”.

La doctrina espiritual de santa Teresa del Niño Jesús
puede resumirse de varias maneras. Una es:

Desde el primer momento de entrar
en el Carmelo se propuso ser fiel en
las cosas pequeñas y no actuaba
sino por complacer a Jesús.
En su vida apenas hubo
manifestación alguna de
fenómenos extraordinarios. Todo
fue sencillo y normal, de modo que
su heroica santidad pasó casi
desapercibida hasta para las
mismas religiosas que convivían
con ella.

Ella decía: “Ese será mi cielo y
mi destino… Mi única riqueza es,
y será por siempre ¡Vivir de
amor! Ese era su ideal.
Decía: “No son las cosas las que
tienen valor sino el amor con que
están vivificadas”
“Para alcanzar la santidad basta poner mucho amor en las
actividades normales de la vida.” Y ponía ejemplos: una
sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona,
sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas.

Fue el
“Caminito” o
ascensor que
encontró para
ir a Dios.
Ella decía: “Quisiera tener un ascensor para
subir hasta Jesús, porque soy muy pequeña para
subir sola. El ascensor que ha de elevarme hasta
el cielo son tus brazos, Jesús mío.”

Decía: “Yo me tengo por una niña. Quiero
amar a Dios, mi Padre del cielo, como un
niño”. “Mi cielo consiste en estar siempre
en su presencia y en decirle: Quiero
amarte como un niño”.
Entre las flores, ella quiere ser como la
VIOLETA, que esparce buen olor sin que
sepan de dónde viene.
La infancia espiritual es echarse en Dios
como un niño en el cuello de su madre.
Este “caminito” no es para imperfectos, pero prescinde de
hechos extraordinarios. Es corto pues no hay largas
distancias a medir. Es para todos, pues todos pueden
caminar por él en todos los estados de la vida. – No se trata
de ser caprichoso, ni ingenuo o crédulo ni inocente. Se trata
de vivir con Dios como un niño en brazos de su madre.

Es el fruto de la Infancia
Espiritual. Con todo el amor y
humildad el alma se entrega a
Dios sin reserva y para
siempre, porque tiene fe en
su omnipotencia, en su
sabiduría y en su bondad.

Ella decía: “Desde hace tiempo no me pertenezco,
me entregué del todo a Jesús… Es muy libre de
hacer de mi lo que le plazca”.
Hizo de sí un JUGUETE de Cristo. Decía: “Hiciera
lo que hiciera, estaba segura de su amor”.

Decía: “Quisiera, oh amado
bien mío, recorrer la tierra,
predicar vuestro nombre y
clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa.
Quisiera anunciar el
Evangelio a un tiempo en
todas las regiones del
mundo y hasta en las islas
más lejanas”.
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos
años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.
– “Nuestra vocación es formar obreros evangélicos, de
quienes seremos madres”.

Y tuvo muchas ocasiones. Ya poco
antes de entrar en el Carmelo se
enteró que habían condenado a
muerte a un asesino, que no quería
convertirse. Era Pranzini. Teresa ora
y se sacrifica mucho por su
conversión. Mes y medio después,
pudo leer en el periódico la ejecución
de Pranzini y su conversión. Había
muerto besando el crucifijo.

En el Carmelo había la costumbre de acompañar, con la
oración y sacrificios, a algún misionero. A Teresa le
encomiendan dos misioneros: el padre Roulland, misionero
en China, y el padre Belliere. Esto le hace penetrar cada vez
más en el misterio de la Iglesia y va creciendo su vocación
misionera, hacia la que pretende arrastrar a otros.

Muchas eran las ofrendas que
hacía a Dios de las cosas
pequeñas de cada día; pero que
muestran una gran santidad. Y
normalmente siempre tenía en
mente las misiones:
- En el banco de atrás una
religiosa movía mucho el rosario y
hacía mucho ruido, muy molesto
para Teresa ya enferma. En vez de
taparse los oídos o volverse, lo
tomó como una música deliciosa.
- En el lavadero una monja la salpica con agua sucia (se
entiende que sin querer). Teresa ni se lava la cara para no
advertir la equivocación. Y piensa que lo sucio de fuera
pueden ser perlas para el alma.

Automático

Es la
esperanza
ciega

que tengo
en su
misericordia

Lo que
agrada a
Dios…

Que María nos
sonría como a
santa Teresita, al
ver nuestra
sencillez y
abandono en las
manos de Dios.

AMÉN