El Evangelio de este domingo contiene un aspecto muy clave para la fe cristiana, porque el doble mandamiento, «amarás al Señor.
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Transcript El Evangelio de este domingo contiene un aspecto muy clave para la fe cristiana, porque el doble mandamiento, «amarás al Señor.
El Evangelio de este domingo contiene un aspecto muy clave para la fe cristiana, porque el doble mandamiento,
«amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Y amarás a tu prójimo como a ti
mismo», no es una simple Ley nueva, ni una manera especial de sintetizarla. Sino la exposición franca y directa de la
significatividad que tiene la realidad de Dios y la realidad del Prójimo como criterio de autenticidad de nuestra fe, de
nuestro amor y de nuestra esperanza.
Jesús ha unido dos mandamientos: Amor a Dios y amor al Prójimo. Y puede que sólo nos detengamos en esta
unión ya que realmente es muy valiosa. Pero la originalidad de Jesús no está simplemente en haber resumido la Ley en
dos mandamientos principales. Eso tan sólo nos ayudaría a hacer menos pesada la gran lista de más de 600 mandatos
que copan la Ley. Asunto sobre el que ya se habían pronunciado reiteradamente los Profetas.
El amor a Dios y al Prójimo, pone sobre el tapete la gran novedad de Jesús: Por un lado, señala que estos dos
mandamientos son la RAÍZ y FUNDAMENTO sobre lo que se sostiene toda la Ley; y por el otro, que todo, y en particular
la Ley, queda definitivamente abierto a la realidad de Dios y a la realidad del Prójimo, excluyendo así toda prescripción
legal que no esté orientada de cara a una relación viva con Dios y a una relación viva con las Personas. Así pues, esta
apertura a la realidad trascendente y entrañable, que es la de Dios y la del Hombre, es ya la medida de nuestra justicia.
Para Jesús, «Amar al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y amar a tu prójimo
como a ti mismo», lo es todo, ya que ahí está la fuente de donde mana la vida, la adoración, la alegría, la disponibilidad,
la sencillez, la entrega, el servicio, y en especial el cuidado hacia quienes nos necesitan con más urgencia. En este doble
e indivisible mandamiento, se nos manifiesta la inseparable unión que existe entre lo divino y lo humano.
Amar al Señor tu Dios … y a tu prójimo como a ti mismo, quiere decir “Pasión por Dios y Compasión por la
Humanidad”. Porque Pasión-Compasión significa: alabar la existencia desde su raíz; tomar parte en la vida con gratitud;
optar siempre por lo bueno y lo bello; vivir con corazón de carne y no de piedra; resistirnos a todo lo que niega y excluye
a sus hijos e hijas. (Cf. J. A. Pagola).
En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que
Jesús había callado a los saduceos, se acercaron a él. Uno
de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a
prueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la
Ley?
Jesús le respondió: «Amarás al Señor tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma, con toda tu mente». Este
mandamiento es el más grande y el primero de los
mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: «Amarás
a tu prójimo como a ti mismo». En estos dos mandamientos
se fundan toda la ley y los profetas. Palabra del Señor.
[ Comienza la oración ]
Al final,
rezo el Padrenuestro,
saboreando cada palabra.
[ Continúo ]
Me sereno para esta cita con Dios.
Me acomodo con una postura que implique todo mi ser.
Al ritmo de la respiración doy lugar al silencio.
( Una y otra vez repito este ejercicio )
[ Continúo ]
NOTA: La oración preparatoria me ayuda a experimentar libertad de
apegos. La repito tantas veces como quiera, dejando que resuene en mí.
NOTA: Este paso merece hacerlo con esmero. Le dedico unos 10 minutos.
[ Sigo adelante ]
Señor,
enséñame
a unir siempre
mi amor por Ti
y mi amor
por el Prójimo
(Si me ayuda, puedo decir varias veces la petición)
[ Sigo adelante ]
“Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente;
y amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Es sustentar toda Ley en el amor
para que así sea perfecta, donde
todo nuestro proceder esté
abierto a una relación viva con
Dios y con las Personas.
Y así esta apertura a la realidad
trascendente y entrañable, que es
la de Dios y la del Prójimo, es ya
la medida de nuestra justicia.
[ Y continúo la oración ]
“Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente;
y amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Amar a Dios y al Prójimo es todo para
Jesús, porque ahí está la fuente de
donde mana la vida, la adoración, la
alegría, la disponibilidad, la sencillez,
la entrega, el servicio, y en especial el
cuidado hacia quienes nos necesitan
con más urgencia.
Y así este doble e indivisible
mandamiento nos manifestará la
inseparable unión que existe entre lo
divino y lo humano.
[ Y continúo la oración ]
“Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente;
y amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Quiere decir “Pasión por Dios y
Compasión por la Humanidad”. Y quiere
decir que hacia allá apunta nuestra
existencia, nuestro quehacer y nuestra
búsqueda, pero sobre todo la búsqueda
sincera de lo divino en lo humano y de lo
humano en lo divino.
Pasión-Compasión significa: alabar a
Dios por la existencia propia y la ajena
desde su raíz; tomar parte en la vida con
gratitud; optar siempre por lo bueno y lo
bello; vivir con corazón de carne y no de
piedra; resistirnos a todo lo que niega y
excluye a sus hijos e hijas.
[ Y continúo la oración ]
POR TANTO, LES DIGO:
¡Sean buenos! El cristiano debe ser ciertamente el hombre de la santidad, de la fe, de la esperanza, de la alegría, de la
palabra, del silencio, del dolor. Pero debe, sobre todo, ser bueno: debe ser el hombre del amor. Si el cristiano que entra … en
cualquier lugar donde están reunidos los hombres, encontrase frialdad, extrañeza, contienda y enfriamiento, pero él fuese y
apareciese "bueno", ciertamente no podrá realizar milagros y deberá esperar; pero su espera jamás será inútil y, casi con toda
certeza, no será prolongada ni extenuante.
¡Sean buenos! Buenos en su rostro, que deberá ser distendido, sereno y sonriente; buenos en su mirada, una mirada que
primero sorprende y luego atrae. Buena, divinamente buena, fue siempre la mirada de Jesús. ¿Lo recuerdan? Cuando Pedro fue
alcanzado y traspasado por aquella mirada divina y humana, lloró amargamente. ¡Sean buenos en su forma de escuchar! De
este modo experimentarán, una y otra vez, la paciencia, el amor, la atención y la aceptación de eventuales llamadas.
¡Sean buenos en sus manos! Manos que dan, que ayudan, que enjugan las lágrimas, que estrechan la mano del pobre y
del enfermo para infundir valor, que abrazan al adversario y le inducen al acuerdo, que escriben una hermosa carta a quien sufre,
sobre todo si sufre por nuestra culpa; manos que saben pedir con humildad para uno mismo y para quienes lo necesitan, que
saben servir a los enfermos, que saben hacer los trabajos más humildes. ¡Sean buenos en el hablar y en el juzgar! Sean
buenos, si son jóvenes, con los ancianos; y, si son ancianos, sean buenos con los jóvenes.
¡Sean contemplativos en la acción! Mirando a Jesús -para ser "imagen de Él"- sean, en este mundo y en esta Iglesia,
contemplativos en la acción; transformen su actividad ministerial y su trabajo en un medio de unión con Dios. Estén siempre
abiertos y atentos a cualquier gesto de Dios Padre y de todos sus hijos, que son hermanos nuestros.
¡Sean santos! El santo encuentra mil formas, aun revolucionarias, para llegar a tiempo allá donde la necesidad es urgente; el
santo es audaz, ingenioso y moderno; el santo no espera a que vengan de lo alto las disposiciones y las innovaciones; el santo
supera los obstáculos y, si es necesario, quema las viejas estructuras superándolas … Pero siempre con el amor de Dios y en la
absoluta fidelidad a la Iglesia a la que servimos humildemente porque la amamos apasionadamente.
(NOTA: Las palabras subrayadas son nuestras)
[ Comienza el Cierre de la oración ]
Para centrar la experiencia vivida en la Oración,
respondo en forma sencilla las siguientes interrogantes:
[ Termino con la oración siguiente ]