los lazos invisibles del afecto

Download Report

Transcript los lazos invisibles del afecto

LOS LAZOS INVISIBLES DEL
AFECTO
ELABORADO POR:
YOLANDA MORENO BEJARANO
.
Con este trabajo pretendo demostrar la importancia de la vida afectiva del ser humano en su proceso
de humanización, de identificación como persona y en su capacidad para reconstruirse ante
situaciones dolorosas. También quiero resaltar la importancia del entorno familiar, social, cultural
(la escuela) como pilares de resiliencia, y mostrar a los y a las docentes su valor más allá de lo
académico, como seres humanos que brindan sostén emocional, creando nuevos vínculos y
reescribiendo así la historia de sus estudiantes.
La triada madre-padre-hijo

El nacimiento de un ser humano se da mucho antes de nacer, cuando sus padres lo
imaginan, lo desean, lo planean,
además el embrión reacciona a los estímulos del medio
y con esto participa en su desarrollo. Hoy se reconoce la vida intrauterina y su interacción con
las fantasías de los padres.

Todo niño nace en un entorno familiar particular y establece un vínculo primero con la
madre y luego hacia el sexto mes con el padre.
 Durante la primera semana el bebé sonríe pero su sonrisa es puramente biológica, hacia la
segunda semana, la sonrisa se socializa y sonríe ante el rostro materno, balbucea, patalea.
 Los lazos afectivos se construyen lentamente, desde antes de nacer, cuando mamá y papá
imaginan o ensueñan cómo va a ser su bebé, que sexo va a tener, a quién o a quienes se va a
parecer, este primer vínculo provee al individuo de herramientas para iniciar la vida, para
vivirla, para enfrentarla ya sea con miel o como sucede en algunos casos con hiel, dependiendo
a su vez, de la alegría que los padres sientan con la llegada de otro miembro de la familia.
 Las personas que han recibido amor, logran formar un yo más fuerte, e incluyen en sus vidas
dulzura, positivismo, y experiencias gratificantes que en un futuro medirán también el grado
de resiliencia, es decir, la capacidad de resistir el sufrimiento y de recuperarse ante una
determinada calamidad o desgracia, como lo describe BORIS CYRULNIK autor de los
PATITOS FEOS.
 Cuidar al bebé ya nacido es una de las tareas más arduas que se enfrentan como padres aunque
es una función en primer lugar de la madre, esta relación madre- hijo, no está libre de
conflictos, requiere múltiples acomodaciones de uno y de otro, en busca de equilibrio, de
comunicación armónica, mamá con su vista, su voz, su cuerpo, todo su ser, brinda alimento y
seguridad e introduce al niño en el mundo de lo humano, teñido en esta fase de deseos y
necesidades.

El éxito en estos cuidados depende de que papá permita esa relación, que rodee a la madre de
seguridad, estímulo, admiración para que ella encuentre valiosa su función creadora y pueda
brindar no sólo alimento físico sino alimento emocional, porque siempre cuenta más el calor,
el amor con el que se brinda el alimento que la comida como tal.
 Papá
se hace cargo de acompañar y sostener, desempeños
vitales para el
desarrollo normal del niño, por tanto, examinar los sentimientos hacia la paternidad
permitirá comprender si se ubica como alguien que ha sido excluido, se siente vital y
proyectado en el nuevo ser o frustrado en sus proyectos Estos sentimientos teñirán
de sombra o colmarán de luz la relación de la madre y el padre con el hijo, quien
recibirá gratificación, frustración, culpa o rechazo, lo que marcará su forma de
relacionarse con las cosas y con las personas en el futuro.
 El padre emerge porque la madre lo nombra, lo designa y cuando nace el hijo,
socialmente es reconocido como tal.
 Algunos autores ubican el ingreso del padre en la relación madre-hijo como ese otro,
ese tercero que existía aún antes de la llegada del niño, dueño también del amor de
mamá, es el competidor ineludible para romper ese estrecho vínculo y conducirlo
gradualmente hacia la realidad, papá separa, lleva al niño y a la niña hacia su propia
mismidad, su unicidad, permite que nazca en la independencia.
 Cuando esta ruptura por diferentes acontecimientos no se da, el niño o la niña
puede quedar sumido (a) en la dependencia, enfrentar intensos temores internos,
unido a mamá, infantil eternamente o en ocasiones invertir los roles y el infante de
3 o 5 años, sentirse obligado a proteger a mamá de la soledad o del abandono,
máxime cuando mamá lo acuesta con ella, lo vuelve su confidente o lo fuerza a
asumir un papel que no le corresponde (niño adultista).
Papá es también quien enseña a relacionarse con o sin violencia, el Dr. Padilla,
en el libro Matón – Matoneado, enfatiza que el niño que no cuenta con una figura
paterna estable, amorosa, que le reconozca con emoción desde el inicio de la vida
puede convertirse en matón, por identificación con un padre que usa la violencia
como forma de solucionar conflictos, en lugar del símbolo o la palabra, o con un
padre ausente, a quien odia y a quien inconscientemente siente que ha dañado. Así
papá abre las puertas a comportamientos regulados, pacíficos, razonados, o por el
contrario, a conductas cargadas de agresión o de ira.
 Un padre ausente o presente-ausente, puede sumir en el caos conductual, en la anomia, ya que
es él en primera instancia quien se presenta como límite con su sola cercanía afectiva ante la
madre. Desde luego no basta con que el padre esté, es necesario que asuma el rol, se instale en
la mente del niño y de la niña como tal, diversos temores o dificultades en su propia historia
pueden obstaculizar que se conjuguen el amor y la disciplina en los grados necesarios para
brindar un auténtico equilibrio mental a ese niño o a esa niña.

De igual forma, estos lazos que vienen desarrollándose con cada padre en forma paralela,
influenciados por cómo se aman o se desaman los padres como pareja, de estas complejas
interacciones el niño irá elaborando patrones para contactarse con cada uno de sus padres, se
identificará como perteneciente a uno u otro sexo, se sentirá aceptado o se hará rechazar en un
grupo, golpeará o permitirá ser golpeado, verificando una y otra vez en la realidad si ha sido
amado suficientemente o no.
 Cyrulnik, retoma el estudio de los vínculos realizado por Mary Ainsworth que permite
identificar cuatro tipos de vínculos en niños con edades entre los 12 y 18 meses, en la
“situación extraña”, y los relaciona con la posibilidad de resiliencia, así:
El vínculo protector, el más frecuente (65%), es el que muestra un niño que, al
obtener seguridad gracias a la presencia de una persona con la que está familiarizado,
no duda en alejarse de su madre para explorar su pequeño mundo y volver después a
su lado para compartir el entusiasmo de sus descubrimientos. Cuando la madre se
ausenta puede explorar, descubrir el entorno. Cuando la madre regresa, se aproxima
hacia ella para intercambiar algunos contactos y sonrisas, mostrándole el resultado de
sus exploraciones.
El vínculo de evitación (20%) revela otra forma de manejar la relación afectiva. En
presencia de la madre el niño juega y explora pero no comparte. Cuando la madre se
ausenta, su desamparo es difícil de consolar. Y cuando vuelve, no corre hacia ella para
obtener seguridad.
El vínculo afectivo ambivalente (15%) muestra un niño muy
poco dado a la exploración mientras su madre está presente.
Se angustia bastante cuando se ausenta e incluso cuando
regresa sigue siendo difícil de consolar.
El vínculo afectivo desorganizado (5%) describe la situación
de aquellos bebes que no han podido elaborar estrategias de
comportamiento que les permitan tranquilizarse y explorar.
Cuando la madre está presente no la logra utilizar como fuente
de tranquilidad y cuando regresa, a veces se aproxima a ella con
la cabeza vuelta hacia otro lado, o llega incluso a morderla o a
pegarle.
 Para todos los vínculos expone que hay un pronóstico bueno en términos de resiliencia ya que
estos no son inmodificables y varían en contacto con su entorno cultural y social. No obstante,
los de vínculo protector tendrán un pronóstico de desarrollo mejor y una mejor resiliencia, ya
que, en caso de desgracia, habrá adquirido comportamiento de seducción capaz de enternecer a
los adultos y transformarlos en base de seguridad.
 Los niños con vínculo afectivo de evitación mantienen a distancia a los responsables que
estarían dispuestos a ocuparse de ellos. Y los de vínculos afectivos de los tipos ambivalente y
desorganizado, pueden tener un pronóstico malo, debido a que se tornan difíciles para los
adultos. Sin embargo, basta con la presencia del padre, la hermana mayor, una tía, un
compañero del colegio, un sacerdote, un monitor deportivo, un docente, que propongan al
niño un nuevo vínculo al cual aferrarse y modificar esa primera experiencia.
La familia y el colegio
 Cyrulnik, en su libro “EL MURMULLO DE LOS FANTASMAS” nos permite reflexionar
acerca de la imposibilidad de aislar el colegio de la familia. Los niños con vínculo afectivo
protector se integran con mayor éxito al colegio y el éxito o el fracaso en el colegio
modifica el ambiente de la casa y la orientación de la trayectoria social. Tanto niñas como
niños buscan en el colegio relacionarse con los demás y crear vínculos afectivos, las niñas
enfatizan su deseo de satisfacer a los padres y contactarse con la maestra, los niños manifiestan
que lo más importante es compartir con sus compañeros.
 De otro lado, la forma como niñas y niños reaccionan ante el fracaso escolar es diferente: las
niñas lo manejan haciéndose los bebés, para conseguir que se ocupen de ellas, mientras que
los chicos, tienden a reparar su estima mediante conductas antisociales o actos agresivos.
A pesar de esto, los compañeros, el barrio, e incluso la personalidad del docente, pueden
modificar las trayectorias familiares y sociales de estos estudiantes.
Qué transmiten las parejas o las familias que resisten la desesperación
cultural y /o las privaciones del entorno?
¿
Cyrulnik, en EL MURMULLO DE LOS FANTASMAS, muestra como pueden encontrarse en
contextos de gran miseria, niños con alto rendimiento en el colegio, que llegan a obtener un
diploma para salir adelante, en familias estructuradas donde:
 Los gestos de afecto, las prácticas domésticas, los rituales religiosos o laicos, y
parentales son claros.
los roles
 Se charla mucho, las personas se tocan con las palabras y con los gestos, se comparte el
cuidado del hogar, se reza, se
cuentan relatos para dar sentido a lo que les ocurre,

Los padres asociados tienen roles diferenciados. Cada uno de los integrantes se adapta a los
demás con el fin de realizar un proyecto común.

Se organizan en torno al dar, se da trabajo, tiempo, afecto y regalos, e incluso los niños
participan de las labores domésticas o a veces ganan un poco de dinero que aportan a la
familia.

Ven en el éxito escolar, el poder mágico para reparar la situación traumática de los padres
CARACTERISTICAS DE LAS FAMILIAS
BIEN TRATANTES
 Tomado del libro “LOS BUENOS TRATOS A LA INFANCIA”, autores
Barady y
Dantagnan:
 Las relaciones adulto-niños son siempre personalizadas, afectivas y respetuosas. En ellas se
reconocen los derechos y deberes de los padres y de los hijos, manteniendo siempre que la
responsabilidad de los cuidados, la educación y la protección es de los adultos.

Las representaciones de los niños y niñas corresponden a imágenes positivas de ellos, de tal
manera que sus atributos y logros despierten admiración, gratificación y placer a los adultos.
 Las expectativas de las conductas de los niños y niñas son constructivas, es decir, se confía en
sus posibilidades y se espera que se comporten adecuadamente. Si esto no ocurre, se analizan
las transgresiones, considerando los contextos y las circunstancias donde ellas ocurrieron.
 Se aceptan y se respetan las diferencias entre los niños, incluyendo sobre todo la diversidad de
género, edad y singularidades ligadas a minusvalías u otros problemas. En el caso de sistemas
institucionales, se respeta y valora la diversidad étnica y cultural
.
 El intercambio comunicacional es una característica relevante: las conversaciones se organizan
espontáneamente y permiten abordar todos los aspectos
 El control de los comportamientos se ejerce a través de intervenciones inductivas consistentes.
Cuando las sanciones son necesarias, éstas son respetuosas, claras y razonables.
 Por último, el ejercicio de la función educativa con las características descritas se ejerce en un
sistema familiar o institucional nutridor donde existe una jerarquía clara y explícita. En este
contexto, las normas, reglas y leyes que modulan los comportamientos son enseñadas en un
marco de relaciones afectuosas que son permanentemente recordadas y reforzadas a través de
conversaciones cotidianas y significativas.
Factores de resiliencia
 Barady y Dantagnan, señalan que los niños y niñas con vínculo seguro, protector o
bientratante desarrollan los siguientes factores de resiliencia:
 Un acercamiento activo, evocador hacia el problema a resolver, permitiéndoles negociar una
serie de experiencias emocionalmente arriesgadas
 Una habilidad en la infancia para ganar la atención positiva de los otros
 Una visión optimista de sus experiencias
 Una habilidad de mantener una visión positiva de una vida significativa
 Una habilidad de estar alerta y autónomo
 Una tendencia a buscar nuevas experiencias
 Una perspectiva proactiva
Estos autores registran que un porcentaje significativamente más alto de niños resilientes sea el
primogénito, quienes son descritos por sus madres como infantes activos y amables. En la
personalidad de estos niños sobresalen características como la autoestima, la confianza, el
optimismo y un sentido de esperanza; también la autonomía y el sentido de independencia.
Guédeney (1998), citado por Barady y Dantagnan, destacan los siguientes factores de
resiliencia:
 Una actitud parental competente
 Una buena relación parental con alguno de los padres
 El apoyo del entorno
 Una buena red de relaciones informales que no estén ligadas a obligaciones sociales o
profesionales
BIBLIOGRAFIA
 Cyrulnik Boris, Los patitos feos. Gedisa, 2006, pag. 49-66
 Padilla, Rafael, Matón –matoneado.
 Cyrulnik, Boris, Los patitos feos. Gedisa, 2006, pag 69-71
 Cyrulnik, Boris, El murmullo de los fantasmas. Gedisa, 2003, pag. 84-104
 Barudy, J y Dantagnan, M. Los buenos tratos a la infancia. Gedisa, 2005, pag. 58, 59 y 99