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SÚPER CAPITALISMO
Escrito por Robert Reich
Título original:
Supercapitalism:The Transformation of Business,
Democracy, and Everyday Life (Vintage)
Presentación realizada por el Dr. Jorge Isauro Rionda Ramírez
Para la materia de Ingeniería económica
Maestría en Administración
Universidad de Guanajuato
12 de abril de 2010
SUMARIO:
• A medida que Estados Unidos se fortalece como economía capitalista en
los últimos tiempos, también se debilita como nación democrática. Los
ciudadanos pierden poder mientras que los inversionistas y
consumidores son cada vez más poderosos.
La democracia no se expande en la misma medida que el capitalismo a lo
largo del planeta, y esto genera consecuencias sociales muy negativas,
tales como el aumento de la desigualdad y la falta de seguridad social. El
mercado se vuelve tan eficiente que deja de lado el factor humano y
ahora la democracia responde menos a los valores comunes.
Robert B. Reich, profesor de políticas públicas y ex secretario del
trabajo de los Estados Unidos de América, presenta en su libro un
análisis del triunfo del capitalismo y de la caída de la democracia, y
propone como solución separar el capitalismo de la democracia.
Éxito y fracaso
• El objetivo del capitalismo es crear riqueza. En este sentido,
el capitalismo estadounidense es notablemente exitoso. Las
compañías se vuelven cada vez más rentables y productivas, y
son capaces de hacer más con menos. El mercado accionario
crece durante los últimos treinta años aún durante reveses
ocasionales.
• Sin embargo, estas tendencias económicas también debilitan
la democracia estadounidense y amplían la desigualdad entre
ricos y pobres. Por tanto, los estadounidenses triunfan y, a la
vez, fracasan.
 De hecho, cuando juegan el papel de consumidores e
inversionistas, los estadounidenses tienen acceso a bienes
más asequibles y de mejor calidad, y a una mayor
variedad de instrumentos de inversión. Asimismo, los
estadounidenses se vuelven más poderosos, pues los
consumidores y accionistas marcan la pauta de los
negocios. Sin embargo, cuando juegan el papel de
ciudadanos, es obvio que los estadounidenses pierden
cierto poder.
• Si se contrastan los logros de los últimos 30 años con los
logros de los 30 años anteriores se tiene que tras la Segunda
Guerra Mundial, disminuye la desigualdad salarial, crece la
clase media y los estadounidenses se vuelven más conscientes
de que pueden ejercer una influencia positiva sobre el
gobierno. Además, una nueva serie de sindicatos,
corporaciones, agencias, organizaciones y partidos políticos
permiten regular los diversos intereses en juego. En cambio,
durante el “supercapitalismo” este balance desaparece a favor
de los intereses del mercado.
Capitalismo democrático
 Durante el período que va desde el final de la Segunda
Guerra Mundial hasta mediados de los años setenta, el
capitalismo estadounidense se sostiene sobre tres pilares:
1. Corporaciones
• Unas pocas corporaciones dominan cada industria. Estas
logran economías de escala mediante la producción en masa,
logran reducir sus costos y logran coordinar sus precios (una
difícil tarea dadas las leyes antimonopolio). Además, invierten
sus ingresos en fábricas y equipos. Los ejecutivos, gerentes y
trabajadores reciben sueldos razonables pero no excesivos. En
estas burocracias los sueldos gerenciales dependen del rango
y la experiencia.
2. Mano de obra
• Los sindicatos laborales representan un tercio de la fuerza
laboral estadounidense. Estos negocian los sueldos y
beneficios de los jornaleros, pero los acuerdos son más o
menos uniformes dentro de cada industria, así que no se
afecta la competitividad. Las huelgas son poco comunes. La
producción y las ganancias son estables. Los jornaleros ganan
lo suficiente como para entrar en la clase media y consumir
los productos que salen de las fábricas.
3. Gobierno
• El gobierno se asegura de que ningún interés se sobreponga a
los demás. La regulación de los monopolios permite que el
público tenga acceso a los servicios básicos
(telecomunicaciones, electricidad y transporte). Los
legisladores abogan por los intereses locales (agricultura,
ventas al por menor y pequeños negocios). Las políticas
fiscales son progresivas y los impuestos se utilizan para
financiar un programa de defensa tan amplio que incluye:
autopistas, educación, expansión del mercado, acceso a
recursos naturales y, por supuesto, gasto directo en las
industrias armamentista y aeroespacial.
• El sistema conocido como capitalismo democrático alcanza
un balance gracias a una complicada negociación entre las
diversas partes interesadas. Entre los beneficios que ofrece
están:
- Productividad.
- Rentabilidad.
- Empleo estable.
- Repartición de la riqueza.
- Una clase media cuyos estratos más prósperos consumen los
productos que salen de las fábricas ubicadas en EUA.
• Sin embargo, desde un punto de vista meramente
económico, este sistema es costoso y poco eficiente. Un
menor intervencionismo estatal, con sindicatos menos
poderosos, y con industrial más competitivas, los
consumidores hubieran pagado precios más bajos. El retorno
sobre las acciones y otros instrumentos financieros es bajo.
La vía al “supercapitalismo”
 Durante la Guerra Fría, el gobierno estadounidense invierte
con creces en investigación y desarrollo. Algunos de los
avances tecnológicos desarrollados en esta época son: la
Internet, las comunicaciones satelitales, los contenedores
para transportar mercancía, la fibra óptica y la aeronáutica.
Dichas tecnologías allanan el camino hacia el
supercapitalismo.
• Gracias a que el transporte y las comunicaciones se vuelven cada
vez más rápidas y baratas, las compañías logran crear cadenas de
suministros que se extienden a lo largo y ancho del planeta. El
diseño y la fabricación computarizados permiten nuevos niveles
de eficiencia y productividad. A medida que la producción de
pequeños lotes se vuelve más rentable, las economías de escala
dejan de ser tan ventajosas como antes.
• Dado el aumento de la competencia, los minoristas
comienzan a exigirles una mejor calidad y precios más bajos a
los fabricantes. Los emprendedores consiguen el modo de
ofrecer servicios (transporte, telecomunicaciones, finanzas,
entre otros.) más baratos. Los inversionistas colocan sus
ahorros en fondos mutualistas y fondos de pensión, y los
gerentes, a su vez, exigen un mejor desempeño a sus
compañías.
• La consigna que reciben los grupos empresariales esta clara:
son contratados y, por tanto, son reemplazables. Así pues,
dada la presión a la que estan sometidos (obtener precios más
bajos y mayores ganancias), los grupos empresariales hacen
todo lo posible por disminuir los costos: reducir las nóminas,
ejercer presión sobre los sindicatos y, si esto no es suficiente,
mudar las fábricas a otros estados o países con el fin de
reemplazar los trabajadores sindicalizados por trabajadores
no sindicalizados.
Pros y contras para consumidores e
inversionistas
• Los beneficios económicos del supercapitalismo son
innegables. Los inversionistas obtienen un mejor retorno y
los consumidores tienen acceso a una mayor cantidad de
bienes de mejor calidad y más asequibles. Por ejemplo,
aunque es la comidilla de los liberales, Wal-Mart les ofrece
valor tanto a sus accionistas como a los compradores. De
hecho, les ahorra entre US$ 100 mil millones y US$ 200 mil
millones anuales a los compradores; es decir, unos US$ 600
por familia.
• La desregulación le vale un gran ahorro a industrias que
ahora son muy competitivas. Los viajes aéreos pasan de US$
35 por milla en 1962 a menos de US$ 15 en el 2000. Sólo
Southwest Airlines le ahorra a los viajeros cerca de US$ 20
mil millones. Por otra parte, el precio de las
telecomunicaciones disminuye a la mitad o más; de hecho, es
posible llamar a cualquier país del mundo gratuitamente
gracias a los servicios VoIP (llamadas telefónicas a través de la
Internet).
• Algunos servicios tales como la atención sanitaria se vuelven
más costosos, pero esto se debe a que hoy contamos con
tecnologías farmacéuticas y médicas más complejas. Los
estadounidenses son más saludables y viven más que antes. El
número de muertes por cáncer o enfermedades cardíacas se
reduce. La mortalidad infantil disminuye. Aunque estén
pagando más, los estadounidenses están obteniendo más.
• Los inversionistas se benefician del hecho de que los
mercados de capital crecen y se vuelven más poderosos.
Tienen acceso a más información, lo que supone más
opciones de inversión. El mercado accionario se dispara a
medida que las compañías se vuelven más rentables. La
desregulación financiera no sólo mejora las ganancias de los
inversionistas sino que, además, abre nuevos canales para que
las compañías y los emprendedores obtengan capital.
• Sin embargo, nada de esto (los bajos precios para los
consumidores y los grandes retornos para los inversionistas
no vienen sin un alto costo) es gratuito. Se sabe que las
compañías cuyo único criterio para medir el éxito es el
mercado contaminan el aire y las aguas, llenan los medios de
sexo y violencia, e intervienen en la política con dinero. Si
algo es rentable, entonces alguien lo hará. ¿De quién es la
culpa de todo esto? Si los consumidores no compran, nadie
les vende; por tanto, el enemigo no son las corporaciones
sino sus clientes. La supremacía de los intereses de los
consumidores y de los inversionistas es tal que casi nadie
pone el sistema en cuestión.
Las corporaciones entran en la política
• A medida que crece la presión, las corporaciones empiezan a
competir no sólo en el mercado sino, además, en los procesos
políticos. En 1950, casi 100 corporaciones tenían oficinas
políticas en Washington. Cuarenta años después, 500
compañías tienen oficinas en Washington y 61 mil cabilderos
trabajan para proteger intereses corporativos. Además, las
corporaciones patrocinan numerosas asociaciones,
fundaciones, institutos de investigación y otros grupos.
 El cabildeo corporativo es bipartidista. Se da que senadores
demócratas y republicanos pertenecen a la misma firma
cabildera. Los congresistas que trabajan para firmas de
cabildeo pueden llegar a ganar hasta medio millón de dólares
al año.
 Por su parte, las corporaciones están dispuestas a pagar
grandes sumas de dinero a los cabilderos, pues estos ejercen
una gran influencia sobre las políticas públicas. En el 2006,
Sun, Google, Microsoft,Yahoo, Oracle e IBM destinan fondos
para hacer cabildeo en Washington con el fin de que sus
rivales no logren inclinar el mercado a su favor.
• El problema es que el cabildeo corporativo puede acallar la
voz de los ciudadanos. A medida que el mundo corporativo se
vuelve más bullicioso en Washington, el resto de las voces
comienza a apagarse. Los sindicatos comerciales pierden su
importancia. Los organismos encargados de salvaguardar los
intereses del público tienen cada vez menos poder. Los
políticos le prestan poca atención a la justicia social porque
ningún grupo organizado es tan poderoso como las
corporaciones.
Los límites de la responsabilidad social
corporativa
• Las corporaciones que tratan de ser socialmente responsables
persiguen objetivos muy loables, tales como: tratar
humanamente a los animales, proteger el medio ambiente,
entre otros temas. Sin embargo, la responsabilidad social
tiene sus límites. Si esta comienza a poner en peligro las
ganancias de los inversionistas o si resulta en un aumento de
los costos de producción, la misma gente que aplaude las
buenas intenciones de la corporación se rehusa a pagar más
por los productos o a sacrificar los retornos sobre las
inversiones.
• Además, el marketing de las corporaciones socialmente
responsables puede ser engañoso. Por ejemplo, los esfuerzos
de Ben & Jerry para proteger la selva tropical pueden parecer
socialmente responsables; pero, por otra parte, ¿es
responsable vender postres ricos en grasas y azúcares a una
población que sufre de obesidad? Otro ejemplo, Starbucks
promueve el principio de “ofrecer un buen ambiente de
trabajo”; sin embargo, la Junta Nacional de Relaciones
Laborales acusa a la empresa de impedir que sus trabajadores
se organicen en un sindicato.
Restablecer el balance
• Los ciudadanos deben aprender a reconocer aquello que
pueden o no esperar tanto de las corporaciones como de la
democracia. Las corporaciones no son malvadas ni están
enfrascadas en una oscura conspiración. Pero el trabajo de
estas no es velar por la democracia. Aunque la ley trata a las
corporaciones como si fueran personas, aquellas no son más
que un conjunto de contratos. El gobierno no debe cobrarles
impuestos, procesarlas judicialmente, defender su derecho a
expresarse libremente o cualquier otra cosa que las confunda
con los ciudadanos. Tampoco debe condenarlas cuando estas
mudan sus fábricas u oficinas al exterior con el fin de
aumentar su competitividad.
• De igual modo, la política no debe estar bajo el yugo de las
corporaciones sino responder a los intereses de la gente. Así
como hay leyes que prohíben el hecho de que los sindicatos
utilicen dinero para hacer cabildeo a menos que todos sus
miembros así lo consientan, las corporaciones deben estar
obligadas a obtener el consentimiento de sus accionistas a la
hora de emprender tareas de cabildeo. Por otra parte, los
ciudadanos que les hacen donaciones a las organizaciones que
promueven la participación política deben recibir
deducciones impositivas.