Transcript Tema 1 Año de la fe. Retiro a seminaristas de la Diocesis de Irapuato
BIENVENIDOS A ESTA EXPERIENCIA DE DIOS
PBRO. DR. FÉLIX CASTRO MORALES
EL AÑO DE LA FE
RETIRO A LOS SEMINARISTAS DE LA DIÓCEIS DE IRAPUATO 31 de octubre fe 2012
Con la Carta apostólica Porta fidei del 11 de octubre de 2011, Benedicto XVI convocó un Año de la fe.
El comienzo del Año de la fe coincide con el recuerdo agradecido de dos grandes eventos que han marcado el rostro de la Iglesia de nuestros días: los cincuenta años pasados desde la apertura del concilio Vaticano II por voluntad del beato Juan XXIII (11 de octubre de 1962) y los veinte años desde la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica, legado a la Iglesia por el beato Juan Pablo II (11 de octubre de 1992). Y terminará el 24 de noviembre de 2013, solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo
1. LA FE
“El justo vive de la fe” (Gal 3,11; Heb 10,38).
Toda la vida cristiana tiene su principio en la fe (Trento 1547: Dz 1532). “Sin fe es imposible agradar a Dios” (Heb 11,5-6; Mc 16,16; Jn 3,18). La vida eterna está en conocer a Dios y a Jesucristo (Cfr. Jn 17, 3; Cfr. CEC 161 162). 1. LA FE
La fe es adhesión a la persona de Cristo y a su enseñanza, propia de quien todavía se considera peregrino y espera la revelación del resucitado en la visión beatífica (1 Pe 4,13; 5,1; 2 Tim 1,7).
“Ahora vemos por medio de un espejo y oscuramente; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco imperfectamente, entonces conoceré como Dios mismo me conoce” (1 Cor 13,12).
Por eso la escritura define la fe como “fundamento de las cosas que se esperan y prueba de aquellas que no se ven” (Heb 11,1).
Sostenidos por la fe, nosotros, los creyentes, estamos llamados a “renunciar a la impiedad y a los deseos del mundo, para que vivamos en el tiempo presente con moderación, justicia y piedad, en espera de nuestra bienaventurada esperanza: la manifestación de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tt 2,13), “el cual transformará nuestro mísero cuerpo en cuerpo glorioso como el suyo en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas” (Flp 3,21), “cuando venga aquel día y se manifieste lleno de gloria y esplendor a todos los suyos que han creído en El” (2 Tes 1,10) (Cfr. CEC 1130; 556; Agostino FAVALE, El Ministerio Presbiteral, aspectos doctrinales, pastorales, espirituales, Ed. Sociedad de educación Atenas, Madrid 1989, pp. 313-315).
El Santo Padre pone de relieve que la fe cristiana no es un puro sentimiento que podría aislarnos de los demás y del mundo; antes al contrario, es el único camino para encontrar y comunicar la vida verdadera y bella. Carta apostólica ‘Porta fide’ es una exhortación a Vivir la fe: conversión y evangelización; Conocer la fe: el Catecismo de la Iglesia Católica; Comunicar la fe: el testimonio cristiano del amor.
La fe es siempre y esencialmente un creer junto con los otros. Nadie puede creer por sí solo. Recibimos la fe mediante la escucha, nos dice san Pablo. Y la escucha es un proceso de estar juntos de manera física y espiritual. Únicamente puedo creer en la gran comunión de los fieles de todos los tiempos que han encontrado a Cristo y que han sido encontrados por Él. El poder creer se lo debo ante todo a Dios que se dirige a mí y, por decirlo así, “enciende” mi fe. Pero muy concretamente, debo mi fe a los que me son cercanos y han creído antes que yo y creen conmigo. Este gran “con”, sin el cual no es posible una fe personal, es la Iglesia.
2. EL OBJETIVO DEL AÑO DE LA FE
El Papa invita a una “auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo”. El objetivo principal de este año es que cada cristiano “pueda redescubrir el camino de la fe para poner a la luz siempre con mayor claridad la alegría y el renovado entusiasmo del encuentro con Cristo”. Con la promulgación de este Año el Santo Padre quiere poner en el centro de la atención eclesial lo que, desde el inicio de s u pontificado, más le interesa: el encuentro con Jesucristo y la belleza de la fe en él.
Por otra parte, la Iglesia es muy consciente de los problemas que debe afrontar hoy la fe y considera más actual que nunca la pregunta que Jesús mismo hizo: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” (Lc 18, 8). Por esto, “si la fe no adquiere nueva vitalidad, con una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces” (Discurso a la Curia romana con ocasión de las felicitaciones navideñas, 22 de diciembre de 2011).
El “Año de la fe desea contribuir a una renovada conversión al Señor Jesús y al redescubrimiento de la fe, de modo que todos los miembros de la Iglesia sean para el mundo actual testigos gozosos y convincentes del Señor resucitado, capaces de señalar la “puerta de la fe” a tantos que están en búsqueda de la verdad”.
Jesús es el centro de la fe cristiana. El cristiano cree en Dios por medio de Jesucristo, que ha revelado su rostro. Él es el cumplimiento de las Escrituras y su intérprete definitivo. Jesucristo no es solamente el objeto de la fe, sino, como dice la carta a los Hebreos, «el que inició y completa nuestra fe.
Si hoy la Iglesia propone un nuevo Año de la fe y la nueva evangelización porque hay necesidad, todavía más que hace 50 años. Y la respuesta que hay que dar a esta necesidad es la misma que quisieron dar los Papas y los Padres del Concilio, y que está contenida en sus documentos.
Lamentablemente vemos cada día a nuestro alrededor, que se ha difundido el vacío. Pero precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa. Y en el desierto se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza.
Por tanto, hoy más que nunca evangelizar quiere decir dar testimonio de una vida nueva, trasformada por Dios, y así indicar el camino.
3. EL 50 ANIVERSARIO DE LA APERTURA DEL CONCILIO VATICANO II Primero digamos qué es un concilio. La Iglesia en varias ocasiones, se ha visto obligada a reunir a sus hijos más preclaros, ya fuere por su dignidad o sabiduría, y enfrentarse a una oposición destructora en cuanto a la doctrina, a la moral o a la disciplina de la Institución. Esas asambleas reciben el nombre de Concilios, algunos de los cuales abarcan solamente una porción de la Iglesia como una Provincia Eclesiástica o bien la Iglesia de todo un país; y, los otros son los Ecuménicos = Universales, porque ya deliberan sobre asuntos que interesan a toda la Iglesia y al que asisten representantes de todas las latitudes. En estos casos el Sumo Pontífice asiste en persona y preside las sesiones o bien se hace representar por Legados.
El ultimo Concilio fue el Concilio Vaticano II (Los concilios toman el nombre del lugar donde se celebran, éste fue el II que celebró en el Vaticano). Y fue convocado por el Papa Juan XXIII en 1962 y clausurado por el Papa Paulo VI en 1965. Ha sido el concilio más representativo de todos. Las características del Concilio Vaticano II, son Renovación y Tradición. Del Concilio Vaticano II surgieron 16 documentos: cuatro Constituciones, nueve Decretos y tres Declaraciones.
La principal finalidad del Vaticano II quedó expresada en el primer documento aprobado por el Concilio: La constitución de la sagrada Liturgia: “Este sacrosanto Concilio se propone acrecentar de día en día entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia.”(Constitución Sacrosanctum Concilium).
Se identifican así cuatro objetivos principales: el incremento de la vida cristiana, la reforma de las instituciones mudables de la Iglesia, la reunificación de los cristianos (ecumenismo), y la puesta al día de la Iglesia, con la finalidad de que nadie padeciera un desgarrón por pertenecer a la Iglesia y al mismo tiempo al mundo moderno, de manera que la armonía de ser cristiano sólo sufra la tensión escrita en el evangelio: “estar en el mundo y no ser del mundo” (Conferencia Episcopal Española, Concilio Ecuménico Vaticano II, B.A.C. 526, Madrid MMIV, p. XVIII).
“El Concilio ha tenido vivo interés por el estudio del mundo contemporáneo. Tal vez nunca como en esta ocasión ha sentido la Iglesia la necesidad de acercarse, de comprender, de penetrar, de servir, de evangelizar a la sociedad que la rodea; de acogerla, casi de acompañarla en su rápido y continuo cambio”(Discurso del Papa Pablo VI en AAS 58 (1966) 51-59)
El Papa Juan XXIII en el discurso de apertura manifestó: “[El concilio] quiere transmitir la doctrina pura e íntegra, sin atenuaciones, que durante veinte siglos, a pesar de las dificultades y luchas, se ha convertido en patrimonio común...
Nuestro deber no es sólo custodiar este tesoro precioso, como si únicamente nos ocupásemos de la antigüedad, sino también dedicarnos con voluntad diligente, sin temores, a la labor que exige nuestro tiempo, prosiguiendo el camino que la Iglesia recorre desde hace veinte siglos...
Una cosa es el depósito mismo de la fe, es decir, las verdades que contiene nuestra venerada doctrina, y otra la manera como se expresa, y de ello ha de tenerse gran cuenta, con paciencia si fuera necesario; ateniéndose a las normas y exigencias de un magisterio de carácter prevalentemente pastoral ”( Juan XXIII. Discurso durante la inauguración del Concilio Vaticano II)
4. 20 ANIVERSARIO DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
El Catecismo de la Iglesia Católica, como “auténtico fruto del concilio Vaticano II” (Carta apostólica Porta fidei, 4), se sitúa en la línea de esa “renovación dentro de la continuidad”. Comprende “cosas nuevas y cosas antiguas” (Mt 13, 52). Por una parte, recoge el antiguo y tradicional orden de la catequesis, articulando su contenido en cuatro partes: el Credo, la liturgia, la vida en Cristo y la oración. Pero, al mismo tiempo, expresa todo ello de un modo nuevo para responder a los interrogantes de nuestra época.
El Catecismo de la Iglesia católica es la exposición de la fe de la Iglesia y de la doctrina católica, atestiguadas o iluminadas por la Sagrada Escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio eclesiástico. Es uno de los dos catecismos de la Iglesia Universal que han sido redactados en toda la historia, por lo que es considerado como la fuente más confiable sobre aspectos doctrinales básicos de la Iglesia católica. La redacción de este catecismo, junto con la elaboración del nuevo Código de Derecho Canónico, el Código de Derecho de las Iglesias Orientales católicas, el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia católica y el Directorio Catequético General representan los documentos más importantes frutos de la renovación iniciada en el Concilio Vaticano II y que se han convertido en textos referenciales sobre la Iglesia católica y documentos trascendentales para la historia de la Iglesia contemporánea.
El Catecismo de la Iglesia católica es un texto de dominio público para la Iglesia Universal, es decir, es un documento que puede ser consultado, citado y estudiado con plena libertad por todos los integrantes de la Iglesia católica para aumentar el conocimiento con respecto a los aspectos fundamentales de la fe. De la misma manera es el texto de referencia oficial para la redacción de los catecismos católicos en todo el mundo.
5. QU É PODEMOS Y DEBEMOS HACER EN ESTE A Ñ O DE LA FE
El Año de la fe será una ocasión privilegiada para promover el conocimiento y la difusión de los contenidos del concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica.
En el año de la fe “Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo”, ha dicho el Papa.
En este Año de la Fe, dice el Motu Proprio “Porta Fidei”, se ha de Intensificar la celebración de la fe en la liturgia, especialmente en la Eucaristía; dar testimonio de la propia fe; y redescubrir los contenidos de la propia fe, expuestos principalmente en el Catecismo.
En este Año de la Fe, dice el Motu Proprio “Porta Fidei”, se ha de Intensificar la celebración de la fe en la liturgia, especialmente en la Eucaristía; dar testimonio de la propia fe; y redescubrir los contenidos de la propia fe, expuestos principalmente en el Catecismo.
La Nota de la congregación para la doctrina de la fe con indicaciones pastorales para el año de la fe’, articula sus propuestas en cuatro niveles: 1) Iglesia universal. 2) Conferencias episcopales. 3) Diócesis. 4) Parroquias, comunidades, asociaciones y movimientos. Se citan a continuación algunas de estas sugerencias particulares.
Por ejemplo, junto a una solemne celebración para el inicio del Año de la fe y a otros varios acontecimientos en los que participará el Santo Padre (Asamblea del Sínodo de los obispos, Jornada mundial de la juventud de 2013), se recomiendan iniciativas ecuménicas para «invocar de Dios y favorecer la restauración de la unidad entre todos los cristianos» y «tendrá lugar una solemne celebración ecuménica para reafirmar la fe en Cristo de todos los bautizados».
A nivel de Conferencias episcopales, se estimula la calidad de la formación catequística eclesial y la revisión de “los catecismos locales y los subsidios catequísticos en uso en las Iglesias particulares, para asegurar su plena conformidad con el Catecismo de la Iglesia Católica”, y se desea un amplio uso de los lenguajes de la comunicación y del arte, “transmisiones televisivas o radiofónicas, películas y publicaciones, incluso a nivel popular, accesibles a un público amplio, sobre el tema de la fe, sus principios y contenidos, así como la importancia eclesial del concilio Vaticano II”.
A nivel diocesano, el Año de la fe se considera, entre otras cosas, como ocasión renovada de “diálogo renovado y creativo entre fe y razón, a través de simposios, congresos y jornadas de estudio, especialmente en las universidades católicas” y como tiempo favorable para “celebraciones penitenciales..., en las cuales se ponga un énfasis especial en pedir perdón a Dios por los pecados contra la fe”.
A nivel de parroquias, la propuesta central es la celebración de la fe en la liturgia y, de modo especial, en la Eucaristía, porque “en la Eucaristía, misterio de la fe y fuente de la nueva evangelización, la fe de la Iglesia es proclamada, celebrada y fortalecida”. De esa iniciativa deberán nacer, crecer y difundirse todas las demás propuestas, entre las cuales tendrán una importancia particular las iniciativas emprendidas por los numerosos institutos, las nuevas comunidades y los movimientos eclesiales.
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