ACT – Terapia de Aceptación y Compromiso. Presenta : Ps Jaime Ernesto Vargas Mendoza Asociación Oaxaqueña de Psicología A.

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Transcript ACT – Terapia de Aceptación y Compromiso. Presenta : Ps Jaime Ernesto Vargas Mendoza Asociación Oaxaqueña de Psicología A.

ACT – Terapia de Aceptación y Compromiso.
Presenta :
Ps Jaime Ernesto Vargas Mendoza
Asociación Oaxaqueña de Psicología A. C.
2011
La Defusión Cognitiva se refiere a un cambio en el uso del lenguaje y
la cognición, de manera que el proceso activo del pensamiento es más
evidente y las funciones normales de los productos del pensamiento se
amplifican.
La Defusión Cognitiva es descendiente del Distanciamiento Cognitivo,
la cual es una técnica que se remonta al origen de la terapia cognitiva.
El Distanciamiento Cognitivo consiste en encausar a los clientes para
que detecten sus pensamientos y los vean como hipótesis y no como
hechos objetivos respecto al mundo. Se le ha descrito como un “primer
paso crítico en la terapia cognitiva” (Hollon & Beck, 1979) ya que
posibilita a los terapeutas que puedan enseñar a sus clientes a analizar,
evaluar y alterar los pensamientos negativos mediante técnicas
cognitivas tradicionales. Como tal, el Distanciamiento Cognitivo es
considerado como un paso preparatorio: necesario pero no suficiente
para producir un cambio profundo.
Un enfoque contextualista originalmente denominado como
“Distanciamiento Comprensivo” (Hayes, 1987) fue el primero en
intentar alterar las funciones de los pensamientos negativos mediante
el empleo de formas de distanciamiento cognitivo extensivas y
elaboradas. Ahora llamándose “Terapia de Aceptación y Compromiso”
(ACT; Hayes, Strosahl & Wilson, 1999) este enfoque intenta reducir la
credibilidad y el impacto conductual de los pensamientos negativos.
Como tales, los pensamientos no son vistos más como hipótesis
(como el distanciamiento cognitivo tradicional) sino que se consideran
como constructos habituales que sobresalen y se integran en una
amplia variedad de acciones.
A esta técnica expandida se le llama ahora Defusión Cognitiva
(aunque también se le puede identificar como “desliteralización”).
Ambos términos pretenden evadir la connotación disociativa del
término original y enfatizar más el carácter comprensivo del proceso
involucrado.
El propósito de la defusión cognitiva es el de ayudar a los clientes que
se encuentran atrapados en el contenido de su propia actividad
cognitiva para “defusionarse” del significado literal de los pensamientos
y en su lugar, estar más al tanto del pensamiento como actividad, en
su acontecer, como un proceso relacional que se ubica, tanto histórica
como situacionalmente.
La defusión cognitiva se basa en la teoría funcional contextual del
lenguaje y la cognición denominada como Teoría de los Marcos
Relacionales (Hayes, Barnes-Holmes & Roche, 2001).
De acuerdo con este enfoque, los pensamientos adquieren su
significado literal y muchas de sus funciones emotivas y de regulación
conductual, solo porque la comunidad social-verbal establece un
contexto en el que los símbolos se relacionan mutuamente con otros
eventos y tienen funciones basadas en esas relaciones.
Dos pequeños ensayos controlados al asar con pacientes depresivos,
uno mediante psicoterapia individual y el otro con psicoterapia de
grupo (Zettle & Hayes, 1987; Zettle & Raines, 1989), compararon la
ACT con un paquete completo de terapia cognitiva.
Los datos demostraron que en los pacientes bajo ACT se vio una
mejoría clínica equivalente o superior, mediante un proceso diferente.
La defusión cognitiva reducía la credibilidad de los pensamientos
depresivos más rápido que los métodos cognitivos tradicionales,
aunque no la ocurrencia de estos pensamientos.
Un estudio más reciente de ensayos controlados resulta relevante.
En el se comparó una versión de 3 horas de ACT donde se hacía
énfasis en la defusión cognitiva, contra el tratamiento usual en la
prevención de las recaídas hospitalarias de individuos psicóticos con
delirios o alucinaciones (Bach & Hayes, en prensa). Esta versión
breve y especializada de ACT redujo las hospitalizaciones en un 50%
durante un seguimiento de 4 meses. El proceso de cambio,
nuevamente, involucró un rápido descenso en la credibilidad de los
síntomas, pero no en su frecuencia.
Resultados similares se han mostrado en el caso del dolor (Geiser,
1992; Hayes, Bissett, Korn, Zettle, Rosenfarb, Cooper & Grundt,
1999), el estrés en los lugares de trabajo (Bond & Bunce, 2000),
y una amplia variedad de otros problemas, incluyendo las crisis de
pánico, la ansiedad social, la anorexia, el alcoholismo, las explosiones
de ira, el exhibicionismo y el desorden de ansiedad generalizada
(Luciano, 2001).
La defusión cognitiva podría aplicarse a los problemas de los clientes
que se exacerban al quedar anclados con eventos cognitivos.
Los datos preliminares muestran que estos procedimientos pueden
rápidamente alterar las funciones de estos eventos.
Para los clientes resistentes a tratamientos, que no han podido
mejorar mediante terapias cognitivas previas, la defusión cognitiva les
promete reducir el impacto negativo de los pensamientos peligrosos
sin tener que alterar primero su forma, su frecuencia o la sensibilidad
que se tenga a ellos.
La principal contraindicación es la inconsistencia con el tratamiento.
La defusión cognitiva trata de socavar la literalidad excesiva del
mismo pensamiento., por lo que no combina bien con los enfoques
que específicamente persiguen evaluar, interrumpir, suprimir o
controlar los eventos cognitivos, esto debido a que se centran en el
significado literal del pensamiento.
La defusión cognitiva puede ser un suplemento otros diversos
enfoques y técnicas terapéuticas.
En particular podría combinar muy bien con los enfoques más
experienciales y relacionales que se apoyan en técnicas tales como la
activación conductual, la aceptación y el mindfulness (conciencia
completa del aquí y el ahora).
Debe utilizarse cuando el terapeuta determine que se necesita
intervenir para reducir el impacto de los pensamientos en su cliente.
Cuando pensamos en algo, las funciones de la situación actual
generalmente se alteran por el contenido del pensamiento, debido a
que los símbolos están mutuamente relacionados con otros eventos.
Por ejemplo, si pensamos en un limón, ocurren algunas de las
reacciones que produciría un limón verdadero, aunque sea
débilmente. Como cuando “vemos” un limón y salivamos.
Otro ejemplo sería cuando una persona piensa en cómo va a
componer un carro y se imagina paso a paso lo que va a hacer.
Así, muchos contextos son de este tipo y las personas pueden
interactuar con el mundo como organizaciones cognitivas.
Las construcciones verbales/cognitivas vienen a sustituir al contacto
directo con el mundo.
Sin embargo, en situaciones clínicas, esta clase de fusión cognitiva
resulta frecuentemente de poca ayuda. Cuando un cliente con un
desorden de pánico se imagina atrapado y socialmente humillado en
una situación en particular, estará viviendo intensamente el estar
atrapado. Si las funciones literales de ese pensamiento dominan otras
posibles funciones, el asunto se vuelve en un problema de cómo evitar
el estar atrapado.
Generalmente, en la clínica se presta mucha atención a tales
pensamientos y experiencias negativas con la intensión de librarse
de ellas. No obstante, varios estudios han demostrado que los intentos
por suprimir, eliminar o alterar los pensamientos y emociones negativas,
producen efectos paradójicos y muchas veces más bien incrementan su
frecuencia, su intensidad y el poder regulatorio que poseen.
Las emociones y los pensamientos adquieren su poder no solo por su
forma o su frecuencia, sino por el contexto en el que ocurren. En la
defusión cognitiva, en lugar de tratar de cambiar directamente el
contenido o la frecuencia de estos eventos privados, uno se enfoca en
el contexto que los vincula con comportamientos abiertamente
indeseables, de manera que se produzca una mayor flexibilidad de
respuesta en el paciente.
Un ejemplo de una técnica específica de defusión podría aclararnos
esto. Si el paciente rápidamente repite una palabra o una frase varias
veces por un minuto o dos, pasaran dos cosas: la palabra perderá
temporalmente mucho de su significado y el sonido de ella se volverá
más dominante. Esta técnica funciona mejor con palabras sencillas
(como “leche”), pero también con frases cortas (como “no sirvo para
nada”).
Como resultado, las funciones literales de los pensamientos negativos
tendrán menor probabilidad de dominarnos.
El contexto en el que se enfoca la defusión cognitiva incluye el que
establece el significado literal, como en el ejemplo de repetir muchas
veces una palabra, pero también contextos que motivan al paciente a
generar justificaciones verbales de su comportamiento, que lo
motivan a querer controlar sus eventos privados o a sentir que tiene
razón con las justificaciones que da de su conducta.
La defusión cognitiva parcialmente actúa estableciendo contextos en
donde no se enfatiza lo lógico o el sentido común, como es el uso de
paradojas, confusión, ejercicios meditativos, ejercicios experenciales,
metáforas o deconstrucciones de convenciones linguísticas comunes.
Las técnicas de defusión cognitiva pueden fraccionarse en tres pasos:
1. A los clientes se les inculca la idea de que es posible que el lenguaje
no tenga todas las respuestas: de que puede haber otras formas
más flexibles de conocimiento que no sea el conocimiento verbal.
2. Los pensamientos y las emociones se objetivizan mediante diversas
metáforas, estableciendo una gran diferencia entre el pensamiento y
el que tiene el pensamiento, las emociones y el que tiene las
emociones, los sentimientos y el que tiene los sentimientos.
3. Se efectúan diversos ejercicios experenciales con el lenguaje para
diferenciar lo que es “fusionarse con un pensamiento” y lo que es
“tener un pensamiento”, con el propósito de enseñarle a los clientes
a evaluar sus pensamientos en base a su utilidad funcional y no a su
“veracidad literal”.
Las metáforas y los ejemplos pueden usarse para demostrar los límites
del pensamiento consciente. Un ejemplo de metáfora, como técnica de
defusión cognitiva, es la llamada “Buscando un lugar donde sentarse”
(Hayes et al, 1999):
Terapista: Imagina que quieres sentarte y empiezas a describir una
silla y digamos que proporcionas una detallada descripción de esta.
Es gris, tiene un marco metálico, tiene una cubierta de fábrica y es
bastante mullida. Bueno, ahora, ¿te puedes sentar en esa descripción?
Cliente: Bueno, pues no.
Terapista: Hmmm. Quizá la descripción no fue suficientemente
detallada. ¡Qué pasaría si pudiéramos describir la silla a nivel atómico?
¿Te podrías sentar en esa descripción?
Cliente: De plano, no.
Terapista: Aquí está el truco y ve tu si no es cierto. No será que tu mente
te ha estado diciendo cosas como “El mundo es de esta manera y tus
problemas son así y asado”. Descripciones y descripciones.
Evaluaciones y evaluaciones. Y tu ya te estas cansando. Tu necesitas
un lugar donde sentarte. Y tu mente te proporciona descripciones aún
más elaboradas de una silla y te dice “Siéntate”.
Las descripciones están bien, pero lo que buscamos aquí es una
experiencia, no la descripción de una experiencia. La mente no puede
proporcionar experiencias, solo habla y habla de las experiencias que se
hayan tenido. Así que dejemos que tu mente siga describiendo, mientras
tanto, tu y yo busquemos un lugar donde sentarnos.
Los limites del lenguaje también se pueden ilustrar examinando
como se aprende una habilidad, como un deporte o un pasatiempo.
Por ejemplo, a uno le pueden describir toda la mecánica implicada
en la natación para nadar debajo del agua. Detalles de cómo poner
las manos y como mover los pies, etc. Sin embargo, para poder
aprender a nadar, uno necesita meterse al agua y practicar.
El sentido natural de distancia entre uno y los objetos desaparece
cuando esos objetos son los pensamientos, ya que las funciones
literales del pensamiento se vuelven dominantes. La gente tiende a
actuar como si el pensamiento fuera un sustituto adecuado de la
experiencia.
Objetivizar sus pensamientos puede permitirle a las personas el poder
manejarlos mejor de forma más flexible y práctica, así como los objetos
externos pueden manipularse de diversas maneras, dependiendo del
propósito que se tenga.
Algunas convenciones verbales resultan útiles para esto. Algunos
terapeutas que manejan el enfoque de Aceptación y Compromiso suelen
reaccionar ante los pensamientos como jugando y decirle a sus
pacientes “Bueno, agradezca a su mente por ese pensamiento”.
Otro recurso verbal consiste en etiquetar o nombrar el tipo de
pensamiento que uno tiene, en lugar de responder al contenido literal
de el. El terapeuta puede simplemente etiquetar el tipo de expresiones
que hace su cliente. Por ejemplo “Está juzgando o evaluando las
cosas”, Ahora “tiene un recuerdo”, “manifiesta una emoción”.
Veamos una aplicación. El cliente puede decir “a nadie le importo” y se
le puede enseñar para que diga “estoy haciendo el juicio de que no
valgo nada”.
Se pueden objetivizar los pensamiento recurriendo a metáforas más
extensas. Una metáfora utilizada por la Terapia de Aceptación y
Compromiso es la de Los Pasajeros del Camión, que compara la
relación entre la persona y sus pensamientos (Hayes et al, 1999).
Vamos a ver de qué se trata:
LOS PASAJEROS DEL CAMIÓN
Imagínese un camión y que usted es el
chofer. En el camión van un montón de
pasajeros. Estos pasajeros son
pensamientos, sentimientos, estados
corporales, recuerdos y otros aspectos de
la experiencia. Algunos de ellos son
espantosos y vienen vestidos con
chamarras de cuero con estoperoles.
Lo que pasa es que usted va manejando y los pasajeros empiezan a
amenazarlo, le dictan lo que usted debe hacer, a donde debe de ir. La
amenaza consiste en que si usted no hace lo que le dicen, entonces
ellos van a venir a usted desde el fondo del camión.
Es como si usted hiciera un convenio con los pasajeros “Ustedes se
sientan atrás y se agachan para que yo no los vea y yo entonces voy a
hacer lo que me digan”.
Ahora, que pasaría si un día usted se cansa de esa situación. Pararía el
autobús e iría hasta atrás a confrontarlos. Pero dese cuenta que lo
primero que tendría que hacer es detener el camión. También dese
cuenta que entonces, no estaría yendo a ningún lado, estaría peleándose
con los pasajeros y estos son muy fuertes. No piensan dejarlo en paz.
Usted tiene que volver al trato que tenían sin lograr mayor éxito.
Ahora bien, el truco sobre todo esto es que es que el poder que tienen
los pasajeros sobre usted se basa 100% en esto: “Si no hace lo que ellos
dicen, vendrán y harán que usted los vea”. Eso es todo. Ellos se ven
espantosos, tienen cuchillos y cadenas. Pareciera que pudieran
destruirlo. Usted los convence de que hará lo que digan y ellos no se le
acercarán para que los vea.
El chofer (usted) controla el camión, pero delega su control a lo
pasajeros mediante estos tratos. En otras palabra, por tratar de controlar
las cosas, usted pierde todo control de ellas.
Dese cuenta ahora que aunque le amenacen con destruirlo si no da la
vuelta a la izquierda, esto nunca sucede. No pueden hacerle nada y
usted les teme absurdamente.
La defusión cognitiva hace que los pacientes experimenten la diferencia
entre ver al mundo como lo presenta el pensamiento, en contraste con
ver el mundo al mismo tiempo que estamos conscientes de los procesos
de nuestro pensamiento y estamos conscientes de las respuestas
alternativas de que disponemos.
Esto se consigue mediante diversos ejercicios de meditación o de
mindfulness, como hacer que los clientes cierren los ojos e imaginen un
riachuelo con hojas flotando en el y en el que, cada nuevo pensamiento
se coloca en una hoja de estas. Uno es el río, no lo que uno está
pensando.
REFERENCIA.
Cognitive Defusion
Jason B. Luoma and Steven C. Hayes
En: O’Donohue, Fisher & Hayes (Eds.)
Empirically supported techniques of cognitive behavior
therapy: A step by step guide for clinicians.
New York: Wiley
 En
caso de citar este documento por favor
utiliza la siguiente referencia:
 Vargas-Mendoza,
J. E. (2011) Defusión
cognitiva. México: Asociación Oaxaqueña de
Psicología A.C.