En Capriglio hasta los 24 años 1788 - 1812 “Aún jovencita había aprendido a dividir su tiempo entre la oración y el.

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Transcript En Capriglio hasta los 24 años 1788 - 1812 “Aún jovencita había aprendido a dividir su tiempo entre la oración y el.

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En Capriglio hasta los 24 años

1788 - 1812


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“Aún jovencita había aprendido a dividir su tiempo entre la oración y
el trabajo. La Iglesia, a donde iba a cumplir sus deberes religiosos,
asistiendo a las Santa Misa, frecuentando los Santos Sacramentos,
escuchando la Palabra de Dios, era el lugar de sus delicias, el centro
de sus afectos; mientras que provista de una fuerza de voluntad no
común, acompañada de un exquisito sentido común y de la gracia
divina, regulaba todas sus acciones según la ley del Señor; y esa ley
era el único límite que ponía a su propia libertad. Por tanto: recta de
conciencia, en los afectos, en los pensamientos, segura en los juicios
respecto de los hombres y de las cosas, de modos desenvueltos,
franca en el hablar, no sabía lo que eran titubeos o temor”
Don Lemoyne

Era iletrada. Pero en cambio recibió una sólida
instrucción religiosa y una auténtica educación cristiana.


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En I Becchi,
desde los veinticuatro
a los cincuenta y ocho años

1812 - 1846


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En Turín, desde los cincuenta y
ocho a los sesenta y ocho
años

1846 - 1856


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Si en todo lo que organizó don Bosco, latía
como característica fundamental esa bondad
inspirada en el Evangelio que hoy llamamos
“espíritu de familia”; todo ello nació sobre las
rodillas de Mamá Margarita, que fue quien
contribuyó a la personalidad del pequeño Juan
y la que luego facilitó su calor maternal a los
primeros huéspedes sin familia en Valdocco.
Don Bosco siempre evocó el ambiente de
aquellos años en Valdocco con la presencia
de Mamá Margarita como “la época de los
corazones abiertos, de la confianza y del
afecto”
Humberto de Vanna

1846 - 1856


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Don Bosco un día se enfermó, debió abandonar a sus muchachos
para ir a I Becchi para hacerse cuidar de la mamá. Comprendió que
no podía arreglársela solo. El párroco don Cinzano le sugirió llevarse
a la mamá a Turín. A don Bosco le repugnaba la idea de pensar que
su madre tuviese que obedecerle a él. Cada palabra de la mamá
había sido para él siempre una ley. Pero después pensó: mi mamá
es una santa, y le hizo la propuesta. La madre sintió la dureza del
desprendimiento que debía hacer pero dijo: “Si te parece que esta
sea la voluntad de Dios, yo voy contigo”. Llegó al oratorio y cuando
vio tantos muchachos, su corazón de madre se volvió grande como
la arena que está sobre las playas marinas.
El corazón de don Bosco es un reflejo del de su madre. En el
oratorio los espacios de la mamá eran el huerto, la ropería, la
cocina: estaban siempre los muchachos en torno a ella, la llamaban
mamá, tenían necesidad de una palabra suya.


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Al final de la vida cuando habló al hijo, Don Bosco se dio cuenta
que la mamá conocía el oratorio mejor que él e hizo tesoro de
sus últimos consejos. En su testamento había escrito: “Adiós
querido Juan, acuérdate que en esta vida se debe padecer. Los
verdaderos gozos serán en la vida eterna”. Y el hijo continuó
donándose para la salvación de los jóvenes hasta el final de la
vida, como la mamá le había dicho.


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• “Es Dios quien creó el mundo y puesto
tantas estrellas allá arriba. Si el cielo es
así de hermoso, cómo será el paraíso?”.
Don Bosco educador no olvidó jamás esta
enseñanza.
Ya adelante en los años, cuando de noche
atravesaba el patio del Oratorio apoyándose
en el bastón, se detenía, dice Don Rúa,
a mirar el cielo y hablaba de la bondad de Dios
y de su deseo de paraíso. Y en la educación
de los muchachos no olvidaba jamás orientarlos
hacia el cielo. En sus sueños no explicaba
a los muchachos qué era el paraíso,
sino que les enseñaba a caminar seguros
hacia el cielo venciendo tentaciones y dificultades.


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Mamá Margarita,
cuando veía los
campos llenos de
flores y sobre todo
en el período de la
vendimia, en el cual
recogía el fruto de
su duro trabajo,
decía a sus hijos:
Y cuando en invierno
estaba con sus hijos en
torno al fuego decía:

“Debemos realmente
agradecer al Señor que nos
provee de lo necesario.
Verdaderamente Dios es
Padre: Padre nuestro que
estás en el cielo… ”

“El Señor es
verdaderamente
bueno con nosotros,
nos ha dado el pan
cotidiano”.


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Don Bosco hacía lo mismo
en los largos paseos
otoñales con sus
muchachos. La belleza de
los campos y de las
cosechas lo hacía hablar de
la bondad de Dios, de su
Providencia. Todo para él
era don de Dios.
Y cuando con sus
muchachos rezaba, todos
se daban cuenta que al
recitar el Padre Nuestro,
su voz asumía un tono
particular, se sentía
verdaderamente hijo
del Padre que está
en los cielos y enseñaba
a los muchachos a sentirse
hijos.


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Su mayor cuidado fue
instruir a los hijos en la
religión, enseñarles a
obedecer y tenerlos
ocupados en trabajos
compatibles con su edad.
Era yo muy pequeño y ella
misma me enseñaba a
rezar; cuando ya fui capaz
de unirme a mis
hermanos, me ponía con
ellos de rodillas por la
mañana y por la noche y,
todos juntos rezábamos
las oraciones y la tercera
parte del Rosario”
MO 9


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El vestido del domingo
El domingo Mamá Margarita vestía mejor a su hijos,
diciendo: “El domingo es justo que los cristianos
manifiesten también en el modo de vestir la alegría
que sienten en este día. Pero de qué sirve vestirse
bien cuando se está en pecado?” Así la mamá
educadora enseñaba a sus hijos a vivir en gracia de
Dios y los invitaba a la confesión frecuente.


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“A la edad de once años fui
admitido a la primera comunión.
Dada la distancia de la Iglesia,
la instrucción religiosa me la
procuró casi sólo mi buena
madre. Me envió al catecismo
todos los días de cuaresma. El
día de la primera comunión, en
medio de aquella multitud de
muchachos y de padres, no me
dejó hablar con nadie. Me
acompañó a la Sagrada mesa
e hizo conmigo la preparación
y la acción de gracias. No quiso
que durante el día me ocupase
en ningún trabajo material, sino
que lo empleara en leer y rezar.”


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• Ese día su madre le dijo: “Hijo mío, es un grande día
para ti. Estoy convencida de que verdaderamente Dios
ha tomado posesión de tu corazón. Prométele hacer lo
posible para ser siempre bueno en tu vida… Recíbelo con
frecuencia, y para lograr amar el Señor huye de los
compañeros que dicen malas palabras”. Sobre esta
última frase el hijo no estaba de acuerdo y respondía:
“Mamá, si yo voy con ellos no dicen malas palabras”. Y
la mamá lo dejaba ir, no podía decirle que no, porque
también ella hacía lo mismo.
Ella se ocupaba de las muchachas de la vereda y las
ayudaba a ser buenas, y una vez cuando una le replicó,
Mamá Margarita respondió: “Pero yo lo único que quiero
es que tú salves el alma”.


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• Después de escuchar las palabras del párroco: “Yo solo
quiero que tú examines atentamente el paso que quieres
dar y que luego sigas tu vocación sin mirar a nadie. Lo
primero es la salvación de tu alma. El párroco quería
que yo disuadiera de esta decisión en vista de la
necesidad que yo pudiera tener de tu ayuda en el futuro.
Pero yo te digo: en estas cosas no entro, porque Dios
está antes de todo. No te preocupes por mi. Yo de ti no
quiero nada; nada respecto de mí. Recuérdalo bien: he
nacido en pobreza, he vivido en pobreza, quiero morir en
la pobreza. Más aún, te aseguro: si tú te decidieses por
el estado de sacerdote secular, y por desgracia llegases
a ser rico, yo no vendré siquiera a hacerte una sola
visita; es más, no pondré nunca el píe en tu casa.
Recuérdalo bien” .


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• Don Bosco ya sacerdote dijo un día a un muchacho
(seguramente lo dijo a muchos): “Quisiera que tú fueras
mi amigo, pero sabes qué significa ser amigo de Don
Bosco?” Y el muchacho: “Que yo debo obedecer”.
Y Don Bosco: “No! Yo quisiera que tú me ayudaras en
una cosa muy importante”. “En qué cosa?” replica el
muchacho. Y don Bosco: “Que tu me ayudes a salvar
tu alma”. Aquí está el sentido de todo el trabajo
apostólico de Don Bosco. “Salvar las almas” era su
lema. Y también este lema era un acto de obediencia a
la madre que a él apenas ordenado sacerdote le decía:


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“Ya eres sacerdote, estarás más cerca
de Jesús. Yo no he leído tus libros, pero
recuerda que comenzar a decir Misa
quiere decir comenzar a sufrir. No te
darás cuenta enseguida, pero poco a
poco verás que tu madre te ha dicho la
verdad. De ahora en adelante piensa
solamente en la salvación de las
almas y no te preocupes por mí”.
Turín, 5 de junio de 1841


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Tanto en los años de relativo bienestar, como
en los del hambre, la casa de Margarita estuvo
siempre abierta a los pobres, a los caminantes,
a los ambulantes, a los guardias vigilantes que
pedían un vaso de vino, a las muchachas
en dificultades morales; así como siguió siendo
la casa a la que se dirigían las vecinas cuando
había una desgracia que aliviar, algún enfermo
que asistir, o un moribundo que acompañar
en su último viaje.

Padre Pascual Chávez


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Mamá Margarita se preocupaba por educar
a los hijos a abrirse a los otros. Ella sentía
las necesidades de su vereda, y cuando había
enfermos que tenían necesidad de ayuda,
de noche despertaba a los hijos para que fueran
a servirlos. Y don Bosco ya sacerdote, cuando en
Turín explotó el cólera, lanzó a sus muchachos
a servir a los enfermos. Y lo hicieron con un arrojo
maravilloso. Esto es educar, impedir que los
muchachos se replieguen sobre sí mismos en
un narcisismo inútil: una vida que no se hace don
no tiene sentido.

Mario Gallizi


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“Cuando viniste al mundo te
consagré a la Santísima
Virgen: cuando comenzaste
tus estudios, te recomendé
la devoción a esta nuestra
Madre: ahora te recomiendo
ser todo suyo: ama a los
compañeros devotos de
María; y, si te convirtieras en
sacerdote, recomienda y
propaga la devoción a María”


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Y Don Bosco se preocupó de obedecerla y
difundió la devoción a María. Le gustaba
presentarla como Inmaculada,
ideal máximo de santidad,
como buen piemontés la invocaba
bajo la advocación de Consoladora,
pero comprendió que
en el apostolado
se necesitaba
defender la fe
de sus muchachos
y de todos los creyentes
y debía invocarla
como Auxiliadora.


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Ayúdanos a hacer
de los niños
y de los jóvenes
verdaderos cristianos