La palabra “Santo” significa “separado”. Es algo distinto, diferente, apartado. Por eso se aplicó a Dios, en cuando distinto del mundo material y visible. Nosotros, al resaltar esta distinción, llamamos.

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Transcript La palabra “Santo” significa “separado”. Es algo distinto, diferente, apartado. Por eso se aplicó a Dios, en cuando distinto del mundo material y visible. Nosotros, al resaltar esta distinción, llamamos.

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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


Slide 12

La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


Slide 13

La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


Slide 14

La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


Slide 24

La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


Slide 32

La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


Slide 35

La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


Slide 36

La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


Slide 46

La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


Slide 51

La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


Slide 54

La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


Slide 56

La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


Slide 57

La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


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La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN


Slide 61

La palabra “Santo” significa “separado”.
Es algo distinto,
diferente, apartado.
Por eso se aplicó a
Dios, en cuando
distinto del mundo
material y visible.

Nosotros, al
resaltar esta
distinción,
llamamos a Dios
tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se
santifica estamos hablando de una relación directa y
cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento
de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había
dedicado a Dios.

San Pablo
llama santos a
todos los
bautizados,
pues por el
bautismo nos
unimos a Dios.

Después, este término
“santo” se aplicó sólo
a las personas que por
su comportamiento
están más cerca de
Dios. Especialmente
los mártires que, por
su muerte gloriosa. se
unen para siempre con
Dios.

La Iglesia desde el
principio comenzó
a honrar a los
mártires en el día
propio de su
martirio.
Así desde san
Esteban que fue
el primer mártir.

Pero ya en el siglo III
eran tantos los
mártires que, fuera de
los más célebres,
tuvieron que celebrar
una fiesta para todos
juntos.

Sin embargo no se
daba una fecha
determinada para dicha
fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el
panteón romano, que había sido templo pagano
de todos los dioses, como templo dedicado a la
Virgen María y a todos los santos.
Desde entonces se
solemnizó más la
fiesta de todos los
santos, aunque
tardaría unos 100
años para que se
señalase el 1 de
Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres
conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir,
declarados santos solemnemente por el papa, después de
haber examinado minuciosamente su vida y escritos.
Hubo tiempos
en que se
declaraban
santos por
aclamación
popular. Hoy
esa santidad
debe ser
ratificada por
Dios por medio
de dos
milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos
nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para
nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con
una gloria semejante.

Entre estos
santos habrá
familiares y
conocidos
nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar
nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo
su intercesión ante Dios, nuestro Padre.
Y sobre
todo
desear
imitarles
para poder
estar un
día con
ellos.

Es doctrina común
en muchos escritos
de santos. Pero de
una manera especial
lo proclamó el
Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las
demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones
que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos
esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal
es acercarnos al
ideal de Dios
sobre nuestra
vida: estar lo
más unidos a Él.

Jesús nos
enseñó el
camino hacia la
santidad posible
para todos.
Muchos han
seguido ese
camino y han
llegado a la
santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos
niños. Algunos porque dieron su vida libremente por
Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los
hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como
los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata
Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos
murieron al
comenzar su
juventud, siendo
adolescentes.
Algunos
muriendo
mártires, como
santa María
Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el
cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,
como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y
su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a
rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos
soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa Inés
Santa Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil
después de una vida santa, como san Gabriel de
la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis
Gonzaga.

San Gabriel

Santa Gema

San Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada,
como san Antonio Abad o san Alfonso María de
Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una
digna vida matrimonial, como los padres de santa
Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y
santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa
Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en
muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han
ido a la
guerra, como
santa Juana
de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos
desde pequeños. Pero algunos han vivido
un tiempo entre el pecado, como san
Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada
extraordinario en su vida.
En algunos se da la levitación.
Es cuando, llenos de amor, se
elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es
san José de Cupertino,
franciscano muy sencillo,
de pocos estudios pero
mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido
señalados por los estigmas, o la señal de las
llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís
o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como
un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como
santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han
distinguido por su
inteligencia
eminente, como
santo Tomás de
Aquino.

Otros con
mucha dificultad
podían aprobar
sus asignaturas,
como san Juan
María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que
hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente
mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser.
Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos
discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican
las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas
seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad
no es un camino triste, sino muy gozoso. Los
santos son las personas que mejor han expresado
la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o
san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de
espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes
materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa
Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.
Esta primera bienaventuranza va en
contra de la codicia, e invita a llevar
una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser
“pobre de espíritu” es que nos
estimula a tener una confianza
filial con Dios, que es nuestro
Padre.

Quiere decir que hay que
ser suave con los demás en
juicios, palabras y hechos.
Para ello uno tiene que
dominarse a sí para no
violentar a los demás.
No se trata de carácter o
temperamento. Dicen de
san Francisco de Sales
que era muy violento por
temperamento, pero por
amor a Dios se violentó a
sí y luego es uno de los
símbolos de la
mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque
el santo tenga que ser triste,
sino porque hay que sufrir por
los propios pecados y por los
males ajenos.
Dicen de san Jerónimo que
quizá por los honores que le
daba el papa y las ocupaciones,
como era muy inteligente,
discutía por cualquier cosa y
parecía ser soberbio. Los
últimos años de su vida,
estando en Belén, tuvo que
llorar mucho y hacer mucha
penitencia.

Significa tener un gran
deseo de la perfección
moral y religiosa. En la
Biblia se llama justo al que
se esfuerza por cumplir la
voluntad de Dios. A quien
se esfuerza, Dios le ayuda
para conseguirlo.
Quien desea su perfección
lo desea también para
otros, como san Francisco
Javier lo deseaba
ardientemente y trabajaba
para ello.

Se trata de compartir las
desdichas del prójimo, las
materiales y las espirituales.

Muchos santos se han
distinguido por su
misericordia, como santa
Matilde. En la historia de la
Iglesia, varios institutos y
congregaciones se han creado
poniendo el acento principal
en la misericordia.
Al final de los tiempos Dios nos
juzgará según nuestro grado de
misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos
externos, sino en la recta intención que proviene de un
corazón limpio.
No se trata de una
virtud en especial,
sino del conjunto
de virtudes que
ayuden a la
capacidad de amar.
Recordamos a
santa Teresita.
Continuamente debemos purificar el corazón para poder
ver a Dios.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su
entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.
Pacífico no es sólo el
que vive en paz, sino el
que trabaja para que
haya paz. Esto no se
puede realizar si no hay
amor.
Mucho tuvo que
trabajar santa Catalina
de Siena para poner
paz en la Iglesia y entre
diversos estados.

Claro que no cualquier
perseguido es objeto de
bendición y felicidad. Es el
perseguido por causa de la
“justicia”. Aquí justicia
significa santidad o todo lo
que se refiere a Dios.
Es tremendo constatar cómo
el odio se ceba contra
personas indefensas, que no
han hecho ningún mal, como
vemos en santa Catalina de
Alejandría y tantos hombres y
mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si
seguimos las enseñanzas de
Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los
desprendidos
de la tierra.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis el
cielo.

Seréis
bienaventurados
los que tenéis
alma sencilla.

vuestra será
la tierra.

los que
lloráis, los
que sufrís.

Seréis
bienaventurados
porque seréis
consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis
hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis
bienaventurados
los que
tenéis
misericordia.

Seréis
bienaventurados
porque
seréis
perdonados.

Seréis
bienaventurados los que
tenéis el alma
limpia.

porque
veréis a
Dios.

los que
buscáis
siempre la
paz.

hijos
seréis
de Dios.

los
perseguidos
por mi
causa.

Seréis
bienaventurados
porque
tendréis mi
reino.

Que la
bienaventurada
Virgen María
nos introduzca
en el cielo.

AMÉN