Diapositiva 1 - Oraciones y devociones

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Transcript Diapositiva 1 - Oraciones y devociones

C
R
E
D
O
Para nosotros los
cristianos esta noticia es
motivo de gran alegría.
Así lo proclamaron los
ángeles a los pastores
en la noche de Navidad:
”Os anuncio una buena
noticia, la gran alegría
para todo el pueblo: hoy
os
ha
nacido
un Salvador, el Mesías,
el Señor”.
Automático
Lo que era
negro en la
vida ahora
tiene color.
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La gran noticia
es que Dios
está con
nosotros,
viviendo
nuestra misma
vida. Por eso es
el “Enmanuel”,
el Dios-connosotros.
En el Nacimiento de
Jesús, Dios expresa
con profusión su
inmenso amor para
con nosotros, que se
ha hecho uno de
los nuestros. Dios
está aquí, Dios se ha
hecho presente en
nuestra humanidad:
Hoy nos ha nacido
un
Salvador:
el
Mesías, el Señor. Ésta
es la gran noticia
para los hombres
y mujeres de todos
los tiempos.
Por eso el día en que recordamos el nacimiento de Jesús
es un día de especial gozo. Algunos lo celebran sólo por
sentido social y ese gozo es pasadero y muchas veces
hueco; pero para los que aman a Jesús el gozo entra en
el corazón y permanece unido en el amor.
Aunque el evangelio
se escribió
principalmente para
enseñarnos los
mensajes de Jesús,
nos da también
algunos datos sobre
el nacimiento del
Señor. Estos datos
son también
mensajes para
nuestra vida.
María, permaneciendo virgen, estaba esperando
en Nazaret el nacimiento de su hijo, a quien iban
a poner el nombre de Jesús.
El evangelista san Lucas nos dice que
por aquellos días salió un edicto del
emperador mandando a todos ir a su
ciudad para empadronarse. San José
debía ir a Belén.
A María no la obligaba, pero fue con José a
Belén.
El hecho de querer
acompañar María a
José parece
indicar que el viaje
no es probable que
fuese ya casi en el
tiempo de dar a
luz, sino algunas
semanas antes.
Tampoco es probable el hecho de que no les
admitiesen en la casa de alguno, pues solían ser
muy hospitalarios.
Tampoco tendrían
que salirse a alguna
cueva fuera de Belén,
pues el evangelio
dice que “estando
allí”, es decir en la
ciudad de Belén,
donde entonces
vivían, dio a luz
María.
Además, cuando los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento del Salvador, no les dijeron que
fuesen a alguna cueva, sino a la ciudad de Belén.
Los pastores debían
encontrar al niño recién
nacido recostado en un
pesebre. Seguramente era
en el lugar de los animales
de la casa donde estaban
alojados (la cuadra), pues
la frase del evangelio “no
había sitio para ellos en la
posada” se suele entender,
según la palabra original,
más que una casa de pago,
una habitación especial de
la casa.
La casa donde estaban
alojados seguro que era una
casa pobre y no tendría esa
habitación especial, propia
para quien iba a ser madre.
No estaba bien visto que
alguien naciera en la sala
grande multi-usos (comer y
dormir), por aquello de la
impureza legal. Así que irían
a la parte de los animales (la
cuadra), que en un ambiente
pobre no se estaba del todo
mal.
Así, de una
manera sencilla,
nació el
Redentor del
mundo. Los
ángeles
cantaron y los
pastores fueron
los primeros en
adorarlo.
Marchan los pastores a Belén,
marchan los pastores al portal.
Automático
Caminan con alegría
porque dicen que Jesús ha nacido ya.
Encuentran a María y a José y a unos
animales que le dan calor.
¿Cómo puede ser? ¿Quién lo permitió? En
esas condiciones nos da nuestro Dios.
Marchan los pastores a Belén,
marchan los pastores al portal.
Caminan con alegría, porque
dicen que Jesús ha nacido ya.
Hacer CLICK
En Palestina, en el
tiempo en que
nació Jesús, los
pastores no
gozaban de buena
reputación.
En realidad eran gente de clase social humilde que, quizá
sólo por la comida o por muy poco más, tenían que guardar,
día y noche, los rebaños de los terratenientes; incluso los
sábados, mientras los dueños de los rebaños rezaban en la
sinagoga.
Ellos, marginados y
despreciados por los
buenos,
oprimidos
y
explotados por los ricos,
son los elegidos por Dios
para conocer antes que
nadie que ha nacido el
Mesías; a ellos, antes que
al resto del pueblo, se les
comunica
la
buena
noticia que, más para
ellos
que
para
cualesquiera
otros,
convierte aquella noche
en nochebuena.
Los pastores, precisamente porque no tenían
nada, porque no contaban con nada y porque
nada esperaba nadie de ellos, precisamente
porque eran pobres y marginados, pudieron
recibir esa noticia como buena noticia.
María es verdadera madre
de Jesús. Son muchos los
pasajes
del
Nuevo
Testamento que así lo
confiesan
(Mt
1,18;
2,11.13.20; 12,46; 13,55; Jn
2,1; He 1,14). El relato del
nacimiento atestigua que
lo llevó en su seno durante
nueve meses y que le dio a
luz cuando le llegó la hora
del alumbramiento (Lc 2,57).
El Hijo eterno de
Dios fue concebido
en María por el
Espíritu y nació de
ella. El Hijo de Dios
no solamente pasó
por ella, sino que
es gestado en las
entrañas de María y
nace de ella: es
realmente su Hijo.
La Escritura no dice
que el Logos se
asoció a la persona
del hombre, sino que
«se hizo carne» (Jn
1,14). Esto significa
que comunicó con
nosotros «en la carne
y la sangre» (Heb
2,14). Hizo, pues, suyo
nuestro
cuerpo
y
nació como hombre de
mujer (Gál 4,4), sin
dejar por ello el ser
Dios y el haber nacido
de Dios Padre.
El nacimiento
de Jesús no
significa
que
haya nacido un
nuevo
Dioshijo, sino que
Dios Hijo se
hace hombre.
El Hijo de Dios
y el Hijo de
María son la
misma
Persona, esto
es, Jesucristo,
verdadero Dios
y verdadero
hombre.
Aquél que ella concibió
como hombre, por obra
del Espíritu Santo, y
que se ha hecho su
Hijo según la carne, no
es otro que el Hijo
eterno del Padre, la
segunda persona de la
Santísima Trinidad. Por
eso la Iglesia confiesa
que María es
verdaderamente
Madre de Dios.
Tu eres,
María, la
madre de
Dios,
Automático
tu eres
la madre
que
Cristo
nos dio.
Tu estabas ya
presente ante
los siglos
cuando el
Padre por su
amor te eligió.
Y fuiste tu la
madre de su
Hijo; por eso
eres Madre
del Amor.
Tu eres,
María, la
madre de
Dios,
Tu eres la
madre
que
Cristo
nos dio.
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Ya en los Evangelios
María, la que es
llamada “Madre de
Jesús” es aclamada
bajo el impulso del
Espíritu como "la
madre de mi Señor"
desde antes del
nacimiento de su
hijo (Lc 1, 43).
El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y la
virtud del altísimo te
cubrirá
con
su
sombra, y por eso el
hijo engendrado será
santo, será llamado
Hijo de Dios. (Lc
1,35). “Ser llamado”
en la Biblia significa
SER.
En
el
tercer
Concilio
Ecuménico
reunido
en
Efeso, el año 431, la Iglesia
confesó que «el Verbo, al
unirse en su persona a una
carne animada por un alma
racional, se hizo hombre».
La humanidad de Cristo no
tiene más sujeto que la
Persona divina del Hijo de
Dios que la ha asumido y
hecho suya desde su
concepción.
Por
eso
proclamó que María es con
toda verdad Madre de Dios.
Pero no sólo es madre
biológica del Señor. Pues
antes de recibir a Jesús
en su seno, lo había
aceptado y recibido en la
fe. De ella, no sólo se
puede decir: «¡Dichoso el
seno que te llevó y los
pechos que te criaron!»,
sino también «¡Dichosos
más bien los que
escuchan la Palabra de
Dios y la guardan!»
“La bienaventurada María, en efecto,
concibió por su fe a Quien por su fe dio a
luz... Llena de fe concibió a Cristo en su
mente antes que en su seno, al
responder: «He aquí la esclava del Señor,
hágase en mí lo que dices» (Lc 1,35), es
decir, «que sin el concurso de varón
conciba yo permaneciendo virgen; que
del Espíritu Santo y de una Virgen nazca
aquel, en quien la Iglesia renacerá virgen
del Espíritu Santo» (Jn 3,5); que, el
«Santo», que nacerá de una Madre sin
padre, se llame «Hijo de Dios»...
Comenta
san
Agustín.
¡Creyó María y en ella se cumplió lo que creyó!
¡Creámoslo también nosotros, para que se cumpla en
nosotros!”
Y esta maternidad divina es virginal: «Lo engendrado en
ella es del Espíritu Santo» (Mt 1,20).
Este misterio no es
accesible
a
una
consideración puramente
histórica.
Sólo
se
descubre a través de una
lectura de los textos
bíblicos hecha en el
corazón de la Iglesia, a la
luz
de
la
tradición
eclesial, es decir, en la
profesión de fe de la
Iglesia.
La grandeza espiritual de
María es tan especial que,
aunque Dios quiso la libre
cooperación de su
criatura, desde toda la
eternidad, Dios la escogió
para ser la Madre de su
Hijo. Se fijó en aquella
joven de Nazaret en
Galilea, aquella “virgen
desposada con un hombre
llamado José, de la casa
de David, cuyo nombre era
María" (Lc 1, 26-27)
La sombra del Espíritu
Santo cubriendo a María
alude al templo de Israel y
a la tienda del desierto, que
mostraba la presencia de
Dios en medio del pueblo
(Ex 40,3; 1Re 8,11). María,
nuevo Israel, la verdadera
hija de Sión, es el templo y
la tienda de la reunión, en
la que se posa la nube en
la que Dios entra en la
historia.
María es la nueva tienda la alianza en la que el Verbo de
Dios puso su Morada entre nosotros (Jn 1,14).
Para ser la Madre del
Salvador, María fue
"dotada por Dios con
dones a la medida de
una misión tan
importante“. Así pues,
para poder dar el
asentimiento libre de su
fe al anuncio de su
vocación, era preciso
que ella estuviese
totalmente poseída por la
gracia de Dios.
La bienaventurada
Virgen María fue
preservada inmune
de toda la mancha
de pecado original
en el primer instante
de su concepción
por singular gracia y
privilegio de Dios
omnipotente.
A lo largo de los siglos,
la Iglesia ha ido tomando
conciencia de que María
"llena de gracia" por Dios
(Lc 1, 28) había sido
redimida desde su
concepción. Es lo que
confiesa el dogma de la
Inmaculada Concepción,
proclamado en 1854 por
el Papa Pío IX.
Esta "resplandeciente
santidad del todo
singular“, de la que ella
fue "enriquecida desde
el primer instante de su
concepción“, le viene
toda entera de Cristo:
ella es "redimida de la
manera más sublime en
atención a los méritos
de su Hijo“.
Por la gracia
de Dios, María
ha
permanecido
pura de todo
pecado
personal a lo
largo de toda
su vida.
María siguió siendo la madre fiel. Cuidó
amorosamente de Jesús. No fue fácil:
Mezclándose siempre los gozos y los dolores.
Como a los cuarenta días, al ir a presentar al niño
en el templo, comprendió que su vida tendría esta
mezcla: rosas y espinas (o espadas) para su
corazón.
Unas rosas serían, en aquellos días, la
visita de los magos venidos de Oriente.
Y una espada el
tener que huir a
Egipto.
Estando aún la Sagrada Familia en Belén, una noche un
ángel del Señor ordenó a San José que tomara a Jesús y
a la madre y huyeran a Egipto porque Herodes buscaba
al Niño para darle muerte.
Cuando
murió
Herodes, por
nuevo aviso
del ángel,
volvieron a
Nazaret.
En Nazaret
comenzó una
vida tranquila
para María
como madre.
Hubo un
momento
de gran
ansiedad.
Siendo el Niño de doce años, fue llevado por sus padres
al templo de Jerusalén en cumplimiento de
prescripciones santas para asistir a los sacrificios y oír
explicar la Sagrada Escritura. Jesús se quedó perdido en
el templo; pero pronto le encontraron en medio de los
doctores, oyéndolos y preguntando.
Para María fue
una lección de
un necesario
despegue
materno corporal
para unirse más
en el espíritu.
Este
desapego fue
más radical
cuando Jesús
comenzó su
vida pública
alrededor de
los treinta
años.
María anticipa las bienaventuranzas del
Evangelio.
Es bienaventurada porque
Dios ha puesto sus ojos en la
humildad de su sierva (Lc
1,47-48). María testimonia con
toda su existencia que «los
últimos serán los primeros»
(Me 10,31). Ella es «la llena de
gracia» (1,28), la que no es
nada por sí misma pero lo es
todo por la bondad de Dios.
Ella es figura y prototipo de la
Iglesia y de cada creyente.
Jesús es el Hijo único de
María. Pero la maternidad
espiritual de María se
extiende (cf. Jn 19, 2627; Ap 12, 17) a todos los
hombres a los cuales Él vino
a salvar: "Dio a luz al Hijo, al
que Dios constituyó el
Primogénito entre muchos
hermanos (Rm 8,29), es
decir, de los creyentes, a
cuyo nacimiento y
educación colabora con
amor de madre“.
Jesús
nació en
Belén, de
la Virgen
María.
Pero no sabemos otros datos, como el día que
nació y ni siquiera el año exacto. Nosotros
celebramos el hecho y lo que significa para
nuestra vida.
La Iglesia, para favorecer el apostolado por medio de la
inculturación, en lugar de quitar las fiestas paganas, ha
procurado cristianizarlas. Esto es lo que pasó con el 25
de Diciembre. Eran fiestas en las que se pedía al dios
Saturno que hubiera más sol durante el día.
Eran los días en
que, en la parte
norte del globo
terráqueo, el sol
comienza a
ascender.
Dios que es
Luz del
mundo (Jn
8,12), viene al
encuentro del
hombre.
Así como para los paganos era una fiesta del Sol naciente,
que despegaba las tinieblas durante el alba, así la
presencia de Cristo viene a mostrarnos la luz, el camino
que nos lleva a la verdad de nuestra existencia.
El evangelio de
san Juan
proclama el
nacimiento de
Jesús en forma
teológica.
Nos habla de que el hijo de Dios acampó entre nosotros, y
empezó a vivir como uno más, a dar ilusión y esperanza
a la gente, a sentirse y ser solidario de todos los
hombres, especialmente de aquéllos que peor lo estaban
pasando.
Jesús, al nacer, por unos fue rechazado y por otros
dichosamente fue aceptado. Así dice san Juan:
“Vino a su casa, y los suyos no le recibie-ron. Pero
a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos
de Dios, a los que creen en su nombre”.
El nacimiento de Jesús no
es tan sólo el recuerdo de
un
acontecimiento
pasado, sino que hoy Dios
sigue amándonos, hoy
Jesús
sigue
haciéndose
presente en
medio de nosotros, hoy el
Niño de Belén sigue
naciendo en el corazón de
cada creyente, para que
todos podamos llegar a ser
un poco más acordes al
proyecto de Dios.
En la Eucaristía se nos
hace presente de un
modo sacramental y se
nos da como alimento el
mismo Jesús que nació
en Belén hace veinte
siglos. En cada
Eucaristía entramos en
comunión con Él. Cada
Eucaristía es como la
Navidad, con toda la
gracia y la salvación
que el Hijo de Dios ha
querido traer a nuestras
vidas.
También Jesús sigue
naciendo a través del
amor al prójimo.
"Si alguno dijere: Amo a Dios,
pero aborrece a su hermano,
miente. Pues el que no ama a
su hermano, a quien ve, no es
posible que ame a Dios, a
quien no ve" (1Jn 4, 20). Si
nadie queda excluido del
amor de Dios, no tenemos
ningún derecho a celebrar el
Nacimiento
de
Jesús
excluyendo a alguien de
nuestro amor.
Si amamos de verdad, Jesús habrá
nacido de verdad para nosotros.
"Aunque Cristo
nazca mil o diez
mil veces en
Belén, de nada te
valdrá si no nace
por lo menos una
vez en tu
corazón." (Angelo
Silesio)
Para llegar a Belén no hace falta ya el camino.
porque el
camino
Automático
Se llega de
corazón
cuando
estamos
decididos
a pensar en los demás antes que en
nosotros mismos.
En vuestro corazón está el camino.
Si amáis a
los demás,
tened por
cierto que
ya en
vuestro
interior Dios
ha nacido.
No
preguntéis
cómo se va
a Belén. En
vuestro
corazón
está el
camino.
Para
llegar a
Belén ya
no hace
falta el
camino.
a caminar por
el bien, la
sencillez y la
paz para poder
encontrar a
Cristo Jesús
ahora y por
siempre.
AMÉN