“Salid al encuentro del Señor que viene” Así que el Adviento es un tiempo de despertar si nos habíamos dormido, de avivar.

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Transcript “Salid al encuentro del Señor que viene” Así que el Adviento es un tiempo de despertar si nos habíamos dormido, de avivar.

“Salid al encuentro del Señor que viene”
Así que el Adviento es un tiempo de despertar si nos habíamos dormido,
de avivar la fe.
Es muy importante sin embargo recordar que éste no es un tiempo de amenazas.
Decimos: “¡Viene el Señor!”
Y algunos parece que lo dicen con espanto, como si viniera el desastre,
como si hubiera que esconderse. Es al revés.
¡Viene el Señor, qué alegría!
Dios está con nosotros, Dios es el Libertador.
¿Ha tenido usted alguna vez la experiencia de ver amanecer?
Es de noche y está oscuro, pero se adivina ya cierto resplandor más claro...
Viene la luz, viene el sol, y nos sentimos bien, nos sentimos llenos de esperanza.
Éste es el mensaje de Adviento:
“Alégrate, porque llega tu Luz”.
José Enrique Galarreta
Mateo 24, 37-44. Primer domingo de Adviento. Comienzo del Ciclo A
Autora: Asun Gutiérrez. Música: Barber. Adagio para cuerda.
37 Cuando venga el Hijo del hombre sucederá lo mismo que en tiempos de Noé.
38 En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día
en que entró Noé en el arca; 39 y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los
arrastró a todos. Pues así será también la venida del Hijo del hombre.
Los capítulos 24 y 25 del Evangelio de Mateo
forman el quinto y último discurso, llamado escatológico.
Su finalidad no es describir el futuro, sino orientarnos hacia nuestro futuro:
Dios y su Reino.
La curiosidad del cuándo, el cómo, no es fundamental.
Lo que importa es la actitud con la que vivimos el presente,
todos los acontecimientos de la vida cotidiana, aquí y ahora.
Jesús viene siempre, está viniendo continuamente a nuestra vida, en las personas
que encontramos, en el trabajo, en la comunidad, en nuestro interior...
¡Viene el Señor! Viene la Luz, viene a iluminarnos el camino
y a llenarnos de esperanza.
40 Así que velad, porque no sabéis qué día llegará vuestro Señor
41 Entonces, de dos que haya en el campo, uno será tomado y otro dejado.
42 De dos que estén moliendo juntas, una desaparecerá y otra quedará.
Velar, vigilar, es escuchar el latido de la vida, trabajar, día a día, para que la obra
que Jesús comenzó llegue a su cumplimiento. Darle a conocer con nuestra vida,
estando atent@s a los anhelos de paz, de justicia, de solidaridad. Sabiendo
siempre que en la alegría, en el dolor, en todas las circunstancias y en todos los
acontecimientos, Jesús está con nosotr@s.
La Palabra de Jesús, lejos de provocar miedo o angustia, es Fuente de confianza,
paz y alegría interior. Es anuncio de su presencia y de su salvación.
43 Tened presente que
si el amo de casa supiera a qué hora de la noche iba a
venir el ladrón, estaría en vela y no le dejaría asaltar su casa. 44 Lo mismo
vosotros, estad preparados; porque a la hora en que menos penséis, vendrá el
Hijo del hombre.
Celebrar el Adviento supone una actitud de atención, vigilancia y espera activa,
vivir ni dormid@s ni angustiad@s, ni despreocupad@s ni con temor.
Lo nuestro es vivir en esperanza y despertando esperanza.
No viene un ladrón a asustarnos y despojarnos.
El Dios que viene es el que esperamos, el que anhelamos, en quien confiamos,
el que sale a nuestro encuentro, el que nos busca, nos comprende, nos libera,
nos acoge, nos cura, nos quiere, nos llena de vida, alegría, luz y paz.
Vamos a la casa del Señor, ¡qué alegría!
Somos peregrin@s del amor.
La casa deseada ya está cerca, la casa del Señor es corazón.
Las puertas de la casa están del todo abiertas,
El corazón está roto de amor.
La casa huele a paz:
La paz contigo y la gracia derrochada, el banquete del amor no tiene fin.
Vamos tod@s a la casa del Señor,
es la casa solariega, solidaria, es la casa de la luz y del amor.
Viene el Señor a nuestra casa, ¡qué alegría!.
Viene como amigo y como hermano, viene mendigo, necesitado. Viene siempre.
Viene Cristo a nuestra casa,
viene sembrador, samaritano. Viene siempre.
Viene el Señor a nuestra casa,
vamos a limpiarla y encenderla.
Viene el Señor a nuestra casa. ¡Qué alegría!