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CICLO A
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Hoy es Domingo de Pascua. Es el Domingo de los
domingos: cada misa dominical es un memorial de la
resurrección, centro de nuestra fe y esperanza. La
Pascua es también el punto de partida de la Iglesia.
Hoy es el «tercer día» del Triduo Pascual y a la vez
el primero de la Cincuentena.
Hoy es el domingo más importante del año, del
que reciben sentido todos los demás.
Para bastantes fieles este es el día en que
comienzan a celebrar la Buena Noticia de la
Resurrección del Señor, porque no han acudido a la
Vigilia Pascual. Vale la pena que la celebración de hoy
sea particularmente festiva y expresiva.
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El Cirio Pascual, encendido por primera vez la
noche anterior, va a acompañarnos a lo largo de siete
semanas, y todos tendrían que captar su sencillo y
simpático mensaje de alegría y estímulo.
La «octava» de Pascua, los ocho días que abarcan
el domingo 1º y 2º y los días intermedios, se viven en
la comunidad cristiana como un solo día.
En el prefacio de todos estos días se dirá cada vez
«en este día en que Cristo, nuestra Pascua...». Y cada
día recibiremos la bendición solemne al final de la
celebración, como si cada uno fuera realmente
«solemnidad» en la clasificación de los días litúrgicos.
Esta semana no admite ninguna otra festividad de
Santos. Si coinciden, se recuperarán en la semana
siguiente.
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INVOCACION AL ESPIRITU
SANTO
Espíritu Santo, ven,
para que nos dispongamos a escuchar la Palabra
que nos hace el anuncio gozoso del Angel:
que el Padre resucitó a su Hijo
de entre los muertos.
Abre nuestra mente y nuestro corazón
para que la nueva creación,
que es el cuerpo glorioso de Jesús,
irrumpa dentro de nuestra vieja tierra,
para que, atentos a la Palabra,
todos, hombres y mujeres, podamos percibir
ese nuevo comienzo que el Padre establece
en nuestra historia.
Ven, Espíritu Santo,
a consumar la obra iniciada por el Hijo
Amén.
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¿QUÉ DICE el texto?
Hch.10, 34a.37-43:
Hemos comido y bebido con El
después de su resurrección.
El libro de los Hechos de los Apóstoles es una
óptima lectura para el tiempo pascual.
Aquellos primeros cristianos fueron la
«Comunidad de Jesús Resucitado», nacida de la
Pascua.
El Señor sigue actuando en ella, invisiblemente,
por medio de su Espíritu, y visiblemente por medio
de su Iglesia.
El primer pasaje que leemos es el testimonio de
Pedro, en casa del pagano Cornelio, sobre la
resurrección de Cristo.
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Lucas da mucha importancia a este episodio de la
conversión de Cornelio: le dedica dos capítulos enteros,
el 10 para narrar cómo sucedió, y el 11 para explicar
cómo Pedro dio cuenta a la comunidad de Jerusalén de
lo acontecido.
Es un hecho fundamental para motivar la apertura
universalista de la comunidad cristiana también a los
paganos.
El testimonio principal de Pedro, que repite en todas
sus «catequesis» o discursos, delante del pueblo o de
las autoridades, y aquí en casa de unos paganos, es: «lo
mataron colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó
al tercer día», y «los que creen en él, reciben el perdón
de los pecados».
La 1a lectura de hoy nos ofrece el testimonio de
quienes vivieron aquel acontecimiento y que,
cambiando radicalmente sus vidas, dan testimonio de
ello. Con respeto y veneración escuchamos lo que nos
dicen en este día de Pascua.
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Sal.118 (117):
Este es el día en que actuó el Señor:
¡sea nuestra alegría y nuestro gozo!
El salmo no podía ser otro que el 118(117), el más
«pascual» del Salterio: «este es el día en que actuó el
Señor... la diestra del Señor es poderosa... no he de morir,
viviré... la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la
piedra angular».
De las actuaciones poderosas de Dios en la historia de
la salvación, para nosotros la principal es esta de la
Resurrección de Jesús.
Podemos repetir con convicción: «sea nuestra
alegría y nuestro gozo».
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Col. 3, 1-4:
Busquen los bienes de allá
arriba, donde está Cristo.
El pasaje de Pablo en su carta a los Cristianos de
Colosas es el más apropiado para este domingo. Es
breve pero denso y estimulante: «ya que habéis
resucitado con Cristo, buscad las cosas de allá arriba»
Celebrar la Pascua del Señor es asumir
coherentemente lo que representa de novedad de
vida en el Espíritu: «aspiren a los bienes de arriba»,
porque caminamos hacia la misma meta que Cristo:
«entonces también ustedes aparecerán, juntamente
con él, en gloria».
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La Palabra de Dios, por medio de San Pablo
en este día de Pascua, nos invita a levantar
nuestro corazón «a los bienes de arriba»" y no
a quedarnos en los de la tierra.
No podemos perder de vista que la
salvación no es fruto de conquistas humanas ni
de los esfuerzos que realicen los hombres, sino
que es un «don de Dios», es una
vida
nueva que viene de arriba.
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Jn. 20, 1-9:
(cfr. Mt 28,1-10; Mc 16,1-8; Lc 24,1-12)
Vieron y creyeron
PROCLAMACIÓN DEL EVANGELIO DE JESUCRISTO
SEGÚN SAN JUAN
R/. Gloria a Ti, Señor.
1
El primer día de la semana, muy temprano, cuando
todavía estaba oscuro, María Magdalena va al
sepulcro y observa que la piedra está retirada del
sepulcro.
2 Llega corriendo a donde estaban Simón Pedro y el
otro discípulo, el que era muy amigo de Jesús, y les
dice:
–Se han llevado del sepulcro al Señor y no
sabemos dónde lo han puesto.
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3
Salió Pedro con el otro discípulo y se
dirigieron al sepulcro. 4 Corrían los dos juntos;
pero el otro discípulo corría más que Pedro y
llegó primero al sepulcro. 5 Inclinándose vio las
sábanas en el suelo, pero no entró.
6 Después
llegó Simón Pedro, que le seguía y
entró en el sepulcro. Observó los lienzos en el
suelo 7 y el sudario que le había envuelto la
cabeza no en el suelo con los lienzos, sino
enrollado en lugar aparte.
8 Entonces
entró el otro discípulo, el que había
llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
9
Todavía no habían entendido que, según la
Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
R/. Gloria a Ti Señor Jesús.
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Re-leamos el texto para interiorizarlo:
Es importante que nos respondamos a las
preguntas:
- ¿Qué personajes aparecen en el texto que hemos
leído? Jesús, la Magdaloena, Pedro, Juan...
¿Qué les cuenta la Magdalena a los Apóstoles?,
¿Qué hacen ellos?
Según S. Juan, María Magdalena fue el primer
discípulo en descubrir la tumba de Jesús vacía; por lo
tanto es una de las primeras en dar testimonio de la
resurrección del Señor.
Fue a través de ella como los Apóstoles (Pedro y
Juan) se enteraron que Jesús había resucitado de entre
los muertos, como lo había prometido.
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¿Por qué María Magdalena fue tan temprano
al lugar donde Jesús había sido enterrado,
pensando que estaría todavía ahí?
Porque era una discípula fiel, llena de amor al
Señor, e inspirada en la esperanza de ver otra vez
vivo al Señor. El amor de la Magdalena la llevó a
descubrir el misterio de la resurrección, y luego
después a encontrar a Jesús resucitado.
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¿QUÉ NOS DICE el texto?
Vamos a saborear en nuestro interior todo el rico
mensaje de los textos que hemos escuchado con
atención:
Tenemos una experiencia de todos los días y es que,
ante un acontecimiento que llama nuestra atención e
interés, vamos en busca de información detallada acerca
de él.
Ante el gran acontecimiento de la Resurrección de
Jesús es la Palabra de Dios quien nos ofrece esa
información.
En aquellos tiempos no había periodistas o reporteros
gráficos que lo consignaran en sus crónicas. Pero hubo
unos testigos que lo han transmitido por escrito y,
también por la Tradición, a los que nosotros acudimos
por la importancia de la noticia que se nos ofrece
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Como lo leemos en el texto de los Hechos, la esencia del
mensaje apostólico era la resurrección de Jesús de la muerte.
Este hecho confirmó su divinidad, su Evangelio y nuestra propia
salvación. Y los mismos Apóstoles fueron testigos cualificados
del hecho de la resurrección de Jesús.
La Semana Santa carecería de interés si terminara en el
Viernes Santo. Celebraríamos la muerte de un hombre famoso,
de un gran profeta de Dios, de un gran bienhechor de los
hombres. Pero en la cruz se terminó todo y, en el sepulcro en
el que le pusieron sus familiares y amigos, quedaba encerrada
toda su vida y admiración.
No les faltaron dificultades, persecuciones y martirio. Pero
en verdad, primero los Apóstoles y luego otros discípulos,
como los diáconos o Pablo y Bernabé, dieron un valiente
testimonio de Cristo Jesús y fueron edificando comunidades
llenas de fe y alegría.
Hace bien la comunidad cristiana en mirarse al espejo de
los Hechos de los Apóstoles en estas semanas, para
estimularse a seguir su ejemplo de firmeza en la fe y en su
maduración.
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Los discípulos el viernes se dispersaron decepcionados.
Y nosotros no nos reuniríamos para recordar aquello.
Pero hubo un hecho crucial: ¡la resurrección de Jesús! Y
ese hecho:
* da sentido a la Semana Santa,
* es la base de nuestra fe,
* es el fundamento de nuestra
esperanza.
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Jesús, como dice el Apóstol San Pedro en la lectura
que hacemos hoy, «no solamente pasó por el mundo
haciendo el bien, sino que Dios le resucitó de entre los
muertos».
Jesús resucitó para que nosotros, alcanzando el
perdón de los pecados, resucitemos con él.
La Resurrección del Señor no la podemos recordar
como un simple «hecho histórico», por muy importante
que fuera; como, por ejemplo, una «batalla», una
«catástrofe», una «fiesta»... La recordamos y, sobre
todo, la celebramos como culmen de su vida redentora.
San Pablo acentúa el significado de la resurrección
del Señor para la vida cristiana. En un sentido a la vez
espiritual y muy verdadero, también nosotros hemos
resucitado con Cristo de la muerte de nuestro pasado de
pecado, para vivir una nueva vida de acuerdo con Cristo.
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Nuestra resurrección espiritual
la fe, pero puede ser revelada
nuestro ejemplo y buenas obras.
como los primeros Apóstoles,
resurrección del Señor.
la conocemos por
a los demás por
Así nos hacemos,
testigos de la
En el evangelio de Juan, nos encontramos con la
experiencia de María Magdalena, testigo del sepulcro
vacío, que corrió a anunciarlo a los apóstoles,
convirtiéndose así en «apóstol de los apóstoles», la
primera evangelizadora de la Buena Noticia de la
Pascua.
También Pedro y Juan ven el sepulcro vacío.
Ninguno de ellos se acaba de creer que Jesús haya
resucitado: «no habían entendido la Escritura: que él
había de resucitar de entre los muertos».
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«Este es el día en que actuó el Señor»
¡Aleluya!
La resurrección de Cristo es la gran noticia que
proclamó con valentía Pedro, en su catequesis en
casa de Cornelio: que a ese Jesús, el Ungido por el
Espíritu, «a quien mataron colgándolo de un
madero, Dios lo resucitó al tercer día y lo
nombró Juez de vivos y muertos».
Vale la pena que resuene, también en las misas
de este domingo, el anuncio gozoso del ángel a las
mujeres (según el evangelio de la noche):
«¡No
está aquí: ha resucitado!».
Es bueno detenernos en esta convicción
«Cristo es el que vive»-,
-
porque nos
hace falta para seguir con más ánimos nuestro
camino cristiano.
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No puede ocultar su alegría la oración colecta:
«en este día has abierto las puertas de la vida por
medio de tu Hijo, vencedor de la muerte», y pide
que esta Pascua histórica que estamos celebrando
nos oriente hacia la eterna: «que renovados por el
Espíritu, vivamos en la esperanza de nuestra
resurrección futura».
La alegría de la Pascua es evidente también en
la oración sobre las ofrendas: «rebosantes de gozo
pascual, celebramos estos sacramentos».
El prefacio describe lapidaria y magistralmente
el contenido de la fiesta de hoy:
«Cristo, nuestra Pascua, ha sido
inmolado: muriendo, destruyó
nuestra muerte, resucitando,
restauró la vida».
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Los apóstoles, testigos
Leyendo, desde hoy, el libro de los Hechos de
los Apóstoles durante el Tiempo Pascual, se nos
propone el ejemplo de aquella comunidad que dio
testimonio de su fe en Cristo Jesús y se dejó guiar
por su Espíritu en su expansión al mundo
conocido.
Las primeras «evangelizadoras» fueron las
mujeres. En el evangelio de la Vigilias Pascual
son las mujeres que acudieron al sepulcro las que
oyeron de labios del ángel la noticia: «no está
aquí, ha resucitado».
En el evangelio de Juan es Magdalena la que
va al sepulcro, lo ve vacío, y corre a anunciarlo a
los apóstoles.
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Luego van a ser los apóstoles, los ministros de
la comunidad, los que más oficialmente aparecen
en el libro de los Hechos como anunciadores de
la Pascua.
Pedro, en casa de Cornelio, es consciente de
que Cristo les ha encomendado este anuncio:
«nos lo hizo ver, no a todo el pueblo,
sino a los testigos que él había
designado, a nosotros, que hemos
comido y bebido con él después de la
resurrección».
E insiste: «nosotros somos testigos...
nos encargó predicar al pueblo, dando
solemne testimonio de que Dios lo ha
nombrado juez de vivos y muertos».
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¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS?
Padre Santo,
la resurrección que has dado a tu Hijo,
no es un simple hecho interior, desencarnado,.
acaecido en las esferas abstractas
de los espacios vacíos o de las almas sin cuerpo.
El resucitado es el Jesús terreno,
ciudadano de nuestra tierra.
Lo has resucitado con su corporeidad,
con la totalidad de su persona.
Ahora también queremos percibir,
bajo el velo de los signos sacramentales,
la voz de Jesús que nos dice: «soy Yo, no teman;
toquen m i cuerpo; saquen pan y vino;
celebremos la fiesta de la nueva vida».
Ante esta revelación, sentimos el pasmo y e temor,
pero también el gozo y la alegría.
Una inmensa esperanza surge en nuestros corazones
y nosotros ahora, contagiados por el testimonio
y la fe de los Apóstoles,
tenemos la experiencia de que la causa de Jesús sigue.
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El que hoy resucita
es el que fue crucificado
y pasó tres días bajo tierra.
Te alabamos porque en Cristo,
resucitado de entre los muertos,
has desvelado el poder oculto de su cruz;
el poder de su amor obediente hasta la muerte,
la fuerza de su entrega a la humanidad.
El Resucitado ha tomado consigo al mundo
para encaminarlo hacia su resurrección y gloria.
Que en un día resucitemos todos
para que cantemos eternamente tus alabanzas.
Amén.
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¿QUÉ NOS PIDE HACER la PALABRA?
El Evangelio de hoy nos ofrece la gran noticia de
la Resurrección de Jesús. Pero «el sepulcro vacío»
al que llegaron los Apóstoles está mostrando el
proceso que los mismos Apóstoles recorrieron en el
camino de su fe.
Contrastando lo que vieron en el sepulcro a la
luz de las Escrituras, pueden decir que «vieron y
creyeron». Aquella noticia trastornó los
aconteceres del mundo. Algunos pensaban que a
Jesús le habían quitado, borrado, del mundo al
dejarlo enterrado. Pero se equivocaron porque
Jesús es el Hijo de Dios vivo.
Hoy, al igual que entonces, algunos pretenden
borrar a Dios:
* de nuestra vida,
* de nuestra convivencia,
* de nuestras costumbres,
* de nuestras tradiciones.
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Pero se equivocan porque Dios saldrá victorioso
ya que no puede renunciar a ser «el Dios de la
vida».
Con la gran alegría por la resurrección de
Jesús, demos testimonio de esa resurrección como
hicieron aquellos primeros cristianos que
conocieron la «gran noticia»…
A María Magdalena, que fue al sepulcro a llorar
su pena por la muerte de Jesús, el Señor le dijo:
«ve y diles a mis hermanos que me
verán en Galilea».
Y ése es el mensaje que hoy se nos transmite a
todos: «vayan y digan a todos que el
Señor ha resucitado».
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Ese acontecimiento es el fundamento de
nuestra fe.
Un acontecimiento y una fe que nadie podrá
borrar del mundo y que nosotros la vivimos con
gozo.
Un acontecimiento que es la base de
nuestras celebraciones eucarísticas y que
debemos transmitir a todos: que «Cristo,
que es la Vida, ha vencido a la
muerte», como cantamos en el himno de la
misa de hoy:
«Lucharon
vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es Vida,
triunfante se levanta».
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Dios ha dicho «sí» a su Hijo y a la
humanidad.
El grano de trigo, sepultado en la tierra,
ha muerto, pero ha renacido y dará fruto
abundante.
Es también la fiesta de nuestra
liberación y nuestra resurrección.
Podemos manifestar con aleluyas
solemnes y flores nuestra alegría de
cristianos seguidores del Resucitado.
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Carácter bautismal de la Pascua
Pascua es la fiesta bautismal, porque en el
Bautismo es cuando por primera vez nos
sumergimos en la muerte y resurrección, en la
nueva vida del Señor.
Este día, y todo el Tiempo Pascual, tiene
carácter bautismal.
En la oración sobre las ofrendas hablamos de
«estos sacramentos en los que tan
maravillosamente ha renacido y se alimenta tu
Iglesia», o sea, los sacramentos de la
«iniciación cristiana»:
Bautismo, Confirmación, Eucaristía
La oración después de la comunión insiste: «tu
Iglesia, renovada por los sacramentos
pascuales…».
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Nosotros, testigos de la Pascua
El libro de los Hechos nos recuerda que la
historia continúa.
Se puede decir que no tiene último capítulo:
nosotros mismos, a inicios del siglo XXI,
seguimos escribiendo estos «Hechos».
En el rito copto, que celebran los cristianos
sobre todo de Egipto, cuando se proclama este
libro en Misa, el lector dice al final, a modo de
aclamación:
«Y la Palabra de Dios sigue
creciendo, en esta Iglesia y en todas
las Iglesias».
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Ahora somos nosotros los que en nuestro siglo
nos comprometemos a anunciar a Cristo a este
mundo, a nuestra familia, a nuestros amigos, a la
sociedad.
En casa de Cornelio, un pagano, o en medio de
una sociedad también paganizada, tenemos que
dar testimonio de que Jesús es el
Salvador:
en nuestra familia,
en el mundo de educación,
en el cuidado de los ancianos y
enfermos,
en la actividad profesional,
en los medios de comunicación.
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Vida pascual
La Pascua de Cristo debe contagiarnos
también a nosotros y convertirse en Pascua
nuestra, de modo que imitemos la vida nueva de
Jesús.
Vivimos en este mundo, y nuestro compromiso
con la tarea que aquí tenemos encomendada es
serio, pero los cristianos «buscamos los bienes
de allá arriba», porque estamos en camino y
somos ciudadanos de otro mundo, el mundo en el
que ya ha entrado Cristo Resucitado.
Vivamos la Pascua con nuestra alegría,
nuestra entrega por los demás, nuestra energía
para el bien, nuestra valentía en la lucha contra el
mal y contra toda injusticia, nuestra esperanza y
novedad de vida.
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- No se pasa de lo viejo a lo nuevo sin estar unido con Cristo. El Bautismo en
la Muerte y Vida del Señor nos obliga a esta unión profunda que realiza
nuestra propia transformación. La gestión ritual no produce sus frutos sino a
condición de que repercuta en la vida.
- Sólo una Eucaristía celebrada dentro del acto eclesial
evangelizador cobrará su NOVEDAD, no por lo
accesorio, sino por la interpelación que la Palabra nos
hace y por la interpretación de los signos que ocurren en
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la vida. De ahí brotará la novedad que testimoniaremos
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en el mundo.
- Nos comprometemos a:
* Hacer del amor a Jesús el móvil de nuestro obrar.
* Saber leer en los signos de muerte la vida que
surge.
* Compartir más nuestra fe.
Algunas preguntas para pensar durante la semana
1. Comprobemos nuestra fe en nuestra propia
resurrección.
2. Si esto es verdad, ¿cómo debería influir en mi
manera de vivir?
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MARIA,
Nuestra Señora
de la Pascua,
ruega por
nosotros.
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¡ Aleluya !
Alaben al Señor en su templo,
alábenlo en su augusto firmamento.
Alábenlo por sus magníficas proezas,
alábenlo por su inmensa grandeza.
Alábenlo al son de trompetas,
alábenlo con arpas y cítaras.
Alábenlo con tambores y danzas,
alábenlo con cuerdas y flautas.
Alábenlo con címbalos sonoros,
alábenlo con címbalos vibrantes.
¡ Todo ser que alienta alabe al Señor !
¡ Aleluya!
(Salmo 150)
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P. Carlos Pabón Cárdenas, eudista